09 abril, 2016

Conferencia...


Congreso Internacional de la Lengua Española 2016
RAE, Instituto Cervantes, AALE
Puerto Rico, Marzo 2016
Sección V. El español en el mundo. Unidad y diversidad
5.3. Panel. El diálogo de las lenguas y la creatividad cultural

Julio Escoto
(Honduras), escritor

Enfoque socio cultural (o cápsula lingüística)
de los aportes populares a la lengua
en la Costa Atlántica de Honduras
durante las décadas 1960-1970.









Presidente del Panel: Gerardo Piña-Rosales (Estados Unidos).
Director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española

Coordinadora: Mayra Montero (Cuba/Puerto Rico)





Enfoque socio cultural (o cápsula lingüística) de los aportes populares a la lengua en la Costa Atlántica de Honduras durante las décadas 1960-1970.


Julio Escoto, MA

“La mente de una generación es su lenguaje”.
John Dos Passos. Three soldiers, 1922.

I.- Escenario histórico
La década de 1960 fue para Centroamérica no sólo una interesante época de revolución material ––se tiende carreteras, se abre aeropuertos civiles y se ensaya un mercado transnacional común–– sino particular y excepcionalmente en lo cultural. Es cuando en los grupos de poder comienza a abrirse paso la aceptación de gobiernos civiles y democráticamente electos, ya que el “mal ejemplo” y modelo de la revolución cubana aconsejan orear a la sociedad y reducir las prácticas autoritarias, así como cuando se demandan centros universitarios regionales, fábricas con proyección internacional de mercado y se extiende la comunicación de la radio y la novedosa televisión a escalas hasta entonces no imaginadas.
La Alianza para el Progreso inserta en el cerrado, casi hermético medio político centroamericano, un conjunto de principios que su doctrina pregona ––equidad, civilidad, justicia, Estado benefactor, desarrollo y evolución social–– nada desconocidos para los académicos e intelectuales ya que formaban parte de los valores centenariamente propuestos por los próceres y los luchadores por el cambio social, así como, recientemente, por los socialdemócratas y la doctrina social de la Iglesia.
La que asciende a escena es cierta sociedad de postguerra que inicia el relevo y que va a transformar a Centroamérica en el plazo de 25 años. Los procesos que se ponen en marcha son múltiples, entre otros el despertar de una población campesina habitualmente abandonada por el Estado y que empieza a reclamar la tierra y a trasladarse a las ciudades, principiando un lento pero ancho éxodo que va a hacer de las urbes modernos polos de desarrollo pero también asiento de subempleados, desempleados, precaristas y lumpen.
Esos procesos alientan que clases no altas tornen suyo el concepto de que sólo la educación salva y que por tanto la asistencia del hijo a la escuela se vuelva un imperativo familiar ineludible, norma hasta entonces descuidada; refuerzan una nueva visión donde el trabajo opera como potencial de ascenso en la escala social y no sólo como recurso de sobrevivencia; a la vez que se debate la cuestión, por primera vez socializada, de que cada pueblo ––el hondureño en esta situación que tratamos–– no es homogéneo[1], o identitariamente congruente, sino constituido, articulado con diversas procedencias étnicas y de clase, hasta configurar un mural de fuerzas económicas y políticas que se conjuntan incluso sin saberlo, sin teorizarlo, bajo una deseada búsqueda de identidad en permanente evolución y construcción, naciendo de allí la dificultad de su apresamiento intelectivo y por tanto de su definición, explicación y posterior fortalecimiento.
La década de 1960, con su corolario en la de 1970, puede ser titulada en Centroamérica la del despertar. Del mismo modo que el Renacimiento en Europa, a escalas mayores obviamente, y luego el Siglo de las Luces roturaron en las mentes humanas el negro cielo de creencias supersticiosas y religiosas, el enorme peso de la cadena medieval y la negación del potencial creativo del hombre en todos los ámbitos del conocimiento y la acción universal, así igual en el istmo pueden trazarse tres encendidas iluminaciones de libertad ––empleando libertad en cuanto despeje y despojo de lo antiguo para ingresar a lo moderno.
La primera de ellas es obviamente la que culmina en 1821, con la declaración autonómica ante España por parte de las provincias sometidas y que respondió a todo un juego y ejercicio intelectual abordado militantemente durante diez años por quienes fueron posteriormente reconocidos como próceres de la República: Pedro Molina, José Cecilio del Valle, Manuel José Arce, otros, que no sólo generaron y difundieron ideas subversivas contra el coloniaje ya entonces tricentenario, sino que inmediatamente de constituirse la república contribuyen a armar una idea del sujeto social democrático y moderno, que va a pujar, como en efecto logró, por la creación de la nación unitaria en todo el territorio ístmico (cinco provincias y luego Estados que pudieron haberse disgregado) y cuyo experimento va a funcionar, más bien que mal, por una década hasta su fragmentación ––en 1838 la República Federal de Centroamérica fracasa y se desintegra[2].
El segundo particular momento de iluminación comunitaria sucede en la década de 1870, cuando los seguidores de la onda liberal positivista de Comte proporcionan a la sociedad no sólo experiencias filosóficas y culturales sino eminentemente políticas y de sistemas de gobierno ––lo que Gudmunsun titula “movimiento liberal de segunda generación”[3]… Miguel García Granados (1871-1873) y Justo Rufino Barrios (1875-1885) en Guatemala; Rafael Zaldívar (1876-1885) en El Salvador; Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa en Honduras (1876-1883); Tomás Guardia (1871-1882) en Costa Rica instauran modelos de Reforma que van a adelantar el reloj de la biografía histórica en buen puño de horas gracias a sus avanzados intentos de protección social, desempeño intelectual y respeto cívico a muchedumbres hasta entonces consideradas exclusivamente masa y no ciudadanos que tuvieran algo que decir para la construcción democrática. Incluso así, y como afirma Pérez Brignoli, “la adaptación acabó reemplazando a la revolución” deseada por los originales padres[4].
El tercer estadio puede ser atribuido, sin riesgo, al momento particular de la resistencia anti-imperialista que se gesta (más bien se renueva) en América en el decenio de 1960 y que teniendo como anticipo la repulsa a las dictaduras de los años 40 y 50 evolucionó gracias a la difusión de la experiencia social de la revolución cubana[5], y que luego de procurar conquistas esencialmente militares orienta, destina su esfuerzo, a las sociales[6].
Es cuando también se impone la política de “sustitución de importaciones” y los gobiernos del istmo invierten cuantiosas sumas en estímulo a la industrialización ––ya que el modelo que se escoge es el de producción masiva para agro exportación y no obligadamente para suplir necesidades de consumo interno.
Todo ello impacta directamente sobre la cultura práctica de día al día. La progresiva penetración de la radiodifusión (ondas Corta y Media), que nace en Centroamérica hacia media década de 1930, contribuye a modificar el panorama mental de los pobladores ya que, de pronto, intuyen ser parte íntegra, aunque no siempre comprendida, de cierta estatidad, esto es de pertenencia a un intrigante compuesto de identidad que la radio, al declararse estrictamente como local (“nacional, autóctona, propia, hondureñista”) sugiere.
Las transmisiones de Tegucigalpa tienen impacto contundente en la costa Norte, a 300 kilómetros de distancia (excepto por un puerto, que es Amapala, el Sur inexistía) ya que hermanan fibras de algo imaginado pero desconocido, que es la sospecha de cierta personalidad común (voces, tesituras, tonos, cortinas, preferencias musicales, seña radial) compartida pero no aún definida. Naciendo la sospecha además de nuevos héroes de lo cotidiano: los locutores a quienes más temprano que tarde se les reconoce acentos y cauda melódica, convirtiéndolos en ~suponiéndolos~ propios de la “catrachidad”[7].
Se les supone propios, adicionalmente, por diferencia con semejantes del exterior; la trenza cultural es múltiple, sutil y compleja.
Para inicios de la década de 1960 las emisoras radiales hondureñas son escasas, particularmente las dotadas con potencia electromagnética de alcance extra urbano: HRN “La voz de Honduras” y HRMH5 “La Voz del Junco”, la primera capitalina y la segunda sita en ciudad Santa Bárbara, cabecera del departamento occidental del mismo nombre, única por ser de campiña. Suavemente compiten HRP1 “El eco de Honduras”, HRQ “Radio Suyapa” y HRVW “La voz de Centroamérica”, más de carácter zonal y regional (costa Atlántica).
Eso propio se confronta, sin embargo, con fortísimos influjos externos culturales. Sobre el país llueven cada día ~particularmente de mañana y tarde, debido a particularidades atmosféricas~ las huellas radiofónicas de buena cantidad de emisoras de México (XEW), Cuba (CMQ), Guatemala (TGW) y Belice (el litoral Caribe parla inglés[8]).
Los habitantes de San Pedro Sula amanecen por 1965 con tempranos timbres de la “Sinfonía de los juguetes”[9] (¿Haydn, L. Mozart?), caracterizada desde la YSU de San Salvador, que es un despertador querido y puntual, mientras que al oscurecer son las telenovelas entre gótico y melancólicas de la CMQ cubana, las de Félix B. Caignet[10], que hacen padecer y llorar al angustiado oyente: “Chan Li Po y la Serpiente Roja”. “Aladino y la lámpara maravillosa”, El ladrón de Bagdad” y particularmente El derecho de nacer”, cuya primera transmisión data de 1948.
Debe haber sido cuando vocablos de la isla como “bohío, guajira, candela”, ejemplo, ingresan para siempre en la lexicología hondureña, si bien José Martí, de quien se dice estuvo en ciudad La Ceiba para dialogar con sus conjurados[11] en 1878, raro empleó la última.

