LA CULTURA
COMO EJE
INTEGRADOR DEL DESARROLLO
Julio Escoto
© Documento para el “Taller-Consulta. Informe sobre Desarrollo
Humano 2003”, de PNUD-Honduras.
“El
prestigio de la Nación y el bienestar general serán promovidos mediante el
reconocimiento de que las artes y el espíritu creativo que las motivan, y que
ellas personifican, constituyen una parte valiosa y esencial de los recursos de
la Nación.”
National Arts and Cultural Development Acts, 1964.
“La
cultura es la primera víctima de la guerra o de la amenaza de guerra”.
E. R. Harvey.
Agradecimiento
Agradezco profundamente la
invitación de PNUD para conversar con ustedes sobre una materia que no sólo nos
concierne sino que comprende e involucra a todos los aspectos de la vida
diaria, pública y privada; que norma las reglas de convivencia humana pero que,
a la vez, es considerada por los tomadores de decisiones políticas como
elemento de poca significación social.
Debo advertir tempranamente que
esta no es una conferencia literaria y mucho menos magistral. Aunque conozco
las técnicas para desarrollar una exposición agradable, pedante y deslumbrante,
comprendo perfectamente que el objeto de esta reunión no somos yo y mi ego de
escritor sino que lo que se desea es la producción de un insumo, una base
coherente desde la cual partir para otras elaboraciones teóricas, así como para
ciertas consecuencias practicas. Por ende, permítanme por favor asumir un
estilo no tradicional sino el de la provocación intelectual, una búsqueda y no
la reificación de grandes verdades. En síntesis, pues, abrir caminos para
dialogar entre nosotros, no para monologar.
Indicios globales
Comenzaré con tres indicios
reales, aparentemente sueltos, que más adelante trataremos de anudar:
Indicio 1) Una joven resulta embarazada y la familia
pide conocer al novio. Este se presenta pero semanas después elude toda
responsabilidad. La familia entonces contrata a un sicario para matarlo ya que
no puede soportar la ofensa a su honor social.
Indicio 2) Los varones no besan a las prostitutas que
contratan.
Indicio 3) Durante el gobierno español el deporte más
practicado era engañar al sistema. El mestizo, más vivo que sus amos, se sumaba
así a la resistencia contra el colonizador.
Estos indicios, que reflejan
ciertos estamentos particulares de nuestra sociedad, y de la Latinoamericana en
general, y del mundo en globalidad, nos aproximan a la pregunta que sin duda
ustedes han de estarse formulando: vinimos a hablar de cultura y desarrollo,
¿qué tiene que ver esto con cultura y desarrollo?
I.- Precedentes
Durante siglos tal palabra
—cultura— no existió, como tampoco los antiguos empleaban ni comprendían
términos tan vastos como “fama”, “ideología”, “pensamiento científico”,
“desarrollo histórico” y “humanidad” (1). La relación entre, por ejemplo,
mecenas o patrocinadores con artistas se establecía usualmente en carácter
individual, simple transacción de objetos representativos (dinero versus obra
de arte) sin que se diera —excepto en casos excepcionales (Principado de
Baviera)— la visualización de una continuidad estética más allá de las
personas. Las escuelas góticas, renacentistas o barrocas, para el caso, se
sistematizaban a partir de los temas tratados, de ciertas técnicas utilizadas
(sombras, luces, ornamentos), de tendencias coincidentes o de un planteamiento
filosófico ante la realidad, no del amplio y moderno concepto de permanencia
cultural.
Debió arribar el siglo XIX para
que las explicaciones economicistas, particularmente del Marxismo, aplicaran a
la productividad artística el concepto de trabajo y, consecuentemente, de
objeto de cambio, de plusvalía y de acción conectada en alguna forma con el
proceso ideológico de la sociedad, tornándola ya no sólo en fruto de una
concepción individual sino en reflejo, quisiérase o no, de lo que estaba
ocurriendo simultáneamente en la comunidad. El psicoanálisis freudiano
contribuyó a profundizar la idea del arte tanto como emanación concreta de los
fenómenos internos del autor, así como participante de una personalidad o
memoria colectiva inscrita en el imaginario de grandes grupos particulares o de
toda la urdimbre mundial. La idea de cultura, entonces, es reciente y tiene que
ver muy íntimamente con esos estatutos filosóficos y científicos de reflexión.
Con todo, debieron transcurrir
muchas décadas del siglo XX para que se produjeran dos interesantes sucesos. El
primero de ellos fue la iniciativa del reino inglés para contribuir al impulso
de la cultura, habiendo creado para ello, en 1939, el Council for the
Encouragement of Music and the Arts, que dedicado a “salvaguardar la tradición”
procuraba facilitar que las masas tuvieran acceso a las artes en general,
particularmente las escénicas (2). A este le sucedió el Art Council (1946) con
función de promover financieramente las artes y las letras.
Simultáneamente el Estado
alemán, al entrar en posguerra, creó los Consejos Municipales de Cultura,
enlazados con los ministerios de cultura de los diferentes Länders o provincias
federadas, a su vez apoyados por la Secretaría de Cultura del país (3). En
Francia se fundó, bajo De Gaulle (1959) el Ministerio de Asuntos Culturales
(Ministerio de Cultura y Educación) (4) con fines precisamente definidos:
(a) unificación de propósitos
nacionales, (b) “hacer accesibles las obras maestras de la humanidad y de
Francia al mayor número posible de franceses” y, dado que este es en realidad
un ministerio “de Identidad” (5), (c) administrar la construcción de la imagen
que los franceses tienen de ellos mismos, conservando su identidad cultural.