II. Escenario cultural
Estamos pues ante un interesante cuadro de influjos múltiples culturales que caen encima de la costa Atlántica de Honduras, incapaz, por ausencia, de otras elecciones. El mundo va cambiando y la radio ~muy pronto la televisión a escala gris, en 1959~ “educan” con su nuevo lenguaje a una población a la que caracteriza un 80% de analfabetismo. La palabra jamás logró impactos tan graves, las gentes se derriten bajo la sonoridad matutina y nocturna, son códigos con los que no habían experimentado nunca y que por ende son cautivantes.
La percepción del ciudadano medio es casi mágica ante la tecnología: llegan la palabra y cuanto él desconoce de lo técnico: el efecto exclusivista y atrayente del medio, que te obliga a permanecer quieto escuchándolo, asistiendo a su dominante perversión hipnótica; a la cauda de las voces y la gravedad de quien narra la radionovela, honda y profunda, quieta y enérgica, rauda o mansa según iras de amor. Quien escucha sin percibir percibe que existen ciertos paratextos que no logra dominar ––ruido, música, fondos, toqueteos sobre lata o madera, percusiones, alientos, galopes, dolor, silencios, pausas–– que integran la escena sónica como en gran tablado teatral. Acontecen cosas, algo va a pasar...
En la década de 1960 azotan Centroamérica tres poderosos modificadores culturales. Son la minifalda, la píldora anticonceptiva y el Volkswagen...
Con la primera ~la corta pieza de moda (36 centímetros) ideada por Mary Quant~ la mujer adquirió por vez primera el derecho a mostrar la belleza de su cuerpo sin sentimiento de pecado, imposición varonil ni hipocresía. Los machos quedamos tanto sorprendidos como maravillados. El mundo ya nunca fue igual.
Mediante la pastilla anticonceptiva la mujer adquirió por inicial vez la potestad para regular su propia renovación genética. Fuera quedaron las advertencias eclesiales de que hay que tener todos los hijos que dios manda, que el sexo es pecado y que prevenir embarazos es criminal, conceptos medievales sufridos por nuestras abuelas.
Pero, surge la consulta: ¿y el Volkswagen, qué tiene que ver en esta relación cultural…?
Es que en la Centroamérica del siglo pasado los medios de transporte eran obligadamente de estilo rural: carreta, mula, diligencia. Era escaso el transporte masivo. El caballo fue sustituido, en las ciudades, por la bicicleta y sólo muy tardíamente por la motocicleta y el automóvil personal.
Y de pronto arriba al ocaso de la quinta década un vehículo no sólo de bajos costo y mantenimiento, enfriado por aire y ligero, sino que además con capacidad para trasladar de media a una docena de personas y la economía se acelera, los tiempos de compromiso se perfeccionan, el circulante adquiere velocidad, la sociabilidad se incrementa ya que las gentes se ven de cerca, apretujados o no, unos junto a otros y se conocen, se citan y comunican, posicionan negocios, se enamoran quizás... Nace la clase media.
El transporte del pueblo nunca fue tan democrático como entonces e incluso ~hacen la broma en Tegucigalpa~ los buseros aprenden a hablar alemán ya que para comprimir a los viajeros y conseguir más ganancia gritaban: “¡subann, siéntensen, estrújensen!…[12]

III. El complejo Caribe
Se deduce, por tanto, que la lengua debe estar sufriendo, por la época, simultáneos y particulares cambios de intensidad expresiva, y así es.
Términos y modos rurales viajan a la ciudad y se instalan en ella, en ocasiones con su original formato semántico-fonético (significado, pronunciación), en otros variados y, o, modificados. Pero a su vez, en el jugoso intercambio ya milenario de las voces de los hombres, y de sus intenciones, para adaptarse el campesino está obligado a practicar la lengua del amo o patrón citadino y al mismo tiempo a procurar que se acepte la suya, es decir su intrínseco estilo de enunciación y significación. Nacen los idiolectos, tan ricos en individualidad y emotividad según mayores o menores aglutinamientos demográficos[13].
Es así como en la costa Norte de Honduras, área atlántica, la suma de la migración del campo a la ciudad, la intervención de nuevos actores internacionales particularmente económicos, el influjo que desde los centros políticos locales y el hemisferio Norte se expresa en radio y luego en televisión, y muy singularmente la expansión de la cultura bananera, modifican a la vida del Caribe como en prácticamente toda Centroamérica ––cultura que es un compuesto demasiado complejo para reseñarlo acá, no es este su espacio, pero que comprende en términos globales nuevos modos tecnológicos de administración de empresas, disciplina laboral, metodología de producción, técnica de cultivos, siembra, fertilización y riego, manejo genético de plantas, comercialización, mercadeo, publicidad y transporte, así como importación de insumos pertenecientes a estilos habituales del primer mundo: trigo (Avena Quaker), maíz procesado (Corn Flakes), alcoholes exóticos (whisky y Bourbon, ron jamaiquino, ginebra), betún para calzado (Shinola), armas importadas de Hartford, Co. (revólveres Colt, machetes Collins), afeites (Glostora, Colgate), locomoción moderna (automóvil, ferrocarril, avión) e incluso peculiaridades íntimas poco recordadas de entonces (brasieres, blúmeres y condones, así españolizados, por ejemplo)[14].
El Caribe de Honduras es hacia los años de 1960 un conglomerado casi perteneciente al mundo de las cien y una culturas. El pueblo Garínagu (plural de garífuna) desterrado de isla San Vicente, Antillas menores, a isla Roatán en 1796, baila su propio ritmo fúnebre, que es la Punta y que en 1990 llegó a convertirse en éxito mundial (“Sopa de caracol”); los marinos costeños contratados para laborar en los vastos navíos de transporte petrolero procedentes de Texas imponen sobre el litoral e islas su obsesivo ruido de música country; sonidos como calypso, soca, ska, reggae inundan el ambiente; se habla en la costa Norte español y castellano (local y castizo de españoles migrantes), inglés (norteamericano, británico, beliceño y jamaiquino), francés, alemán y chino por viajeros y residentes foráneos; y un poco de lenguas de pueblos originarios (pech, lenca, tolupán, chortí, misquito, tawahka,. sumo, rama) podría ser escuchado si alguien tuviera fino oído para captarlo[15]
Con todo, y replicando aquello de que “la lengua es el imperio”, es en el ancho entorno de las empresas bananeras donde va a forjarse ––inmenso crisol–– el sumun de particularidades de lenguaje del Caribe hondureño, tema al que han dedicado intensos esfuerzos de copilación y comprensión valiosos profesionales de América y Europa[16].
Sobre tal campo lingüístico existen obras especializadas, por lo que sería repetitivo imitarlas. Baste decir que el objeto de este estudio no consiste en citar lo citable sino en procurar delimitar en marcos sincrónicos lo que la diacronía de la investigación lingüística aún tarda en precisar y que es el período (década, mejor lustro, ojalá año) en que determinados vocablos empezaron a ser empleados y popularizados.
Para misión tal se ocupa a cien investigadores o alguna memoria privilegiada, que es la mía. Por causas de particularidad genética ––venir a la vez de curiosidades étnicas Lencas originarias y de españolas, o sea mestizaje–– la palabra dicha incidió en mi experiencia humana con tal ardor histórico que casi puedo recordar la primera vez que la oí ––lo que no significa forzosamente que sea su origen sino algún modo de su instrumentación social.
Y lo primero que descubrí en tales palabras fueron los fuertes componentes de los andamios de la pasión.

Amor y sexo
Para la década de 1960 en los estratos estudiantiles locales ––como en los del entero mundo–– el lenguaje exhibía pálpitos de amor.
Se decía “cuevear” cuando un amante había logrado la inédita capacidad de acariciar partes pudendas de la compañera, vocablo grosero y mayoritariamente machista.
Significaba que ambos estaban ya “tirando”, esto es compartiendo modos de intimidad.
O bien “halando”, lo que implica la metáfora de un hilo que amantes ambos elaboran.
Y una vez iniciado el idilio pasaban además a “amontonarse”, es decir abrazarse, hacerse uno, “poner unas cosas sobre otras” (RAE), y podían afirmar que “andaban” (“ya andamos”, “andamos juntos”), o sea que eran novios. Personas ajenas podían afirmar lo mismo con una curiosa metáfora gastronómica, “esos ya están comiendo”.
Enamorar a alguien en esa década era “echarle el caballo”, expresión sin duda mexicana, tomada de las escenas cinematográficas típicas en que el jinete alza por la cintura a la joven, en la plaza, y la roba. Pero igual se decía “le voy a entrar”, “le estoy entrando” a Isabela (por ganarla, conquistarla), concurrente con la pregunta de alguien acerca de esa misma pretensión: “¿ya te dio entrada?...”
Entre adolescentes varones, cuando se lograba ver las interioridades de alguna malsentada se decía que había “enfoque”, o entre ellas, al observar la malicia del varón una advertía a la otra “tapate, componete, te están enfocando”.
Y obvio que numerosos vocablos habituales pasaron a adquirir nuevos significados: cuero y jamón eran adjetivos para una persona (varón o mujer) físicamente agraciada pero calzón (igual forro: gran / buen / hermoso) se refería mayormente a los glúteos femeninos.
Algunas marcas de productos pasaron a la lengua popular por ellas mismas, convirtiéndose en sustantivos: “véndame un sultán / un cadete” (condones Sultan y Opel Kadet).



Mundo bananero
Como ha sido señalado, las empresas de plantaciones fruteras ejercieron poderosa influencia cultural sobre el Atlántico de prácticamente toda Centroamérica desde inicios del siglo XX hasta aproximadamente 1970. Varios estudios retratan, desde diversos ángulos científicos y literarios, lo que fue la vida campeña (de campos bananeros) a lo largo de sesenta años, así como el producto social no siempre elogioso o admirable de dichas transnacionales en el istmo. Apodos aún vigentes, como “el pulpo”, aplicado a la United Fruit Company (“mamita yunai”), dejan ver un obvio signo de desprecio en su reminiscencia[17].
El lenguaje “bananero” es abundante y mayormente gestado desde el idioma inglés. El Académico de la Lengua Atanasio Herranz realizó estudios a profundidad de las formas verbales generadas y, o, degeneradas en aquel particular orbe de compañías millonarias y proletariado subalterno[18], quedando sus hallazgos incorporados al Diccionario de Americanismos (DA). En fecha reciente Armando García publicó “Los afluentes del río de sangre en los socavones del oro verde. Cultura, identidad y lenguaje”, que es un recuento testimonial de sus vivencias infantiles en los campos de banano, donde su padre era “draguero” (manejaba una draga).
Dado, sin embargo que el influjo de estos generadores lingüísticos estaba más bien disminuyendo desde la década de 1960 a 1970, es sumamente difícil, o arriesgado, atribuir alguno de sus vocablos a tales épocas. Valga decir solamente que muchos de ellos cruzaron la barrera de las generaciones y siguieron siendo empleados muchos años después, tales como el tren “pasajero”, usado en forma genérica para casi cualquier ferrocarril; idem el “machangay” (deformación local de merchant day y, o, de merchandise); pachulí para calificar cualquier perfume escandaloso y, o, barato; wachimán (watchman) que se siguió usando hasta tan tarde como el año 2010); yarda (the yard); chiflar (vigente, por silbar fuerte: de chifle, whistle of silver… etc.) y chifle como cargador o peine de municiones; dron (cubeta, tinaja, de drum); sontín (maldecir a alguien, echarle something); cheque (check, vigente, por listo, todo bien, “oquey”, ocay, pijudo, macanudo); jafa (de half, mitad del cigarrillo que se pide: dame la jafa).

Automóviles y transporte
Es obvio que la generación de términos alusivos a estas materias se incrementó velozmente en las décadas citadas de 1960 y 1970 pues fue cuando los vehículos automotores ingresaron masivamente al país. Y en este campo ocurre una validación interesante, y es que la mayoría de vocablos por entonces generados (adaptados y, o, deformados) prosiguen ejerciendo de metarrelatos y: (1) provienen mayormente del inglés ya que de fábricas anglosajones era su original procedencia, y (2) permanecen intactos o apenas modificados al presente.
Se ingresa a un taller mecánico, incluso tiendas, y nadie se extraña de escuchar: closh (clutch), maniful (manifold), choque (shock, por accidente), bómper (bumper), rin (ring), carro (car), yac (jack), panel (ídem), cardán (idem), o sus hondureñismos manudo (conductor novato o inexperto), gato, gata (por jack), treintero (porque el taxi cobraba en 1960 treinta centavos), cucarachita (Volkswagen), pitoreta (por claxon, corneta, idem choreta, no en DLE), andar en el doch (juego entre la vieja marca automovilística Doch y dosh o dos pies, andar a pie, a infantería, a pedal, a calcetín, a camello, a pincel); son competencia del contemporáneo verbo más horrible de la invención popular: restartear, para indicar que se reenciende (restart) una computadora.

Adaptaciones de voces internacionales
Antes era la guerra, hoy la tecnología el gran modificador del vocabulario americano en español. La modernidad introdujo réflex (sistema doble visual fotográfico), riel (carrete para magnet+ofonos y máquinas composer), yilet o yílet (navajilla para afeitar primitivamente marca Gillette), cótex (Kotex, marca), laman (agua de Lanman, ídem), blúmer (calzón), beibidol (baby doll, vestido de dos piezas para dormir), negliyí (idem pero exótico, sensual), pantis (monocalzón moderno), pantimedia (medias con calzón), listic (lip stick o tintura de labios), shores (shorts), y de las películas vaqueras de 1960: tikirisi (take it easy, o sea “tranquilo, no te muevas”) o sharap (shut-up: ¡calla!, silencio). Relacionados con música se impusieron en la época lonpleyin (long playing), caset (cassette), cartucho, otros.
Igual en el período los influjos fueron más allá de vocablos para generar modos expresivos compuestos (frases, oraciones, sociologemas) tales como calificar a una persona de haragán llamándolo “negrito del batey”, ya que este en la melodía popular alega disgustarle el trabajo, por ser castigo de dios; o titular las cárceles y estaciones de policía “rigolas”, en remembranza de la famosa canción (1959), con similar título, de Mario de Jesús y Los Melódicos que advertía que en la Rigola (cárcel habanera batistiana) asesinaban presos políticos; “juan charrasqueado” se convirtió en epítome del valiente y desgraciado, mientras que “la cama de piedra” era sinónimo de matrimonio pobre ya que “la mujer que a mí me quiera [aunque sin cama, el infeliz no posee una] me ha de querer de a de veras…”.
Y para concluir la década el ajusticiamiento del gobernante Rafael Leonidas Trujillo incorporó al lenguaje ya no sólo centroamericano sino continental cierto ícono referente, cual fue “el chivo”, apodo del tirano, a quien tras que lo acribillan los conspiradores el español Balbino García escribe la pegajosa canción “mataron al chivo / en la carretera” y desde entonces el deseo de acabar con cada chivo latinoamericano, esto es con cada dictador o sátrapa cruel, ya cuenta con su trova.

Modismos
El período es fecundo en idiotismos y regionalismos, si bien otros logran alcance nacional. El origen de algunas de estas polisemias es oscuro, particularmente su doble o nuevo significado. Así, la palabra mate, aparte de cuanto usualmente contiene (sin brillo  y bebida sudamericana) califica también una gestualidad exagerada (me hace mates: gestos, pangadas, musarañas), en tanto que el cuerpo policial acumula sobrenombres con que lo reconoce la población común y la de germanía: sus agentes son chirizos, la jura, fusepos (por la organización policial FUSEP), cuilios, chafarotes (militares).
Formas populares de aprobación son en la década chorris, tuanis, chorro, morrocotudo, cheque (de check, inglés) e incluso pijudo (de pija) que adjetiva algo positivo. Y por similitud, aquello que luce muy bueno es que está avión, cañón, de puyón, opuesto a lo irregular, torcido o malo, que es cuando se emplean términos como lumbo, pando, pandeado,
En FIGURAS DE AGRADABLE DEMENCIA el cuentista Roberto Castillo cita un vocablo de amplia circulación estudiantil en la década indicada, cual es pijie, que era el evento de coscorrones y palmadas dadas a los novatos en los centros educativos o bien a quienes lo merecían por público ridículo: “el acto del pijie se reagrupaba”, y que proviniendo lógicamente de pija, en cuanto sexo masculino (no cuña de madera), despertó cierta serie de asociaciones y conjugaciones obsesivas: pijería, pijinear, pijiando, pijín, pijazo, pijeo, pijiar.
Mario Berríos copia en PORTAL DEL INFIERNO un uso poco conocido del término pierna dentro de la experiencia militar

“Compañero de esta vida
de esta vida borrachosa
si eres cobarde échate a tierra
porque el cobarde requiere valor.
¡Pierna, pierna, pierna!
¡Pierna, pierna, pierna!
Ya se lo tomó
ya se lo tomó
¡Júa!”

Es en tales décadas cuando comienzan a popularizarse los estacionamientos pagados para automóviles y cuando la forma inglesa park se aclimata e impone. Del castellanizado verbo parquear (parquiar) surgen lógicamente parqueado y parquió, entre otros, que implican adicionalmente quedarse dormido profundamente (está en su habitación, bien parqueado). Similares adaptaciones son bróder (brother), camará (camarada), chero, pana (compañero, amigo) y el famoso refuerzo fáctico “no bufa” (no lo pregona, no fantasea: es valiente y no bufa).
Los calificativos personales de época son pintorescos: un niño sucio es que está embijado (embijao, achotado, de achote o Bixa orellana); quizás igual va chuña (descalzo, no tiene que ver con el ave sudamericana homónima) o calzado con chinelas (zapato urbano), y vive de choto (de gratis, mendicando), en tanto que bucloso (adolescente con bucle frontal, estilo Elvis Presley), como payulo (pálido) y musuco (de pelo ensortijado) definen a toda una generación roquera.
Habituales son otros tres términos por entonces: nace y reina el verbo agüevar (de huevo; el Diccionario de Hondureñismos, 2005, registra ahuevado únicamente, no con g), que habrá de durar hasta el siglo XXI y que define a alguien muy apenado, incluso deprimido por la vergüenza; se aceptan los salvadoreñismos zapurruco (no registrado en DH) que es despectivo para indicar persona de baja estatura, y, china, por niñera, por que chinea y no por tipicidad étnica.

Monedas y productos
La época es también abundante en denominaciones gastronómicas, tales como raisanbín (rise and bean; úsase similar casado, casamiento, moros); el famoso tapado, vocablo que tras ser un modo de cocina de haciendas (cocimiento bajo tierra y tapado con hojas de plátano) desde 1980 se vuelve presente en todo el país y en restaurantes. En cambio baleada no hace su aparición sino hasta la década de 1970 y con probabilidad comienza en San Pedro Sula.
La cultura culinaria centroamericana ha sido tradicionalmente del maíz, excepto en los enclaves bananeros, donde se introdujo desde temprano la harina de trigo. Con estas empezó la degustación de panqueques y wafles pero asimismo de una tortilla de harina plegada sobre porciones de huevo cocido, queso en polvo, frijoles molidos y al gusto chile, alimento de bajo costo que hacia el año citado se vendía a obreros en las calles, conocida simplemente como tortilla de harina.
Hasta que, según la leyenda, a una de sus cocineras, la mejor, le balacearon una pierna, al cabo de cuya sanación quedó apodada La Baleada, y de allí el nombre nuevo de su producto (vamos a comer donde la baleada).
Anglicismos españolizados en las bananeras desde épocas previas, particularmente de monedas, han sido abundantemente reseñados por diversos autores[19] y por dedicados a la numismática. daime, búfalo, tostón, real, cuis.

Nahualismos
Ha sido en décadas posteriores, sin embargo, que ha venido a conocerse ––lo que es como redescubrirlo–– que en los sedimentos de la lengua común centroamericana yace un profundo depósito de formas linguísticas que son empleadas a diario pero de las que, empero, no se reconocía la exacta procedencia[20].
Se trata de los nahualismos, voces que existen en el proceso de la comunicación casi como naturales pues responden a culturas de suma antigüedad, integradas ya por lo mismo a la memoria colectiva[21].
Lo simpático de este fenómeno lingüístico es su intensa capacidad de sobrevivencia. Según las investigaciones mejor avaladas la migración de pueblos mexicanos hacia el Sur del continente, es decir a la actual Centroamérica, aconteció desde alrededor de 600 años después de Cristo, siendo este un éxodo continuo que fue ocupando en formas pasiva o violenta anchos espacios de la geografía del istmo, con concentraciones mayores en el cono norte del mismo.
Fue así como Guatemala y particularmente Honduras y El Salvador se constituyeron en óptimos territorios para acomodar la citada migración mexicana, entendiéndose que es en parte por ello, por el antecedente guerrero de los mismos, que la resistencia indígena a la conquista española fuera tan férrea en estas zonas.
Tras el sometimiento, y al no poder controlar demografías tan dispersas, como tampoco hacerlas producir eficientemente, los castellanos decidieron concentrar al mayor número posible de indígenas en reducciones forzadas, donde mezclaron los diversos pueblos. Poco después, sin embargo, los mexicanos empezaron a escaparse y a integrar sus propios palenques o malocas, hasta lograr algún concordato pacífico con la autoridad real. Por ello muchos sitios poblacionales siguen llamándose “de mexicanos” hasta el presente.
Los nahualismos son, por ende, los primeros y los últimos aportes netamente populares a la lengua, específicamente en la costa Atlántica de Honduras, ya que es hasta la década de 1970 cuando los lexicólogos advierten de ellos, gracias a nuevas informaciones y profesionales venidos de México, donde su estudio cubría ya varias décadas. Hoy son parte tan natural de la comunicación humana, tan discreta podría decirse, que parece como si se invisibilizaran de tiempo en tiempo para volver a surgir cada vez más dentro en la conciencia de todos.
Ejemplos de nahualismos o nahuatlismos: cherche, chapudo, cipote, chigüín, chichí, churro, chichote, chira, chirajo…
Zunteco: (del nahua tzontl, cabeza, y ecatl, aire) especie de avispa negra;
Mecate: (del nahua mecatl), cordel o cuerda de cabuya, cáñamo…
Colocho (de colotl, alacrán), de pelo rizado.
Anacahuite (de anacahuitl, árbol de amate, Cordia boissierii).
Achín (de achí, poca cosa), baratero, vendedor de achinería o baratijas