En 1964, bajo la administración
Kennedy, fue formalizada la Dotación Nacional para las Artes (National
Endowment for the Arts) en Estados Unidos (6).
El Consejo inglés se propuso que
las instituciones culturales fueran tan independientes como se lograra; los
alemanes especificaron su deseo de que la cultura fuese una actividad neutra y
liberal de parte del poder público; los franceses concibieron a la cultura como
el elemento de salvaguarda para la grandeza de su país.
Si se observa, sin embargo, se
habrá notado que, hasta ese momento de evolución, toda la labor de los
ministerios indicados, así como la visión de Cultura, ronda pivotalmente
alrededor de las artes estéticas.
En Agosto de 1970 habría de
darse el segundo gran acontecimiento. Durante la Conferencia de Venecia
convocada por UNESCO (7) se escenificó un cambio fundamental en la concepción
de Cultura como componente de la vida individual y social del hombre, pues por
primera vez comenzó a hablarse de cultura como derecho humano, como conjunto de
valores éticos y jurídicos, como identidad y como defensa ante el influjo de
culturas mundiales dominantes. Venecia principió por reconocer el derecho de
las naciones a ser respetadas tanto en su unidad como en su pluralidad
cultural, a la validación de su diferencia con la educación formal —con la que
sin embargo mantiene nexos inseparables— y, sobre todo, a la visualización de
Cultura como algo más que artes y ocio, es decir a su papel integral en el
logro de la calidad de vida y como partícipe concomitante en el proceso de
desarrollo material.
Estos principios, ya ampliamente
aceptados como nueva filosofía de Cultura, fueron validados en la Conferencia
de Bogotá (8) en 1978, donde además se incorporó otros extraordinariamente
significativos, tales como:
(a) la integración de los
valores culturales en los procesos educativos, y, (b) participación en la vida
cultural y papel de la comunicación,
con lo que solidificó para siempre
la autonomía de la materia cultural, separándola, aunque no divorciándola, de
la concerniente a educación.
Durante las sesiones generales
se trató además tres nuevos campos disciplinarios, los relativos a:
(a) dimensión cultural del
desarrollo, (b) pluralismo cultural y unidad nacional, y, (c) preservación del
patrimonio cultural y de sus valores ligados.
La delegación argentina
introdujo en la Conferencia de Bogotá, además, asuntos que no habían sido
contemplados con profundidad en previas experiencias, tales como la diferencia
entre la democratización de la cultura y la búsqueda de una democracia
cultural, la necesidad de “consolidar la identidad cultural como nexo que
vincule al pasado, el presente y el futuro” (9), y la urgencia de promover la legislación
cultural.
Previamente y en Oslo (1976), ya
se había proclamado que la política cultural debía ser un instrumento para
mejorar la calidad de vida de las comunidades urbanas y rurales y que Cultura
sólo podía entenderse como dimensión dirigida “al desarrollo de los valores
humanos, la igualdad, la democracia, el mejoramiento de las condiciones de
vida, la libertad de expresión” y, sobre todo que “la política cultural no debe
limitarse a medidas tendientes a desarrollar, promover y ampliar la difusión de
las artes; debe, reconociendo la pluralidad de nuestras sociedades, conferirle
una dimensión complementaria exaltando el respeto a la dignidad individual, de
los valores espirituales, de los derechos de los grupos minoritarios y de su
expresión cultural” (10).
La Convención en Oslo originó
una especie de cataclismo conceptual entre las visiones clásicas que hasta
entonces se tenía de Cultura. Partiendo de su experiencia altamente
socializante insertó el tema entre las necesidades de la colectividad nacional,
lo describió en forma horizontal, no vertical gubernativa como hasta entonces,
y dedicó párrafos especiales al papel y responsabilidad social de los medios
masivos de comunicación (11).
Con sus conclusiones la
percepción exclusivamente esteticista de Cultura varió al insertársele dentro
de las preocupaciones políticas, económicas, ambientales y de comunicación que
forman parte usual de los problemas del desarrollo. Es más, se le integró a la
vida humana real —es decir la diaria, la de la comida, el vestido, la
migración, el trabajo, la salud— y le dio una dimensión constructiva, no sólo
de ocio y placer. Abriendo el debate hacia la cultura como componente de la
experiencia democrática, la liberó del dominio exclusivo de los gobiernos y los
artistas para volverla fórmula complementaria de la acción comunitaria y
revirtió el proceso: ya nunca más, excepto en círculos conservadores, se habló
de Cultura como el derrame que las elites debían verter sobre la población, al
estilo Luis XIV, y se la definió como participación global, como vivencia
humana y fundamento cohesivo sobre el cual se erige la identidad —y por tanto
la libertad— de una nación.
II.- Culturas
La relación anterior era
obligada para que entráramos en materia pues nos sitúa desde ya en el conocimiento
del camino que la noción de Cultura debió transitar desde su primigenia base
artística a la noción de instrumento de desarrollo.
Muchos conceptos emanan de esa
historia previa y, aunque no pueden ser desarrollados todos, ciertos de ellos
merecen una revisión especial.
En primer lugar, es obvio que
Cultura significa algo más que arte pero que no se desliga de él. Como ha sido
repetido tantas veces, el arte es el vehículo más fluido para difusión de
valores y de allí que no exista política cultural alguna sin que recurra a sus
instrumentos de transmisión.