Colofón
Se supone que el desarrollo de las sociedades, alentado por los avances tecnológicos y económicos, debe volcarse en mejoras sociales, aunque rara vez se espera que modifique al lenguaje, lo que sin embargo acontece. La presencia de tecnologías novedosas y del enclave bananero en la zona caribeña de Honduras significó una completa revolución en diversos aspectos comunitarios, incluyendo la lengua.
Pero además preparó a una sociedad rural y tradicional ––y por ende conservadora y poco propensa a cambios rápidos–– para aceptarlos y apropiarse de ellos, lo cual significa que sobre una base atávicamente adquirida ––las lenguas indígenas y particularmente los nahualismos––, y luego sobre una segunda capa impuesta, como fue el español, fuerzas culturales modernas (particularmente del idioma inglés) terminaron de conformar lo que podría ser titulado, sin temor a errores, una lengua costeña atlántica singular y dueña (constructora) de sus colectivos lexemas.
La vivencia personal permite testimoniar momentos “críticos” de tal proceso, pues aunque no sea un método ortodoxo practicado por la academia consigue capturas sincrónicas que ayudan a entender la íntima relación entre cultura y palabra en un momento dado.
El caso de la costa norte hondureña es por ende interesante: ratifica una experiencia idiomática ya ocurrida en otros espacios pero a la vez única por los insumos que participaron en ella. La conclusión es, pues, casi ritual pero necesaria: después de la existencia misma la lengua continúa siendo el ente vivo más extraordinario del planeta.



Bibliografía
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[1] Euraque estudia ampliamente este proceso y explica“la mayanización”, como constructo de identidad, en su obra CONVERSACIONES HISTÓRICAS CON EL MESTIZAJE…
[2] Hay numerosos ensayos que tratan este período y en que destacan los análisis de García Laguardia.
[3] Es cuando van a definirse las fuerzas de poder hegemónico que gobernarán uno u otro Estado en el futuro: conservadores y liberales, fenómeno que Gudmunsun define como “contienda intraclasista”.
[4] En “Preliminar” de HISTORIA GENERAL DE CENTROAMÉRICA… Tomo III
[5] Dícese “se renueva” pues es obvio que existe un pensamiento tradicional de resistencia latinoamericano, de siglos, cuya explicación excede a un trabajo breve como este pero del que puede conocerse su contextulización en el valiosísimo ensayo de Alicia Ríos (2002)
[6] Ver Torres Rivas. LA PIEL DE CENTROAMÉRICA.
[7] Marvin Barahona. HONDURAS EN EL SIGLO XX. UNA SÍNTESIS HISTÓRICA, y Marcos Carías. DE LA PATRIA DEL CRIOLLO A LA PATRIA COMPARTIDA.
[8] Rene R. Villanueva Sr. THANKS FOR CHOOSING LOVE.
[9] Interpretada por “Orchestra of the Light”, de James Light (1859).
[10] Félix B. Caignet Solom: Circuito CMQ S. A. aired “El precio de una vida” (1944), Ángeles de la calle” (1948), “Pobre juventud” (1957) and “La madre de todos (1958) (…) also produced Caignet’s most popular drama, “El derecho de nacer”, recounting the sad tales of Albertico Limonta and Mamá Dolores, making its debut on April 1, 1948, with stars María Valero and Carlos Badías. Wikipedia.
[11] En Julio de 1878 Martí ingresa a Honduras por occidente (Ocotepeque, frontera con Guatemala) y tras atravesar el país parte desde el puerto de Trujillo (Atlántico) un mes después. Ver además: Rubén Antúnez C. “Patriotas cubanos en el Departamento de Cortés”.
[12] Los seis párrafos finales de esta sección son tomados de mi conferencia “Convergencias culturales en la región y con Alemania. 30 años del servicio alemán de intercambio académico (DAAD)”. San José, Costa Rica, Mayo 13, 2015.
[13] Trabajo pionero en este campo, a fines del siglo XIX, es el de Alberto Membreño. Ver: HONDUREÑISMOS.
[14] El Caribe en general, y en particular el centroamericano, es inmenso y rico. “Durante el pasado equinoccio de Primavera asistí en la ciudad de La Ceiba, litoral Atlántico de Honduras, a la inauguración de la Casa de Cultura con que el pintor Julio Vizquerra abría al público una nueva opción de desarrollo intelectual. La Ceiba, a 403 kilómetros de la capital Tegucigalpa, es un puerto de 300 000 habitantes, sumamente alegre, donde se dice que el poeta colombiano Porfirio Barba Jacob concluyó su “Canción a la Vida Profunda”, donde José Martí conferenció con sus convidados a la revolución, temporalmente residenciados en Honduras —Máximo Gómez, Antonio Maceo, Flor Crombet— antes de emprender la gesta final; en que nació uno de los más vigorosos enclaves de ascendencia árabe asentados en América, y una ciudad que, curiosamente, lleva el nombre del árbol sagrado de los pueblos Mayas (Ceiba pentandra), que ellos consideraban como puente gnóstico entre realidad visible e Inframundo.
Los actos de inauguración incluyeron la presentación de un exquisito violinista nacional, Fernando Raudales, así como de una pianista salvadoreña y un tenor guatemalteco, quienes debieron competir con el oleaje cercano para hacer oír sus melodías clásicas. Luego el cantautor Guillermo Ánderson interpretó diversas composiciones a ritmo de punta y reggae; más tarde ocupó el improvisado escenario un cuadro local de ballet y el acto finalizó con doce bailarinas de raza negra, todas ellas de la tercera edad, que forman el grupo de danzarinas de Sambo Creek, una villa poblada por descendientes de garífunas exportados por los ingleses a la costa de Honduras desde la pequeña isla de San Vicente en 1796.
En esa cita se hablaba español, inglés, francés y garífuna, y un médico alemán, Sigfried Seibt, conversaba con su nieto instruyéndolo en ese idioma. Los invitados consumían vino francés, ron de Cuba, whisky escocés o cierto ponche en que no debía estar ausente el aguardiente local. Al concluir la velada se descubrió una hermosa fuente de paté de foie que los invitados no vacilaron en acompañar con cazabe, una especie de tortilla costeña mayormente elaborada con pasta de yuca”.
Escoto, J.. “Peso del Caribe en la literatura centroamericana actual”. Katholische Universität Eichstätt Zentralinstitut für Lateinamerika-Studien, Abril, 2002.
[15]En la costa Caribe llueve música. Desde el alba se encienden las radios y los aparatos de sonido, para despertar al día. A veces por la mañana se oye el son lento de un bolero, cuando amanece triste el alma. Pero usualmente bailan entre las palmeras el merengue y la salsa, y el sol se levanta sobre las brumas del mar al ritmo caliente del reggae.
Al mediodía los músicos unen soul y calypso, y con sus letras iniciales inventan el soca, para hacer fiestas tempraneras bebiendo coco y ron. Un rato después todo se acelera y se baila parranda de Belice, palo de Mayo de Nicaragua, tamborito de Panamá y vallenato de Colombia, o se desempolva un banjo comprado en Martinica para hacer un poco de biguine, de pop o funk. Las cabezas se mueven, los pies no cesan de toquetear, África llama desde la otra cara del espejo del mar. Un viejo desenvuelve entonces un CD (medio rayado) que adquirió en Aruba y el mar detiene su rumor de marea para escuchar una lengua nueva cocinada en holandés, portugués, inglés, español y algo de francés, el Papiamento, que nadie entiende pero todos danzan. Huele a pescado frito, un aroma inquietante que entra por la nariz y se queda en la piel.
Cae la tarde y alguien recuerda a Nueva Orleans tecleando al sax varios trozos de jazz. Un ferrocarrilero nacido en Martinique interpreta en creole algo de zouk, pringado con lamentos de spiritual. El aire trae recuerdo de un dios olvidadizo, de cariños rotos, de amores idos y océanos lejanos, el Caribe es demasiado grande para contenerlo en el corazón.
A la noche se baila compas y méringue de Haití, tristemente. Pero un trío de músicos garífunas viene por la playa y, antes de arribar, sus tambores rompen la penumbra interpretando punta, el son de fuego que comenzó siendo ritual funerario y que se destila poco a poco a la sangre como un potente licor, hasta el amanecer. Lejos se llenan de luz las islas del Caribe, brillan sus playas húmedas y penínsulas. La costa se hace una maravillosa lluvia de sinfonía tropical”. Tomado de: DEL TIEMPO Y EL TRÓPICO.
[16] Atanasio Herranz desde el punto estrictamente científico; Armando Garcia desde el confesional testimonial, Paca Navas de Miralda, Ramón Amaya Amador (Honduras) y Carlos Luis Fallas (Costa Rica) desde el narrativo novelesco; Carlos Izaguirre desde el poético conflictivo; Roberto Elvir Zelaya desde el botánico y forestal; las Memorias de la Fundación Hondureña Agrícola desde la experimentación en banano y plátano; Saravia desde la interpretación lingüística…
[17] Sobre la “banana republic” han sido escritos cientos de libros y ensayos. Valga recordar a: Krehm, W. DEMOCRACIAS Y TIRANÍAS DEL CARIBE (1984); Lee Woodward, L. CENTRAL AMERICA. A NATION DIVIDED (1976); McCann, T. UNA EMPRESA NORTEAMERICANA. LA TRAGEDIA DE LA UNITED FRUIT (1976).
[18] Los trabajos de Herranz, tanto investigativos, teóricos como analíticos, son fundamentales en el estudio del castellano en Honduras. Su bibliografía es amplia; al final de este ensayo se cita dos de sus libros más conocidos. .
[19] Izcoa. BILLETES BANCARIOS DE HONDURAS (1850-1950); Escoto. “Agregados al vocabulario de Prisión Verde”, en: CASA DEL AGUA.
[20] Las primeras menciones a “mexicanismos” (por veces llamados aztequismos) fueron hechas por Aguilar Paz. Ver: “Toponimias y regionalismos de Honduras”.
[21] “Nahua. ADJ. 1. hist. Se dice del individuo de un antiguo pueblo indio que habitó la altiplanicie mexicana y parte de América Central antes de la conquista de estos países por los españoles, y alcanzó un alto grado de civilización. // 3. Se dice de la lengua principalmente hablada por los indios mexicanos. // 4. Perteneciente o relativo a esta lengua. Gramática nahuatl. DLE.