En el contexto moderno Cultura
se entiende entonces como lo sintetizara la Comisión Presidencial de Chile en
1997, esto es, como el eje de equilibrio entre las fuerzas del desarrollo
económico y el cultural, ya que se pretende: “desde el punto de vista
internacional, un país abierto al mundo de la globalización y enfrentado a un
desarrollo vertiginoso de nuevas tecnologías, y, desde el punto de vista
interno, una sociedad que exige resguardar y respetar sus diversas identidades
culturales y que se propone el desafío de lograr un equilibrio entre
crecimiento económico, desarrollo cultural y equidad social.” (12).
Pero, ¿por qué Cultura es, en
esos términos, considerada un eje de equilibrio entre fuerzas económicas y
culturales?
Según García Canclini, se puede
sistematizar seis modelos en los cuales se ha asentado usualmente la visión de
Cultura:
1) La primera es
el mecenazgo liberal, que apoya la
“alta” cultura (de élite) pero que no establece estrategias globales para
resolver los problemas, dejando de lado el tratamiento de la cultura popular y
la cultura de masas.
2) El tradicionalismo patrimonialista, que se
concentra en el folclore como signo de identidad nacional pero sin espacio para
los aspectos conflictivos de las clases.
3) El estatismo populista, que privilegia a
la cultura popular siempre que resida bajo control del Estado, el cual fija
políticas y se erige como representativo único de todo lo nacional.
4) La privatización neoconservadora, cuyas
empresas privadas, transnacionales y sectores tecnocráticos buscan reorganizar
la cultura bajo las leyes del mercado y del consumo de bienes, retirando al
Estado de cualquier intervención reguladora.
5) La democratización cultural, que concibe
las políticas culturales como un programa de distribución y popularización del
arte, la ciencia y otras formas intelectuales, facilitando el acceso
igualitario a todos los bienes culturales, y,
6) La democracia participativa, que, según
palabras propias de Canclini, “defiende la coexistencia de múltiples culturas
en una misma sociedad y propicia su desarrollo autónomo y relaciones
igualitarias de participación. Promueve la participación popular, la
autogestión de actividades culturales y el desarrollo plural, intentando que
los propios sujetos produzcan el arte y la cultura necesarios para resolver sus
problemas y afirmar o renovar su identidad”. (13).
El mundo, sin embargo, no es
plano, las categorías no son absolutas, y si se pudiera conservar los rasgos
positivos de cada modelo quizás ingresaríamos a una síntesis propicia para la
particular situación latinoamericana o del tercer mundo, una donde pudieran
coexistir el mecenazgo con respeto a la individualidad, el fomento del folclore
sin anclarlo como única expresión vital, la política de estímulo estatal, la
participación de la empresa privada, un alto sentido de democratización de la
cultura mediante su acceso igualitario, y a la vez asegurar la participación
del ciudadano común en su gestión y desarrollo. Sin privilegiar a ningún
modelo, esto sería lo ideal.
Ciertos supuestos deberían
formar parte insoslayable de esa nueva concepción de Cultura para efectivamente
constituirla en eje del equilibrio del desarrollo, a saber:
III.- Aproximaciones
A.- La concepción de Cultura
como expresión tangible y en transformación de la forma de ser de una
colectividad particular, donde se integran, negocian y desintegran a la vez
diversos esquemas de vida y de apropiación de la realidad. Esa expresión se
manifiesta a través de hábitos, costumbres y comportamientos, actitudes ante el
mundo, formas de religiosidad y conductas de relación social, impregnado todo
por prácticas y discursos que denotan un acercamiento constructivo o depresivo
ante la existencia.
B.- La consideración de Cultura
como un tejido vivo en que se antagonizan o reconcilian consideraciones sobre
el pasado y el presente y que modelan por ende alguna visión del futuro.
C.- El entendimiento de que toda
cultura particular tiene como residente básico memorias inmediatas y pasadas, a
través de cuyo recuerdo o desecho se estructura una personalidad colectiva.
Sabiendo reforzar esas memorias se puede acrecentar la autoestima de la
población o inmovilizarla, ya sea con intenciones de romper o salvaguardar un status quo. En Francia las alusiones
permanentes a su grandeza (grandeur)
pasada nivelaron una autopercepción positiva entre los habitantes,
permitiéndoles ascender a nuevos niveles de conciencia, mientras que en Bolivia
y Perú la insistencia en la grandeza indígena ha contribuido más bien, en
parte, a asegurar esquemas de explotación y subdesarrollo incompatibles con la
modernidad.
Brasil es un caso cautivante:
aquejado por graves problemas de desarrollo, dueño de enorme población, viciado
en su tránsito por gobiernos civiles y militares que le extraviaron el rumbo,
está por ascender a potencia mundial. Dentro de los países latinoamericanos es
uno de los más distinguibles por su personalidad nacional, su impresionante
capacidad creadora y su visión de empuje y lucha en la construcción de su
identidad. Las experiencias de Brasil son valiosísimo modelo para otras
naciones.