23 julio, 2015

LA CULTURA
COMO EJE INTEGRADOR DEL DESARROLLO
Julio Escoto

© Documento para el “Taller-Consulta. Informe sobre Desarrollo Humano 2003”, de PNUD-Honduras.

“El prestigio de la Nación y el bienestar general serán promovidos mediante el reconocimiento de que las artes y el espíritu creativo que las motivan, y que ellas personifican, constituyen una parte valiosa y esencial de los recursos de la Nación.”
National Arts and Cultural Development Acts, 1964.

“La cultura es la primera víctima de la guerra o de la amenaza de guerra”.
E. R. Harvey.


Agradecimiento
Agradezco profundamente la invitación de PNUD para conversar con ustedes sobre una materia que no sólo nos concierne sino que comprende e involucra a todos los aspectos de la vida diaria, pública y privada; que norma las reglas de convivencia humana pero que, a la vez, es considerada por los tomadores de decisiones políticas como elemento de poca significación social.
Debo advertir tempranamente que esta no es una conferencia literaria y mucho menos magistral. Aunque conozco las técnicas para desarrollar una exposición agradable, pedante y deslumbrante, comprendo perfectamente que el objeto de esta reunión no somos yo y mi ego de escritor sino que lo que se desea es la producción de un insumo, una base coherente desde la cual partir para otras elaboraciones teóricas, así como para ciertas consecuencias practicas. Por ende, permítanme por favor asumir un estilo no tradicional sino el de la provocación intelectual, una búsqueda y no la reificación de grandes verdades. En síntesis, pues, abrir caminos para dialogar entre nosotros, no para monologar.

Indicios globales
Comenzaré con tres indicios reales, aparentemente sueltos, que más adelante trataremos de anudar:
Indicio 1) Una joven resulta embarazada y la familia pide conocer al novio. Este se presenta pero semanas después elude toda responsabilidad. La familia entonces contrata a un sicario para matarlo ya que no puede soportar la ofensa a su honor social.
Indicio 2) Los varones no besan a las prostitutas que contratan.
Indicio 3) Durante el gobierno español el deporte más practicado era engañar al sistema. El mestizo, más vivo que sus amos, se sumaba así a la resistencia contra el colonizador.

Estos indicios, que reflejan ciertos estamentos particulares de nuestra sociedad, y de la Latinoamericana en general, y del mundo en globalidad, nos aproximan a la pregunta que sin duda ustedes han de estarse formulando: vinimos a hablar de cultura y desarrollo, ¿qué tiene que ver esto con cultura y desarrollo?

I.- Precedentes
Durante siglos tal palabra —cultura— no existió, como tampoco los antiguos empleaban ni comprendían términos tan vastos como “fama”, “ideología”, “pensamiento científico”, “desarrollo histórico” y “humanidad” (1). La relación entre, por ejemplo, mecenas o patrocinadores con artistas se establecía usualmente en carácter individual, simple transacción de objetos representativos (dinero versus obra de arte) sin que se diera —excepto en casos excepcionales (Principado de Baviera)— la visualización de una continuidad estética más allá de las personas. Las escuelas góticas, renacentistas o barrocas, para el caso, se sistematizaban a partir de los temas tratados, de ciertas técnicas utilizadas (sombras, luces, ornamentos), de tendencias coincidentes o de un planteamiento filosófico ante la realidad, no del amplio y moderno concepto de permanencia cultural.
Debió arribar el siglo XIX para que las explicaciones economicistas, particularmente del Marxismo, aplicaran a la productividad artística el concepto de trabajo y, consecuentemente, de objeto de cambio, de plusvalía y de acción conectada en alguna forma con el proceso ideológico de la sociedad, tornándola ya no sólo en fruto de una concepción individual sino en reflejo, quisiérase o no, de lo que estaba ocurriendo simultáneamente en la comunidad. El psicoanálisis freudiano contribuyó a profundizar la idea del arte tanto como emanación concreta de los fenómenos internos del autor, así como participante de una personalidad o memoria colectiva inscrita en el imaginario de grandes grupos particulares o de toda la urdimbre mundial. La idea de cultura, entonces, es reciente y tiene que ver muy íntimamente con esos estatutos filosóficos y científicos de reflexión.
Con todo, debieron transcurrir muchas décadas del siglo XX para que se produjeran dos interesantes sucesos. El primero de ellos fue la iniciativa del reino inglés para contribuir al impulso de la cultura, habiendo creado para ello, en 1939, el Council for the Encouragement of Music and the Arts, que dedicado a “salvaguardar la tradición” procuraba facilitar que las masas tuvieran acceso a las artes en general, particularmente las escénicas (2). A este le sucedió el Art Council (1946) con función de promover financieramente las artes y las letras.

Simultáneamente el Estado alemán, al entrar en posguerra, creó los Consejos Municipales de Cultura, enlazados con los ministerios de cultura de los diferentes Länders o provincias federadas, a su vez apoyados por la Secretaría de Cultura del país (3). En Francia se fundó, bajo De Gaulle (1959) el Ministerio de Asuntos Culturales (Ministerio de Cultura y Educación) (4) con fines precisamente definidos:
(a) unificación de propósitos nacionales, (b) “hacer accesibles las obras maestras de la humanidad y de Francia al mayor número posible de franceses” y, dado que este es en realidad un ministerio “de Identidad” (5), (c) administrar la construcción de la imagen que los franceses tienen de ellos mismos, conservando su identidad cultural.
En 1964, bajo la administración Kennedy, fue formalizada la Dotación Nacional para las Artes (National Endowment for the Arts) en Estados Unidos (6).
El Consejo inglés se propuso que las instituciones culturales fueran tan independientes como se lograra; los alemanes especificaron su deseo de que la cultura fuese una actividad neutra y liberal de parte del poder público; los franceses concibieron a la cultura como el elemento de salvaguarda para la grandeza de su país.
Si se observa, sin embargo, se habrá notado que, hasta ese momento de evolución, toda la labor de los ministerios indicados, así como la visión de Cultura, ronda pivotalmente alrededor de las artes estéticas. 
En Agosto de 1970 habría de darse el segundo gran acontecimiento. Durante la Conferencia de Venecia convocada por UNESCO (7) se escenificó un cambio fundamental en la concepción de Cultura como componente de la vida individual y social del hombre, pues por primera vez comenzó a hablarse de cultura como derecho humano, como conjunto de valores éticos y jurídicos, como identidad y como defensa ante el influjo de culturas mundiales dominantes. Venecia principió por reconocer el derecho de las naciones a ser respetadas tanto en su unidad como en su pluralidad cultural, a la validación de su diferencia con la educación formal —con la que sin embargo mantiene nexos inseparables— y, sobre todo, a la visualización de Cultura como algo más que artes y ocio, es decir a su papel integral en el logro de la calidad de vida y como partícipe concomitante en el proceso de desarrollo material.
Estos principios, ya ampliamente aceptados como nueva filosofía de Cultura, fueron validados en la Conferencia de Bogotá (8) en 1978, donde además se incorporó otros extraordinariamente significativos, tales como:
(a) la integración de los valores culturales en los procesos educativos, y, (b) participación en la vida cultural y papel de la comunicación,
con lo que solidificó para siempre la autonomía de la materia cultural, separándola, aunque no divorciándola, de la concerniente a educación.
Durante las sesiones generales se trató además tres nuevos campos disciplinarios, los relativos a:
(a) dimensión cultural del desarrollo, (b) pluralismo cultural y unidad nacional, y, (c) preservación del patrimonio cultural y de sus valores ligados.
La delegación argentina introdujo en la Conferencia de Bogotá, además, asuntos que no habían sido contemplados con profundidad en previas experiencias, tales como la diferencia entre la democratización de la cultura y la búsqueda de una democracia cultural, la necesidad de “consolidar la identidad cultural como nexo que vincule al pasado, el presente y el futuro” (9), y la urgencia de promover la legislación cultural.
Previamente y en Oslo (1976), ya se había proclamado que la política cultural debía ser un instrumento para mejorar la calidad de vida de las comunidades urbanas y rurales y que Cultura sólo podía entenderse como dimensión dirigida “al desarrollo de los valores humanos, la igualdad, la democracia, el mejoramiento de las condiciones de vida, la libertad de expresión” y, sobre todo que “la política cultural no debe limitarse a medidas tendientes a desarrollar, promover y ampliar la difusión de las artes; debe, reconociendo la pluralidad de nuestras sociedades, conferirle una dimensión complementaria exaltando el respeto a la dignidad individual, de los valores espirituales, de los derechos de los grupos minoritarios y de su expresión cultural” (10).
La Convención en Oslo originó una especie de cataclismo conceptual entre las visiones clásicas que hasta entonces se tenía de Cultura. Partiendo de su experiencia altamente socializante insertó el tema entre las necesidades de la colectividad nacional, lo describió en forma horizontal, no vertical gubernativa como hasta entonces, y dedicó párrafos especiales al papel y responsabilidad social de los medios masivos de comunicación (11).
Con sus conclusiones la percepción exclusivamente esteticista de Cultura varió al insertársele dentro de las preocupaciones políticas, económicas, ambientales y de comunicación que forman parte usual de los problemas del desarrollo. Es más, se le integró a la vida humana real —es decir la diaria, la de la comida, el vestido, la migración, el trabajo, la salud— y le dio una dimensión constructiva, no sólo de ocio y placer. Abriendo el debate hacia la cultura como componente de la experiencia democrática, la liberó del dominio exclusivo de los gobiernos y los artistas para volverla fórmula complementaria de la acción comunitaria y revirtió el proceso: ya nunca más, excepto en círculos conservadores, se habló de Cultura como el derrame que las elites debían verter sobre la población, al estilo Luis XIV, y se la definió como participación global, como vivencia humana y fundamento cohesivo sobre el cual se erige la identidad —y por tanto la libertad— de una nación.


II.- Culturas
La relación anterior era obligada para que entráramos en materia pues nos sitúa desde ya en el conocimiento del camino que la noción de Cultura debió transitar desde su primigenia base artística a la noción de instrumento de desarrollo.
Muchos conceptos emanan de esa historia previa y, aunque no pueden ser desarrollados todos, ciertos de ellos merecen una revisión especial.
En primer lugar, es obvio que Cultura significa algo más que arte pero que no se desliga de él. Como ha sido repetido tantas veces, el arte es el vehículo más fluido para difusión de valores y de allí que no exista política cultural alguna sin que recurra a sus instrumentos de transmisión.
En el contexto moderno Cultura se entiende entonces como lo sintetizara la Comisión Presidencial de Chile en 1997, esto es, como el eje de equilibrio entre las fuerzas del desarrollo económico y el cultural, ya que se pretende: “desde el punto de vista internacional, un país abierto al mundo de la globalización y enfrentado a un desarrollo vertiginoso de nuevas tecnologías, y, desde el punto de vista interno, una sociedad que exige resguardar y respetar sus diversas identidades culturales y que se propone el desafío de lograr un equilibrio entre crecimiento económico, desarrollo cultural y equidad social.” (12).
Pero, ¿por qué Cultura es, en esos términos, considerada un eje de equilibrio entre fuerzas económicas y culturales?
Según García Canclini, se puede sistematizar seis modelos en los cuales se ha asentado usualmente la visión de Cultura:
1) La primera es el mecenazgo liberal, que apoya la “alta” cultura (de élite) pero que no establece estrategias globales para resolver los problemas, dejando de lado el tratamiento de la cultura popular y la cultura de masas.
2) El tradicionalismo patrimonialista, que se concentra en el folclore como signo de identidad nacional pero sin espacio para los aspectos conflictivos de las clases.
3) El estatismo populista, que privilegia a la cultura popular siempre que resida bajo control del Estado, el cual fija políticas y se erige como representativo único de todo lo nacional.
4) La privatización neoconservadora, cuyas empresas privadas, transnacionales y sectores tecnocráticos buscan reorganizar la cultura bajo las leyes del mercado y del consumo de bienes, retirando al Estado de cualquier intervención reguladora.
5) La democratización cultural, que concibe las políticas culturales como un programa de distribución y popularización del arte, la ciencia y otras formas intelectuales, facilitando el acceso igualitario a todos los bienes culturales, y,
6) La democracia participativa, que, según palabras propias de Canclini, “defiende la coexistencia de múltiples culturas en una misma sociedad y propicia su desarrollo autónomo y relaciones igualitarias de participación. Promueve la participación popular, la autogestión de actividades culturales y el desarrollo plural, intentando que los propios sujetos produzcan el arte y la cultura necesarios para resolver sus problemas y afirmar o renovar su identidad”. (13).
El mundo, sin embargo, no es plano, las categorías no son absolutas, y si se pudiera conservar los rasgos positivos de cada modelo quizás ingresaríamos a una síntesis propicia para la particular situación latinoamericana o del tercer mundo, una donde pudieran coexistir el mecenazgo con respeto a la individualidad, el fomento del folclore sin anclarlo como única expresión vital, la política de estímulo estatal, la participación de la empresa privada, un alto sentido de democratización de la cultura mediante su acceso igualitario, y a la vez asegurar la participación del ciudadano común en su gestión y desarrollo. Sin privilegiar a ningún modelo, esto sería lo ideal.
Ciertos supuestos deberían formar parte insoslayable de esa nueva concepción de Cultura para efectivamente constituirla en eje del equilibrio del desarrollo, a saber:

III.- Aproximaciones
A.- La concepción de Cultura como expresión tangible y en transformación de la forma de ser de una colectividad particular, donde se integran, negocian y desintegran a la vez diversos esquemas de vida y de apropiación de la realidad. Esa expresión se manifiesta a través de hábitos, costumbres y comportamientos, actitudes ante el mundo, formas de religiosidad y conductas de relación social, impregnado todo por prácticas y discursos que denotan un acercamiento constructivo o depresivo ante la existencia.

B.- La consideración de Cultura como un tejido vivo en que se antagonizan o reconcilian consideraciones sobre el pasado y el presente y que modelan por ende alguna visión del futuro.

C.- El entendimiento de que toda cultura particular tiene como residente básico memorias inmediatas y pasadas, a través de cuyo recuerdo o desecho se estructura una personalidad colectiva. Sabiendo reforzar esas memorias se puede acrecentar la autoestima de la población o inmovilizarla, ya sea con intenciones de romper o salvaguardar un status quo. En Francia las alusiones permanentes a su grandeza (grandeur) pasada nivelaron una autopercepción positiva entre los habitantes, permitiéndoles ascender a nuevos niveles de conciencia, mientras que en Bolivia y Perú la insistencia en la grandeza indígena ha contribuido más bien, en parte, a asegurar esquemas de explotación y subdesarrollo incompatibles con la modernidad.
Brasil es un caso cautivante: aquejado por graves problemas de desarrollo, dueño de enorme población, viciado en su tránsito por gobiernos civiles y militares que le extraviaron el rumbo, está por ascender a potencia mundial. Dentro de los países latinoamericanos es uno de los más distinguibles por su personalidad nacional, su impresionante capacidad creadora y su visión de empuje y lucha en la construcción de su identidad. Las experiencias de Brasil son valiosísimo modelo para otras naciones.

D.- Debemos contemplar también el conocimiento de que toda cultura opera, se transmite, y pervive o degenera, mediante lenguajes fuertemente simbólicos. Esos lenguajes comprenden una amplia gama que no alcanza a ser tratada aquí pero usualmente se estructuran bajo formas de íconos complacientes o repulsivos (Francisco Morazán o la “traición” española contra Lempira); representaciones de ansiedades y miedos a través del imaginario popular (la Sucia o Siguanaba, el Cadejo, el Sin-Cabeza); exageraciones zoomórficas que delatan otra vez incertidumbre y ansiedad (en la costa Atlántica se convive normalmente con la chinche del mal de Chagas pero se aplasta inmediatamente que aparece a la Mantis religiosa o “palito”); visualizaciones religiosas que van desde el evangelismo estricto a la catolicidad no practicante, y del monoteísmo ortodoxo al politeísmo disimulado (beatos, vírgenes y santos); un condensado cultural sólidamente articulado que se da en la literatura y las artes en general, así como ciertas otras formas más difíciles de plantear, por ejemplo la figura modelo del “vivo” mestizo, del ciudadano de la época colonial que tenía la gracia —pues eso era, una gracia— para engañar y subvertir al sistema podándole el pago de impuestos, negándose a ellos o asumiendo rebeldías de independencia. Cuando uno se detiene a considerar por qué el capitalino y los habitantes de Sonaguera figuran entre los más resistentes a pagar tributo, debe remitirse a la historia colonial: en ambos polos era donde se daba más insistentemente el contrabando y el antagonismo al dominio imperial. De allí se puede deducir, además, la razón de que en la actualidad se admire tanto al “vivo” que se enriquece a costillas de los demás burlando las regulaciones, una actitud que se condensa brillantemente en la frase moderna: “ese le entiende al trámite”.

E.- Los lenguajes simbólicos pueden ser administrados (manipulados) similarmente en forma constructiva o expoliativa. En tanto que la pretenciosa campaña de “gran ciudad” en San Pedro Sula aspira a reforzar cierta percepción autonomista de que goza el costeño, y que parte de raíces históricas, o bien en tanto se ensalza a Copán para atraer la atención sobre su rico patrimonio arqueológico, las campañas publicitarias sobre libertad e informalidad de que goza actualmente la juventud ayudan a vender mayores volúmenes de pantalones jean y cosméticos, o bien se asocia imprudentemente la firmeza de unos senos y glúteos juveniles (14) con la robustez de alguna cerveza. Esto hace pensar muy seriamente que mientras los analistas nos embarcamos en disquisiciones teóricas acerca de la Cultura, las fuerzas de producción de bienes comerciales hace largo tiempo que dedujeron su aplicación práctica. Debe considerarse su lección.

F.- En el estudio sobre la formación de una cultura debe tomarse profundamente en cuenta el impacto articulativo que ejerce siempre la ambientalidad natural, un factor que frecuentemente es desestimado al considerar la materia. La calidad de luz, por ejemplo, influye en forma directa no sólo sobre la expresión plástica sino sobre la condición anímica general; la ruralidad o las concentraciones urbanas condicionan irreversiblemente a la personalidad colectiva; la mayor o menor estadística de riesgo con respecto a desastres naturales forja diferentes visiones de mundo e incentiva una actitud estacionaria ante la vida o de aceptación transicional (el carpe diem, vivir el momento); la altitud geográfica construye igualmente actitudes de encierro y resguardo sobre los valores tradicionales, como en las comunidades montañesas, o de apertura, oxigenación y rompimiento, como en el litoral. En todo esto es esencial reconocer que las culturas aglutinan no sólo experiencias conscientemente asimiladas por el individuo y la masa (la historia, por ejemplo) sino también percepciones geofísicas que no se pueden controlar.
El caso de Holanda es modelo: su población se habituó al conocimiento de que habita permanentemente un territorio ubicado a siete metros bajo el nivel del mar, de equilibrio extremadamente frágil, de peligrosidad diaria, y por ello, o contra ello, el holandés desarrolló la cultura más tolerante del planeta. Una práctica interesante entre nosotros sería confrontar las cosmovisiones de los ciudadanos de La Esperanza y de Langue, para aquilatar sus acondicionamientos al influjo climático.

G.- Un aspecto de suma preocupación para estudiosos del tema es el vínculo entre cultura y ética. Con mucha frecuencia se unifica a ambas y se habla de “cultura de la violencia”, “cultura alcohólica”, “degeneración cultural” o “nación sin cultura” para referirse a ciertas deficiencias morales y de urbanidad. Esta es una vertiente sumamente delicada ya que hasta donde se conoce no existen pueblos inmorales sino inducidos a la inmoralidad. Con excepción de patologías individuales, no hay referencia alguna a macrosociedades o grandes colectividades genéticamente inclinadas al mal y, aludiendo más bien a subculturas o contra-culturas, tales términos lo que reflejan es frecuencias y tendencias, estadísticas crónicas acerca de determinados desórdenes sociales.
Toda sociedad, incluso las primitivas, desde luego que se rige por éticas. Estas se estructuran sobre un canon aceptado de permisividad, oral o articulado en códigos, dependiente a la vez del grado de respeto que se le tenga y de su aplicabilidad, o sea de la capacidad social para ejercer esa ley aceptada y reforzar su vigencia, retornando a los límites y normas estipulados al transgresor mediante formas consensuadas y compulsivas cuya función es desarrollada por los aparatos ideológicos (AIE) y los aparatos represivos (ARE) del Estado (15).
Desde el punto de vista general este es quizás el aspecto más polémico de la cultura hondureña, preocupación que se refleja en la observación tan repetida de que “hemos perdido valores” y que se escucha a diario. 
La frase revela un intenso contenido de comprensión popular sobre lo que es Cultura. Acepta inmediatamente que existimos dentro de una red de valores que en algún momento o momentos hemos forjado y que validamos como reglas para convivir. Que esos principios sociales nos permitieron durante algún período algún tipo de estado o equilibrio de reducidas tensiones, o sea de ansiedades y temores manejables. Pero que también en algún instante ese balance se rompió y extralimitó la capacidad que la población tiene para vivir con incertidumbre, acentuando a esta y poniendo en duda o volviendo obsoletos a dichos valores.
Este es un autodiagnóstico extraordinario y de incalculable valor, inigualado por el mejor psiquiatra. El cuerpo vivo que es la sociedad nos está diciendo dónde residen sus pesares, cuál es su mayor dolencia, y la dolencia es cultural. No repite “perdemos vidas todos los días por la violencia”, o “perdimos viviendas y escuelas por el Mitch” u otro desastre, sino que se lamenta de haber extraviado valores.
Hay cien deducciones que se pueden extraer de esta observación pero baste una sola: en la misma frase donde la sociedad se queja de haber sido desorganizada su red de principios comunales nos está pidiendo que se la restituyamos, es decir, advierte con alarma que no puede seguir sosteniendo su estructura o tejido, que no puede construir, trabajar o elaborar el futuro si no se le vuelve a dotar o se le refuerza su canon de comportamientos aceptados. Está reclamando pues liderazgo, una nueva moral, un refrescamiento de su plataforma ética, ya que sin esta toda la edificación física, material y económica queda sin sustento, sin asidero y respaldo. Ahora se comprende por qué este Taller posiciona a la Cultura como eje del desarrollo.