D.- Debemos contemplar también
el conocimiento de que toda cultura opera, se transmite, y pervive o degenera,
mediante lenguajes fuertemente simbólicos. Esos lenguajes comprenden una amplia
gama que no alcanza a ser tratada aquí pero usualmente se estructuran bajo
formas de íconos complacientes o repulsivos (Francisco Morazán o la “traición”
española contra Lempira); representaciones de ansiedades y miedos a través del
imaginario popular (la Sucia o Siguanaba, el Cadejo, el Sin-Cabeza);
exageraciones zoomórficas que delatan otra vez incertidumbre y ansiedad (en la
costa Atlántica se convive normalmente con la chinche del mal de Chagas pero se
aplasta inmediatamente que aparece a la Mantis religiosa o “palito”);
visualizaciones religiosas que van desde el evangelismo estricto a la
catolicidad no practicante, y del monoteísmo ortodoxo al politeísmo disimulado
(beatos, vírgenes y santos); un condensado cultural sólidamente articulado que
se da en la literatura y las artes en general, así como ciertas otras formas
más difíciles de plantear, por ejemplo la figura modelo del “vivo” mestizo, del
ciudadano de la época colonial que tenía la gracia —pues eso era, una gracia—
para engañar y subvertir al sistema podándole el pago de impuestos, negándose a
ellos o asumiendo rebeldías de independencia. Cuando uno se detiene a
considerar por qué el capitalino y los habitantes de Sonaguera figuran entre
los más resistentes a pagar tributo, debe remitirse a la historia colonial: en
ambos polos era donde se daba más insistentemente el contrabando y el
antagonismo al dominio imperial. De allí se puede deducir, además, la razón de
que en la actualidad se admire tanto al “vivo” que se enriquece a costillas de
los demás burlando las regulaciones, una actitud que se condensa brillantemente
en la frase moderna: “ese le entiende al trámite”.
E.- Los lenguajes simbólicos
pueden ser administrados (manipulados) similarmente en forma constructiva o
expoliativa. En tanto que la pretenciosa campaña de “gran ciudad” en San Pedro
Sula aspira a reforzar cierta percepción autonomista de que goza el costeño, y
que parte de raíces históricas, o bien en tanto se ensalza a Copán para atraer la
atención sobre su rico patrimonio arqueológico, las campañas publicitarias
sobre libertad e informalidad de que goza actualmente la juventud ayudan a
vender mayores volúmenes de pantalones jean y cosméticos, o bien se asocia
imprudentemente la firmeza de unos senos y glúteos juveniles (14) con la
robustez de alguna cerveza. Esto hace pensar muy seriamente que mientras los
analistas nos embarcamos en disquisiciones teóricas acerca de la Cultura, las
fuerzas de producción de bienes comerciales hace largo tiempo que dedujeron su
aplicación práctica. Debe considerarse su lección.
F.- En el estudio sobre la
formación de una cultura debe tomarse profundamente en cuenta el impacto
articulativo que ejerce siempre la ambientalidad natural, un factor que
frecuentemente es desestimado al considerar la materia. La calidad de luz, por
ejemplo, influye en forma directa no sólo sobre la expresión plástica sino
sobre la condición anímica general; la ruralidad o las concentraciones urbanas
condicionan irreversiblemente a la personalidad colectiva; la mayor o menor
estadística de riesgo con respecto a desastres naturales forja diferentes
visiones de mundo e incentiva una actitud estacionaria ante la vida o de
aceptación transicional (el carpe diem,
vivir el momento); la altitud geográfica construye igualmente actitudes de
encierro y resguardo sobre los valores tradicionales, como en las comunidades
montañesas, o de apertura, oxigenación y rompimiento, como en el litoral. En
todo esto es esencial reconocer que las culturas aglutinan no sólo experiencias
conscientemente asimiladas por el individuo y la masa (la historia, por
ejemplo) sino también percepciones geofísicas que no se pueden controlar.
El caso de Holanda es modelo: su
población se habituó al conocimiento de que habita permanentemente un
territorio ubicado a siete metros bajo el nivel del mar, de equilibrio
extremadamente frágil, de peligrosidad diaria, y por ello, o contra ello, el
holandés desarrolló la cultura más tolerante del planeta. Una práctica
interesante entre nosotros sería confrontar las cosmovisiones de los ciudadanos
de La Esperanza y de Langue, para aquilatar sus acondicionamientos al influjo
climático.
G.- Un aspecto de suma
preocupación para estudiosos del tema es el vínculo entre cultura y ética. Con
mucha frecuencia se unifica a ambas y se habla de “cultura de la violencia”,
“cultura alcohólica”, “degeneración cultural” o “nación sin cultura” para
referirse a ciertas deficiencias morales y de urbanidad. Esta es una vertiente
sumamente delicada ya que hasta donde se conoce no existen pueblos inmorales
sino inducidos a la inmoralidad. Con excepción de patologías individuales, no
hay referencia alguna a macrosociedades o grandes colectividades genéticamente
inclinadas al mal y, aludiendo más bien a subculturas o contra-culturas, tales
términos lo que reflejan es frecuencias y tendencias, estadísticas crónicas
acerca de determinados desórdenes sociales.
Toda sociedad, incluso las
primitivas, desde luego que se rige por éticas. Estas se estructuran sobre un
canon aceptado de permisividad, oral o articulado en códigos, dependiente a la
vez del grado de respeto que se le tenga y de su aplicabilidad, o sea de la
capacidad social para ejercer esa ley aceptada y reforzar su vigencia,
retornando a los límites y normas estipulados al transgresor mediante formas
consensuadas y compulsivas cuya función es desarrollada por los aparatos
ideológicos (AIE) y los aparatos represivos (ARE) del Estado (15).
Desde el punto de vista general
este es quizás el aspecto más polémico de la cultura hondureña, preocupación
que se refleja en la observación tan repetida de que “hemos perdido valores” y
que se escucha a diario.
La frase revela un intenso
contenido de comprensión popular sobre lo que es Cultura. Acepta inmediatamente
que existimos dentro de una red de valores que en algún momento o momentos
hemos forjado y que validamos como reglas para convivir. Que esos principios
sociales nos permitieron durante algún período algún tipo de estado o
equilibrio de reducidas tensiones, o sea de ansiedades y temores manejables.