H.- Con el tiempo y los recursos suficientes toda cultura puede ser modelada. Adolfo Hitler, valga tan triste ejemplo, levantó de la postración a Alemania, mientras que Winston Churchill desarrolló entre su gente una energía tan vasta de resistencia que no se le pudo doblegar.
Varios son los actores tradicionalmente ocupados en modelar culturas, siendo protagónicos los líderes religiosos, los del Estado, los educativos y, al presente y por sustitución, los medios masivos (16). La historia de Honduras es interesante en ese aspecto. Desde la época colonial hasta la integración del Estado independiente (1840) el órgano rector de modelación social fue la Iglesia; durante el período republicano cobró relevancia paulatina la orientación del Estado y su circuito pedagógico, hasta finales de 1960 en que los medios masivos (radio al inicio, televisión después) no sólo compartieron esa función sino que en algunos estamentos (de iletrados, por ejemplo) asumieron en casi totalidad la tarea “formativa”.
La sociedad hondureña pasó, así, por diversas etapas de estabilización y aceleración en el proceso de construcción de su identidad nacional. Durante su fase mayoritariamente rural los cambios de percepción fueron usualmente exógenos y de origen lejano (colonialismo, liberalismo); durante la república las fuerzas políticas modificadoras se hicieron más cercanas (Doctrina Monroe, Marcus Garvey, revolución rusa), mientras que tras mediar el siglo XX el motor del cambio surgió en gran parte desde abajo (revolución cubana, esfuerzos internos por superar a las dictaduras militares, por recobrar el gobierno civil, por los derechos humanos y la democratización) coincidente con una pronta urbanización y un acceso más libre a la información universal. Todo esto comprendido desde luego en términos amplios y relativos.
La cultura nacional, que es decir la identidad local, se modificó pues a pasos acelerados en el siglo anterior. De aquella estructura tranquila y estable que había sido el Ser hondureño se pasó a una agitada ebullición social, o sea cultural. Nuevas ideas roturaron los esquemas fijos, la minifalda y la pastilla anticonceptiva trastocaron de plano las fórmulas de interacción sexual, la mayor densidad demográfica y la mayor concentración urbana despertaron nuevas necesidades culturales, otros apetitos que el cine y la televisión se apresuraron a satisfacer. Y es en ese instante, hacia 1970, cuando la burbuja tradicional se rompe completamente, maduran generaciones que desconocieron a las dictaduras y las guerras civiles, generaciones ajenas a la herencia del odio familiar partidarista, deseosas de inaugurar su propio mundo.
Y como la iglesia se ha desprestigiado, anquilosada en su propia repetición; como el Estado abandona su papel conductor o bien muestra un liderazgo sucio y corrupto; como la escuela está volcada hacia el pasado y ha extraviado dignidad, el polo único que queda —moderno, global, innovador, fresco, inventivo— es la televisión, pero la televisión ha sido copada por comerciantes, no por educadores, y las consecuencias de ese desfase son las que estamos sufriendo hoy.
Es imposible abarcar las grandes implicaciones de este tema pero valga concluir que si los medios masivos hubieran sido administrados éticamente durante 25 años para hacer que se dignificara a la población, y no para viciarla y enajenarla, el proceso cultural hondureño, y por tanto el reforzamiento de su identidad, se encontrarían hoy en un estadio superior (17). Como señalara el Consejo Superior del Audiovisual de Francia en 1980, dado que la identidad nacional es imagen, la imagen que los franceses tienen de ellos mismos, “y siendo que el audiovisual juega un rol enorme en la construcción de dicha imagen, debe entonces ligarse a la cultura con el fin de conservar la identidad cultural nacional”. (18).

IV.- Conclusiones
Hay muchos más elementos que podrían ser analizados pero esto es sólo una conferencia, no un curso intensivo sobre el tema cultural, del que ustedes sin duda, por sus valiosas profesiones e investigaciones, conocen más que yo.
Existen ciertas tareas que los trabajadores de Cultura —u Operadores de Cultura, como se les llamaría hoy— están obligados a tomar en consideración. Un Apéndice, alimentado desde diversas conferencias intergubernamentales, las enlista parcialmente al final de esta plática para su posterior reflexión.
Pero también podemos extraer otras deducciones básicas.
1) Para comprender el fenómeno hondureño y asignar a la Cultura el papel de eje de desarrollo es urgente precisar la estructura de las necesidades culturales de la población. Obsérvese bien que no he dicho “precisar las necesidades” sino “precisar la estructura de las necesidades culturales” pues las mismas no existen aisladas sino que rotan en torno a un proyecto de nación que, aunque no haya sido escrito, supervive allí en el condensado psíquico de los habitantes.
2) Ello permitirá recalcar que sin desarrollo cultural no existe desarrollo integral. Los pueblos necesitan administrar saberes cada vez más avanzados sobre el dominio político para robustecer a su estamento político; mayores conocimientos económicos para exigir la orientación o reorientación de su economía nacional; mayor teoría democrática para ejercer debidamente la práctica democrática; mayor percepción de ellos mismos, de su autoestima y su identidad para no hipotecar sus bienes naturales, entregar la soberanía o sucumbir ante culturas poderosas. Sin educación popular, y por tanto cultural, pueden darse diversos avances pero no dignidad y progreso.
3) Para alcanzar esos objetivos debe privilegiarse, sin concesiones de ninguna clase, la libertad de información, de comunicación, de reunión y de expresión a sus más altos niveles.
4) El desarrollo cultural debe asumir prioridad. No porque así lo estimemos quienes nos ocupamos de esa materia sino porque ningún cambio social es posible sin antes haber sido concebido y apropiado por las fuerzas protagonistas del cambio. La primera transformación se opera en la psiquis de los transformados pues con ello se asegura la voluntad, la disposición y la energía para efectuar variaciones al status quo. Es además el mejor estímulo para la creatividad popular, que una vez despertada y sostenida es inacabable, conduciendo a un mundo mejor. La forma de lograrlo es solamente a través de la democracia cultural (19).
5) Democracia cultural implica participación. Participación genuina en la elección política y económica pero también en la escogencia de los contenidos de los medios de comunicación, en la apertura de dobles vías para la reflexión y la crítica, en la instauración de vehículos de expresión (plazas públicas, acceso a los medios, formas independientes) que faciliten oxigenar el pensamiento social. La cultura es un ente vivo que necesita manifestarse, condensarse, radicalizarse, conciliarse, y ello sólo es posible en libertad. Libertad para tratar temas religiosos y sexuales, anodinos o sustanciales, profundos y vanos, es decir la libertad para disfrutar de la libertad. (20).
6) Entre nosotros debe imponerse un énfasis vigoroso, inclaudicable y persistente sobre el papel constructivo o destructivo que practican en el presente los medios de comunicación. Dado que no podemos aprobar la conclusión del FONAC de que se requieren 25 años de educación formal para transformar a la sociedad —lo que es una operación eminentemente cultural—, veinticinco años que no podemos esperar, debe también aceptarse que hay otros recursos disponibles para acelerar ese proceso y que pasan inevitablemente por los medios masivos. Si se utilizan la radio y la televisión para educar y formar culturalmente al país hasta cierto nivel deseado de cambio, se producirán frutos medibles en cinco a siete años, bajo objetivos precisos, y no hay razón o excusa para no ponerlo en práctica excepto los compromisos que existen para no afectar intereses privados y mezquinos.
7) Finalmente es importante aproximarse a la comprensión de nuestra cultura desde una óptica interdisciplinaria, ya que es imposible abarcar todas sus facetas con un solo ángulo científico. Para aprehender ese fenómeno complejo necesitamos la colaboración plural, propia de los hoy llamados “estudios culturales” y que convocan a un solo tablado los oficios de la sociología y la antropología, la semiótica y las artes, la filosofía y la ciencia, la estadística e incluso la medicina forense, es decir, el conocimiento universal. Muy propio, muy al estilo moderno pues nadie se atrevería a extraer conclusiones definitivas sobre la personalidad de un pueblo —que eso es en realidad Cultura— sin abarcar todos sus aspectos.
Gracias por su fina atención. Como dije al principio, esto es sólo una provocación intelectual y por lo tanto quedo atento a sus reacciones. Hablemos entonces.