Pero que también en algún instante ese balance se rompió y extralimitó la
capacidad que la población tiene para vivir con incertidumbre, acentuando a
esta y poniendo en duda o volviendo obsoletos a dichos valores.
Este es un autodiagnóstico
extraordinario y de incalculable valor, inigualado por el mejor psiquiatra. El
cuerpo vivo que es la sociedad nos está diciendo dónde residen sus pesares,
cuál es su mayor dolencia, y la dolencia es cultural. No repite “perdemos vidas
todos los días por la violencia”, o “perdimos viviendas y escuelas por el
Mitch” u otro desastre, sino que se lamenta de haber extraviado valores.
Hay cien deducciones que se
pueden extraer de esta observación pero baste una sola: en la misma frase donde
la sociedad se queja de haber sido desorganizada su red de principios comunales
nos está pidiendo que se la restituyamos, es decir, advierte con alarma que no
puede seguir sosteniendo su estructura o tejido, que no puede construir,
trabajar o elaborar el futuro si no se le vuelve a dotar o se le refuerza su
canon de comportamientos aceptados. Está reclamando pues liderazgo, una nueva
moral, un refrescamiento de su plataforma ética, ya que sin esta toda la
edificación física, material y económica queda sin sustento, sin asidero y
respaldo. Ahora se comprende por qué este Taller posiciona a la Cultura como
eje del desarrollo.
H.- Con el tiempo y los recursos
suficientes toda cultura puede ser modelada. Adolfo Hitler, valga tan triste
ejemplo, levantó de la postración a Alemania, mientras que Winston Churchill
desarrolló entre su gente una energía tan vasta de resistencia que no se le
pudo doblegar.
Varios son los actores
tradicionalmente ocupados en modelar culturas, siendo protagónicos los líderes religiosos,
los del Estado, los educativos y, al presente y por sustitución, los medios
masivos (16). La historia de Honduras es interesante en ese aspecto. Desde la
época colonial hasta la integración del Estado independiente (1840) el órgano
rector de modelación social fue la Iglesia; durante el período republicano
cobró relevancia paulatina la orientación del Estado y su circuito pedagógico,
hasta finales de 1960 en que los medios masivos (radio al inicio, televisión
después) no sólo compartieron esa función sino que en algunos estamentos (de
iletrados, por ejemplo) asumieron en casi totalidad la tarea “formativa”.
La sociedad hondureña pasó, así,
por diversas etapas de estabilización y aceleración en el proceso de
construcción de su identidad nacional. Durante su fase mayoritariamente rural
los cambios de percepción fueron usualmente exógenos y de origen lejano
(colonialismo, liberalismo); durante la república las fuerzas políticas
modificadoras se hicieron más cercanas (Doctrina Monroe, Marcus Garvey, revolución
rusa), mientras que tras mediar el siglo XX el motor del cambio surgió en gran
parte desde abajo (revolución cubana, esfuerzos internos por superar a las
dictaduras militares, por recobrar el gobierno civil, por los derechos humanos
y la democratización) coincidente con una pronta urbanización y un acceso más
libre a la información universal. Todo esto comprendido desde luego en términos
amplios y relativos.
La cultura nacional, que es
decir la identidad local, se modificó pues a pasos acelerados en el siglo
anterior. De aquella estructura tranquila y estable que había sido el Ser
hondureño se pasó a una agitada ebullición social, o sea cultural. Nuevas ideas
roturaron los esquemas fijos, la minifalda y la pastilla anticonceptiva
trastocaron de plano las fórmulas de interacción sexual, la mayor densidad
demográfica y la mayor concentración urbana despertaron nuevas necesidades
culturales, otros apetitos que el cine y la televisión se apresuraron a
satisfacer. Y es en ese instante, hacia 1970, cuando la burbuja tradicional se
rompe completamente, maduran generaciones que desconocieron a las dictaduras y
las guerras civiles, generaciones ajenas a la herencia del odio familiar
partidarista, deseosas de inaugurar su propio mundo.
Y como la iglesia se ha
desprestigiado, anquilosada en su propia repetición; como el Estado abandona su
papel conductor o bien muestra un liderazgo sucio y corrupto; como la escuela
está volcada hacia el pasado y ha extraviado dignidad, el polo único que queda
—moderno, global, innovador, fresco, inventivo— es la televisión, pero la
televisión ha sido copada por comerciantes, no por educadores, y las
consecuencias de ese desfase son las que estamos sufriendo hoy.
Es imposible abarcar las grandes
implicaciones de este tema pero valga concluir que si los medios masivos
hubieran sido administrados éticamente durante 25 años para hacer que se
dignificara a la población, y no para viciarla y enajenarla, el proceso
cultural hondureño, y por tanto el reforzamiento de su identidad, se encontrarían
hoy en un estadio superior (17). Como señalara el Consejo Superior del
Audiovisual de Francia en 1980, dado que la identidad nacional es imagen, la
imagen que los franceses tienen de ellos mismos, “y siendo que el audiovisual
juega un rol enorme en la construcción de dicha imagen, debe entonces ligarse a
la cultura con el fin de conservar la identidad cultural nacional”. (18).
IV.- Conclusiones
Hay muchos más elementos que
podrían ser analizados pero esto es sólo una conferencia, no un curso intensivo
sobre el tema cultural, del que ustedes sin duda, por sus valiosas profesiones
e investigaciones, conocen más que yo.
Existen ciertas tareas que los
trabajadores de Cultura —u Operadores de Cultura, como se les llamaría hoy—
están obligados a tomar en consideración. Un Apéndice, alimentado desde
diversas conferencias intergubernamentales, las enlista parcialmente al final
de esta plática para su posterior reflexión.