NOTAS
(1) Passim. J. Escoto. EL OJO SANTO, LA IDEOLOGÍA EN LAS RELIGIONES Y LA TELEVISIÓN, Tegucigalpa, UNAH, 1990.
(2) El CEMA partía de antecedentes muy prolongados. Ya en 1891 y 1892 habían sido legisladas la Museums and Gymnasium Act y la Public Libraries Act. Desde 1925 toda la radiodifusión había sido catalogada como servicio público dedicado a fortalecer la salud espiritual de la nación.
(3) En Alemania la inversión cultural se establece sobre la Base Presupuesto/Población. Así, en 1967, cuando se inició el sistema, el promedio dedicado a ese fin era de 27 Marcos presupuestarios por habitante, de los cuales el mayor aporte era municipal. La radio y la televisión fueron administrados desde entonces por los Länders. Hacia 2000 la inversión presupuestaria en Cultura se aproximaba a los 6000 Euros por habitante.
(4) Con antecedentes históricos en el mecenazgo real de Luis XIV, el Colegio Real, la Academia Francesa, Biblioteca Real, Academia de Roma, Manufactura Real de Gobelinos, Comedia Francesa y, durante la Revolución, la conversión del Palacio Real de Louvre en Museo nacional, entre otros.
(5) E. R. Harvey. ESTADO Y CULTURA, UN ANÁLISIS A FONDO, Bs. As. Depalma, 1980. p. 80.
(6) Otras instancias relativamente contemporáneas fueron: Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (México, 1946); Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (Brasil, 1937); Casa de Cultura de Ecuador (1945); Instituto Nacional de Bellas Artes (Venezuela, 1960); Instituto Colombiano de Cultura (1968), otros.
(7) Conferencia Intergubernamental sobre los Aspectos Institucionales, Administrativos y Financieros de las Políticas Culturales.
(8) Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales en América Latina y el Caribe, Bogotá, Enero de 1978, convocada por UNESCO. Previamente habían ocurrido las regionales concernientes a: cultura europea (Helsinki, Finlandia, 1972); cultura asiática (Yakarta, Indonesia, 1973); cultura africana (Accra, Ghana, 1975).
(9) E. R. Harvey, op. cit.
10) Conferencia Intergubernamental Europea, Noruega, 1976.
(11) “4) La política cultural debe comportar un aspecto innovador y alentar el desarrollo de una vasta gama de actividades socioculturales nuevas a fin de que todos puedan participar activamente en la vida cultural de su comunidad, lo que contribuirá notablemente a reconciliar las generaciones. 5) Debe promoverse las actividades dirigidas a un público específico, en especial para las poblaciones en zonas rurales o difícilmente pobladas, trabajadores manuales, etc., y asegurar las instalaciones necesarias a sus actividades; por ejemplo, alentando el uso de nuevos circuitos de distribución, favoreciendo nuevas técnicas y ofreciendo, en el plano local, una amplia gama de edificios, sea construyéndolos especialmente, sea utilizando bibliotecas, escuelas, salas de reunión, etc. 6) La política cultural, que presenta un importante aspecto educativo, debe en particular, por un lado, reunir medios que permitan a los niños ejercer sus facultades creadoras y llegar así a la expansión de su potencial cultural y, por el otro, suscitar una nueva sensibilidad estética respecto del medio ambiente. 7) Interesa alentar una actitud más crítica frente a los productos de los medios masivos y velar para que los interesados dispongan de una gran elección de productos y puedan expresarse por los diferentes medios. 8) La política cultural debe en particular combatir los efectos negativos de la comercialización de una producción cultural masiva, en especial ofreciendo variantes de calidad, suscitando una gran variedad de productos y aprovechando mejor los recursos de cada comunidad cultural.” Convención Cultural Europea, Oslo, 1976.
(12) Comisión Asesora Presidencial. CULTURA, Santiago de Chile, Mayo 1997.
(13) Idem, p. 21.
(14) El mayor porcentaje demográfico de Honduras es actualmente (2003) menor de 30 años.
(15) “El prestigio de la Nación y el bienestar general serán promovidos mediante el reconocimiento de que las artes y el espíritu creativo que las motivan, y que ellas personifican, constituyen una parte valiosa y esencial de los recursos de la Nación.” National Arts and Cultural Development Acts, 1964.
(16) Louis Althusser. ESCRITOS, BARCELONA, Editorial Laia, 1974.
(17) François Chatelet et al. HISTORIA DE LAS IDEOLOGÍAS. Los mundos divinos (hasta el siglo VIII). De la Iglesia al Estado (siglos IX al XVII), Madrid, Zero Zyx, 1978.
(18) En muchos países europeos los medios de comunicación masiva son estrictamente regulados por las políticas culturales del Estado (particularmente radio y televisión), el que, como en Inglaterra, supervisa el contenido de las emisiones, en Francia obliga a seguir pautas de beneficio popular, y en Países Bajos estipula volúmenes de transmisión dedicados al estímulo cultural.
(19) Sylvie Blum. VIE CULTURELLE ET POUVOIRS PUBLICS, París, La Documentation Française, Edition Libre Convenué, Guadaloupe, 1982.
(20) “El crecimiento y florecimiento de las artes reposa sobre la libertad, imaginación e iniciativas individuales”. (National Arts and Cultural Development Acts, 1964).

(ILUSTRACIONES: Vinciguerra "Lenca con jarrones"; Visquerra "Revolución del sexo; Lara "Eva", y, Laínez),

APÉNDICE
Función de Trabajadores (Operadores) de Cultura
Entre otros estamentos culturales, se debe:
1) Fijar la definición básica de la Estructura de Necesidades Culturales de la Población, un tema controversial pero necesario.
2) Toma de conciencia sobre la función del desarrollo cultural como dimensión y finalidad del proceso general de desarrollo de la sociedad, más allá del crecimiento económico.
3) “Todo esfuerzo de desarrollo debe dirigirse hacia el desarrollo completo del hombre, abarcando tanto los aspectos materiales y sociales como los espirituales y morales, en un armonioso equilibrio. Nuestro empeño no tiene, pues, por objeto el mero desarrollo cultural; debemos también lograr la culturización del desarrollo. Siguiendo esta política superaremos fácilmente los defectos que nos salen actualmente al paso en el desarrollo moderno”. (Presidente de Indonesia en: Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales en Asia, Yogykarta, 1973).
4) “La filosofía del desarrollo integral debe contemplar al hombre tanto como creador de bienes materiales económicos cuanto como de bienes de cultura”. (UNESCO. Primera Reunión Interamericana de Directores de Cultura, Washington, 1963).
5) “Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le corresponden por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.” (Art. 27, Declaración Universal de los Derechos Humanos, ONU, 1948).
6) “Toda persona tiene el derecho de participar en la vida cultural de la comunidad, gozar de las artes y disfrutar de los beneficios que resultan de los progresos intelectuales y especialmente de los descubrimientos científicos. Tiene asimismo derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le corresponden por razón de los inventos, obras literarias, científicas y artísticas de que sea autor”. “Declaración Americana de los Deberes y Derechos del Hombre”, Art. XIII. Novena Conferencia Internacional Americana, Bogotá, 1948
7) “La cultura no es ya sólo una acumulación de obras y de conocimientos que una minoría selecta produce, recoge y conserva para ponerlos al alcance de todos, o que un pueblo rico en pasado y patrimonio ofrece a otros como un modelo del que les habría privado su historia; que la cultura no se limita al acceso a las obras de arte y a las humanidades, sino que es al mismo tiempo adquisición de conocimientos, exigencia de un modo de vida y necesidad de comunicación; que no es un territorio que ha de conquistarse o poseerse sino una manera de comportarse consigo mismo, con sus semejantes y con la naturaleza; que no es solamente una esfera que conviene todavía democratizar sino que se ha convertido en una democracia que es necesario poner en marcha”. (Recomendación I. Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales de Europa, 1972).
8) “La identidad cultural nacional es hoy concebida como estrategia global destinada a preservar, conservar, consolidar y proteger el patrimonio cultural nacional, como factor de supervivencia para las naciones jóvenes, pero también como defensa cultural de una nación frente a los embates de los expansionismos extraños a los auténticos modos de vida de los pueblos”. E. R. Harvey. “Política cultural, desarrollo nacional y seguridad del país”, Ponencia, XIX Curso Superior de Defensa Nacional, Buenos Aires, 1972.
9) “Cualquier intento de desarrollo de un país debe ser cultural, además de económico y social, si se busca integrar armónicamente la relación individuo-sociedad-Estado”. (Conferencia Intergubernamental de Venezuela, 1970).

10) ESTRATEGIAS DE DESARROLLO CULTURAL (Condensación):
a) Sostener las instituciones de conservación y difusión de la cultura y del patrimonio cultural (museos, bibliotecas, galerías de arte, teatros, salas de concierto) replanteadas con enfoques rentables y moderno;
b) Regular los entornos rural, urbano y semiurbano mediante planeación equilibrada entre necesidades de desarrollo cultural y de desarrollo material-económico;
c) Promover una infraestructura cultural orientada a satisfacer las demandas masivas comunitarias, deseosas de bienes culturales para mejores niveles de educación, ingresos y tiempo libre;
d) Alentar a la iniciativa privada para producir bienes culturales asequibles (libros de bolsillo, discos compactos) a precios bajos, cuidando que el afán de lucro no distorsione la calidad de los bienes;
e) Producir con subsidio ciertos bienes culturales para uso de instituciones, organizaciones, grupos, escuelas y entes educativos o de familia, para acelerar el progreso cultural de la comunidad;
f) Desarrollar o patrocinar emisoras educativas y televisivas que, sin renunciar a la publicidad comercial selecta, integren a las fuerzas vivas y estimulen la producción cultural de calidad;
g) Fomentar la actividad creadora de artistas en clima de total libertad de expresión;
h) Crear recursos financieros e incrementar las partidas destinadas al gasto e inversión culturales dentro el presupuesto del Estado, como mecanismo indispensable para implementar una política cultural con sólida base rentable y económica;
h) Preservar los valores originales de la cultural local, regional y nacional, cuidando que se mantenga el equilibrio recíproco y fecundo entre ellas y la influencia de otras culturas;
i) Difundir los valores auténticos de la cultura nacional, principal factor capaz de evitar la alienación y la desintegración de la comunidad, y de orientar al país hacia un destino común;
j) Apoyar financieramente a las instituciones privadas que tengan como fin el cultivo de la identidad y las artes, las letras y la cultura, y coordinar cuando fuere necesario la acción de ellas a fin de no duplicar esfuerzos y multiplicar resultados;
k) “La acción cultural del Estado debe ser siempre de incitación”. (IV Plan de Desarrollo de Francia).
l) “El estímulo, por medio de leyes y otros procedimientos apropiados, para el establecimiento de fundaciones nacionales con fines culturales”. (Conferencia de Venecia, 1970).
m) “La afectación de una proporción adecuada de los presupuestos públicos del Estado en correspondencia con las necesidades culturales nacionales”. (Venecia, 1970).
n) El acopio y elaboración de estadísticas, especialmente en materia de gastos culturales de los poderes públicos y de los particulares, y el establecimiento de indicadores del desarrollo cultural que permitan su inserción dentro el esquema de desarrollo general de la sociedad;
o) Integración de los valores culturales en los procesos educativos;
p) Fomento de la creación y educación artísticos;

q) Formación de personal para el desarrollo cultural (Gerentes y Administradores Culturales).