Pero también podemos extraer
otras deducciones básicas.
1) Para comprender el fenómeno
hondureño y asignar a la Cultura el papel de eje de desarrollo es urgente
precisar la estructura de las necesidades culturales de la población. Obsérvese
bien que no he dicho “precisar las necesidades” sino “precisar la estructura de
las necesidades culturales” pues las mismas no existen aisladas sino que rotan
en torno a un proyecto de nación que, aunque no haya sido escrito, supervive
allí en el condensado psíquico de los habitantes.
2) Ello permitirá recalcar que
sin desarrollo cultural no existe desarrollo integral. Los pueblos necesitan
administrar saberes cada vez más avanzados sobre el dominio político para
robustecer a su estamento político; mayores conocimientos económicos para
exigir la orientación o reorientación de su economía nacional; mayor teoría
democrática para ejercer debidamente la práctica democrática; mayor percepción
de ellos mismos, de su autoestima y su identidad para no hipotecar sus bienes
naturales, entregar la soberanía o sucumbir ante culturas poderosas. Sin
educación popular, y por tanto cultural, pueden darse diversos avances pero no
dignidad y progreso.
3) Para alcanzar esos objetivos
debe privilegiarse, sin concesiones de ninguna clase, la libertad de
información, de comunicación, de reunión y de expresión a sus más altos niveles.
4) El desarrollo cultural debe
asumir prioridad. No porque así lo estimemos quienes nos ocupamos de esa
materia sino porque ningún cambio social es posible sin antes haber sido
concebido y apropiado por las fuerzas protagonistas del cambio. La primera
transformación se opera en la psiquis de los transformados pues con ello se
asegura la voluntad, la disposición y la energía para efectuar variaciones al status quo. Es además el mejor estímulo
para la creatividad popular, que una vez despertada y sostenida es inacabable,
conduciendo a un mundo mejor. La forma de lograrlo es solamente a través de la
democracia cultural (19).
5) Democracia cultural implica
participación. Participación genuina en la elección política y económica pero
también en la escogencia de los contenidos de los medios de comunicación, en la
apertura de dobles vías para la reflexión y la crítica, en la instauración de
vehículos de expresión (plazas públicas, acceso a los medios, formas
independientes) que faciliten oxigenar el pensamiento social. La cultura es un
ente vivo que necesita manifestarse, condensarse, radicalizarse, conciliarse, y
ello sólo es posible en libertad. Libertad para tratar temas religiosos y
sexuales, anodinos o sustanciales, profundos y vanos, es decir la libertad para
disfrutar de la libertad. (20).
6) Entre nosotros debe imponerse
un énfasis vigoroso, inclaudicable y persistente sobre el papel constructivo o
destructivo que practican en el presente los medios de comunicación. Dado que
no podemos aprobar la conclusión del FONAC de que se requieren 25 años de
educación formal para transformar a la sociedad —lo que es una operación
eminentemente cultural—, veinticinco años que no podemos esperar, debe también
aceptarse que hay otros recursos disponibles para acelerar ese proceso y que
pasan inevitablemente por los medios masivos. Si se utilizan la radio y la
televisión para educar y formar culturalmente al país hasta cierto nivel
deseado de cambio, se producirán frutos medibles en cinco a siete años, bajo
objetivos precisos, y no hay razón o excusa para no ponerlo en práctica excepto
los compromisos que existen para no afectar intereses privados y mezquinos.
7) Finalmente es importante
aproximarse a la comprensión de nuestra cultura desde una óptica
interdisciplinaria, ya que es imposible abarcar todas sus facetas con un solo
ángulo científico. Para aprehender ese fenómeno complejo necesitamos la
colaboración plural, propia de los hoy llamados “estudios culturales” y que
convocan a un solo tablado los oficios de la sociología y la antropología, la
semiótica y las artes, la filosofía y la ciencia, la estadística e incluso la
medicina forense, es decir, el conocimiento universal. Muy propio, muy al
estilo moderno pues nadie se atrevería a extraer conclusiones definitivas sobre
la personalidad de un pueblo —que eso es en realidad Cultura— sin abarcar todos
sus aspectos.
Gracias por su fina atención.
Como dije al principio, esto es sólo una provocación intelectual y por lo tanto
quedo atento a sus reacciones. Hablemos entonces.
NOTAS
(1)
Passim. J. Escoto. EL OJO SANTO, LA
IDEOLOGÍA EN LAS RELIGIONES Y LA TELEVISIÓN, Tegucigalpa, UNAH, 1990.
(2)
El CEMA partía de antecedentes muy prolongados. Ya en 1891 y 1892 habían sido
legisladas la Museums and Gymnasium Act y la Public Libraries Act. Desde 1925
toda la radiodifusión había sido catalogada como servicio público dedicado a
fortalecer la salud espiritual de la nación.
(3)
En Alemania la inversión cultural se establece sobre la Base
Presupuesto/Población. Así, en 1967, cuando se inició el sistema, el promedio
dedicado a ese fin era de 27 Marcos presupuestarios por habitante, de los
cuales el mayor aporte era municipal. La radio y la televisión fueron
administrados desde entonces por los Länders. Hacia 2000 la inversión
presupuestaria en Cultura se aproximaba a los 6000 Euros por habitante.
(4)
Con antecedentes históricos en el mecenazgo real de Luis XIV, el Colegio Real,
la Academia Francesa, Biblioteca Real, Academia de Roma, Manufactura Real de
Gobelinos, Comedia Francesa y, durante la Revolución, la conversión del Palacio
Real de Louvre en Museo nacional, entre otros.
(5) E. R. Harvey. ESTADO Y CULTURA, UN ANÁLISIS A FONDO, Bs. As. Depalma, 1980. p. 80.
(6)
Otras instancias relativamente contemporáneas fueron: Instituto Nacional de
Bellas Artes y Literatura (México, 1946); Instituto del Patrimonio Histórico y
Artístico Nacional (Brasil, 1937); Casa de Cultura de Ecuador (1945); Instituto
Nacional de Bellas Artes (Venezuela, 1960); Instituto Colombiano de Cultura (1968),
otros.
(7)
Conferencia Intergubernamental sobre los Aspectos Institucionales,
Administrativos y Financieros de las Políticas Culturales.
(8)
Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales en América Latina y
el Caribe, Bogotá, Enero de 1978, convocada por UNESCO. Previamente habían
ocurrido las regionales concernientes a: cultura europea (Helsinki, Finlandia,
1972); cultura asiática (Yakarta, Indonesia, 1973); cultura africana (Accra,
Ghana, 1975).
(9) E. R. Harvey, op.
cit.
10)
Conferencia Intergubernamental Europea, Noruega, 1976.
(11)
“4) La política cultural debe comportar un aspecto innovador y alentar el
desarrollo de una vasta gama de actividades socioculturales nuevas a fin de que
todos puedan participar activamente en la vida cultural de su comunidad, lo que
contribuirá notablemente a reconciliar las generaciones. 5) Debe promoverse las
actividades dirigidas a un público específico, en especial para las poblaciones
en zonas rurales o difícilmente pobladas, trabajadores manuales, etc., y
asegurar las instalaciones necesarias a sus actividades; por ejemplo, alentando
el uso de nuevos circuitos de distribución, favoreciendo nuevas técnicas y
ofreciendo, en el plano local, una amplia gama de edificios, sea
construyéndolos especialmente, sea utilizando bibliotecas, escuelas, salas de
reunión, etc. 6) La política cultural, que presenta un importante aspecto
educativo, debe en particular, por un lado, reunir medios que permitan a los
niños ejercer sus facultades creadoras y llegar así a la expansión de su
potencial cultural y, por el otro, suscitar una nueva sensibilidad estética
respecto del medio ambiente. 7) Interesa alentar una actitud más crítica frente
a los productos de los medios masivos y velar para que los interesados
dispongan de una gran elección de productos y puedan expresarse por los
diferentes medios. 8) La política cultural debe en particular combatir los
efectos negativos de la comercialización de una producción cultural masiva, en
especial ofreciendo variantes de calidad, suscitando una gran variedad de
productos y aprovechando mejor los recursos de cada comunidad cultural.”
Convención Cultural Europea, Oslo, 1976.
(12)
Comisión Asesora Presidencial. CULTURA, Santiago de Chile, Mayo 1997.
(13)
Idem, p. 21.
(14)
El mayor porcentaje demográfico de Honduras es actualmente (2003) menor de 30
años.
(15)
“El prestigio de la Nación y el bienestar general serán promovidos mediante el
reconocimiento de que las artes y el espíritu creativo que las motivan, y que
ellas personifican, constituyen una parte valiosa y esencial de los recursos de
la Nación.” National Arts and Cultural Development Acts, 1964.
(16)
Louis Althusser. ESCRITOS, BARCELONA, Editorial Laia, 1974.
(17) François Chatelet et al. HISTORIA
DE LAS IDEOLOGÍAS. Los mundos divinos
(hasta el siglo VIII). De la Iglesia al Estado (siglos IX al XVII), Madrid,
Zero Zyx, 1978.
(18)
En muchos países europeos los medios de comunicación masiva son estrictamente
regulados por las políticas culturales del Estado (particularmente radio y
televisión), el que, como en Inglaterra, supervisa el contenido de las
emisiones, en Francia obliga a seguir pautas de beneficio popular, y en Países
Bajos estipula volúmenes de transmisión dedicados al estímulo cultural.
(19) Sylvie Blum. VIE CULTURELLE ET POUVOIRS PUBLICS, París, La Documentation Française,
Edition Libre Convenué, Guadaloupe, 1982.
(20)
“El crecimiento y florecimiento de las artes reposa sobre la libertad,
imaginación e iniciativas individuales”. (National Arts and Cultural
Development Acts, 1964).
(ILUSTRACIONES: Vinciguerra "Lenca con jarrones"; Visquerra "Revolución del sexo; Lara "Eva", y, Laínez),
APÉNDICE
Función de
Trabajadores (Operadores) de Cultura
Entre
otros estamentos culturales, se debe:
1)
Fijar la definición básica de la Estructura de Necesidades Culturales de la
Población, un tema controversial pero necesario.
2)
Toma de conciencia sobre la función del desarrollo cultural como dimensión y
finalidad del proceso general de desarrollo de la sociedad, más allá del
crecimiento económico.
3)
“Todo esfuerzo de desarrollo debe dirigirse hacia el desarrollo completo del
hombre, abarcando tanto los aspectos materiales y sociales como los
espirituales y morales, en un armonioso equilibrio. Nuestro empeño no tiene,
pues, por objeto el mero desarrollo cultural; debemos también lograr la
culturización del desarrollo. Siguiendo esta política superaremos fácilmente
los defectos que nos salen actualmente al paso en el desarrollo moderno”.
(Presidente de Indonesia en: Conferencia Intergubernamental sobre Políticas
Culturales en Asia, Yogykarta, 1973).
4)
“La filosofía del desarrollo integral debe contemplar al hombre tanto como
creador de bienes materiales económicos cuanto como de bienes de cultura”.
(UNESCO. Primera Reunión Interamericana de Directores de Cultura, Washington,
1963).
5)
“Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la
comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en
los beneficios que de él resulten. Toda persona tiene derecho a la protección
de los intereses morales y materiales que le corresponden por razón de las producciones
científicas, literarias o artísticas de que sea autora.” (Art. 27, Declaración
Universal de los Derechos Humanos, ONU, 1948).
6)
“Toda persona tiene el derecho de participar en la vida cultural de la
comunidad, gozar de las artes y disfrutar de los beneficios que resultan de los
progresos intelectuales y especialmente de los descubrimientos científicos.
Tiene asimismo derecho a la protección de los intereses morales y materiales
que le corresponden por razón de los inventos, obras literarias, científicas y
artísticas de que sea autor”. “Declaración Americana de los Deberes y Derechos
del Hombre”, Art. XIII. Novena Conferencia Internacional Americana, Bogotá,
1948
7)
“La cultura no es ya sólo una acumulación de obras y de conocimientos que una minoría
selecta produce, recoge y conserva para ponerlos al alcance de todos, o que un
pueblo rico en pasado y patrimonio ofrece a otros como un modelo del que les
habría privado su historia; que la cultura no se limita al acceso a las obras
de arte y a las humanidades, sino que es al mismo tiempo adquisición de
conocimientos, exigencia de un modo de vida y necesidad de comunicación; que no
es un territorio que ha de conquistarse o poseerse sino una manera de
comportarse consigo mismo, con sus semejantes y con la naturaleza; que no es
solamente una esfera que conviene todavía democratizar sino que se ha
convertido en una democracia que es necesario poner en marcha”. (Recomendación
I. Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales de Europa, 1972).
8)
“La identidad cultural nacional es hoy concebida como estrategia global
destinada a preservar, conservar, consolidar y proteger el patrimonio cultural
nacional, como factor de supervivencia para las naciones jóvenes, pero también
como defensa cultural de una nación frente a los embates de los expansionismos
extraños a los auténticos modos de vida de los pueblos”. E. R. Harvey. “Política cultural,
desarrollo nacional y seguridad del país”, Ponencia, XIX Curso Superior de
Defensa Nacional, Buenos Aires, 1972.
9)
“Cualquier intento de desarrollo de un país debe ser cultural, además de
económico y social, si se busca integrar armónicamente la relación
individuo-sociedad-Estado”. (Conferencia Intergubernamental de Venezuela,
1970).
10)
ESTRATEGIAS DE DESARROLLO CULTURAL
(Condensación):
a)
Sostener las instituciones de conservación y difusión de la cultura y del
patrimonio cultural (museos, bibliotecas, galerías de arte, teatros, salas de
concierto) replanteadas con enfoques rentables y moderno;
b)
Regular los entornos rural, urbano y semiurbano mediante planeación equilibrada
entre necesidades de desarrollo cultural y de desarrollo material-económico;
c)
Promover una infraestructura cultural orientada a satisfacer las demandas
masivas comunitarias, deseosas de bienes culturales para mejores niveles de
educación, ingresos y tiempo libre;
d)
Alentar a la iniciativa privada para producir bienes culturales asequibles
(libros de bolsillo, discos compactos) a precios bajos, cuidando que el afán de
lucro no distorsione la calidad de los bienes;
e)
Producir con subsidio ciertos bienes culturales para uso de instituciones,
organizaciones, grupos, escuelas y entes educativos o de familia, para acelerar
el progreso cultural de la comunidad;
f)
Desarrollar o patrocinar emisoras educativas y televisivas que, sin renunciar a
la publicidad comercial selecta, integren a las fuerzas vivas y estimulen la
producción cultural de calidad;
g)
Fomentar la actividad creadora de artistas en clima de total libertad de
expresión;
h)
Crear recursos financieros e incrementar las partidas destinadas al gasto e
inversión culturales dentro el presupuesto del Estado, como mecanismo
indispensable para implementar una política cultural con sólida base rentable y
económica;
h)
Preservar los valores originales de la cultural local, regional y nacional,
cuidando que se mantenga el equilibrio recíproco y fecundo entre ellas y la
influencia de otras culturas;
i)
Difundir los valores auténticos de la cultura nacional, principal factor capaz
de evitar la alienación y la desintegración de la comunidad, y de orientar al
país hacia un destino común;
j)
Apoyar financieramente a las instituciones privadas que tengan como fin el
cultivo de la identidad y las artes, las letras y la cultura, y coordinar
cuando fuere necesario la acción de ellas a fin de no duplicar esfuerzos y
multiplicar resultados;
k)
“La acción cultural del Estado debe ser siempre de incitación”. (IV Plan de
Desarrollo de Francia).
l)
“El estímulo, por medio de leyes y otros procedimientos apropiados, para el
establecimiento de fundaciones nacionales con fines culturales”. (Conferencia
de Venecia, 1970).
m)
“La afectación de una proporción adecuada de los presupuestos públicos del
Estado en correspondencia con las necesidades culturales nacionales”. (Venecia,
1970).
n)
El acopio y elaboración de estadísticas, especialmente en materia de gastos
culturales de los poderes públicos y de los particulares, y el establecimiento
de indicadores del desarrollo cultural que permitan su inserción dentro el esquema
de desarrollo general de la sociedad;
o)
Integración de los valores culturales en los procesos educativos;
p)
Fomento de la creación y educación artísticos;
q)
Formación de personal para el desarrollo cultural (Gerentes y Administradores
Culturales).
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