Derechos humanos y literatura en Centroamérica.
Visión ética desde el caso Honduras.
Exposición
en Trinity College, Hartford, CT, EUA., 2013.
Julio
Escoto, MA.
La canoa de Yumbé debió medir 42 pies de eslora…
[los primogénitos] eran invocados por los músicos, por
los cantantes (…) antaño, también los pintores, los cinceladores, los invocaban.
Pero se volvieron animales, fueron hechos monos porque se enorgullecían, porque
maltrataban a sus hermanos menores. Así fueron aminorados sus corazones; así fueron
perdidos, fueron aniquilados Maestro Mono, Maestro Simio, vueltos animales. Popol Vuh.
I.- ETAPA FORMATIVA
Pensamiento anti-colonialista
La biografía de Centroamérica
comienza con un secuestro. En 1502 Cristóbal Colón arriba en su cuarto viaje a esas
costas y atrapa, en el verano de Julio, a un putún, que es un comerciante indígena,
cuando navegan ambos por el golfo de Honduras. Relata la crónica:
Estando el Adelantado [Cristóbal]
en aquella isla [Guanaja], con deseo de saber sus secretos, quiso su buena suerte
que llegara una canoa tan larga como una galera, de ocho pies de anchura, toda de
un solo tronco (…) la cual venía cargada de mercancías de las partes occidentales,
hacia la Nueva España. Tenía en el medio un toldo hecho de hojas de palma, no distinto
del que llevan en Venecia las góndolas, el cual defendía lo que estaba debajo de
tal modo que ni la lluvia ni el oleaje podían mojar nada de lo que iba dentro. Bajo
aquel toldo estaban los niños, las mujeres, y todos los bagajes y mercancías[1].
Hernando Colón explica
que los 25 hombres que conducían la canoa se rindieron ante los “bateles que los
perseguían” y que “tomada, pues, la canoa por los nuestros sin lucha” dice, fue
llevada ante Colón, quien ordenó sacaran de ella lo que hubiera de buen precio,
como camisas y mantas de algodón, a cambio de “algunas cosas”, probablemente abalorios
y espejos.
Y retuvo consigo a un viejo
llamado Yumbé para que le mostrase la geografía de ese exótico mundo, y sus peligros,
y sus rutas de agua, tras cuyo interrogatorio y cuando “llegaron a donde [Yumbé]
no podía ser entendido” porque hablaban otras lenguas, el Almirante le dio “algunas
cosas” y lo envió a su tierra “muy contento”. Hernando no indica dónde o cómo se
libera a ese primitivo centroamericano pero es probable que lo haya abandonado en
cualquier sitio de la costa.
Tras aquel suceso devino
la fiera conquista y ocurrieron las verdades y exageraciones en torno a la esclavización
de los indígenas, a las masacres cometidas por los capitanes conquistadores, incluso
entre ellos mismos, y que dieron pábilo a la nominada “leyenda negra” del reino
español, escandalizada y polemizada por los seguidores y detractores de Fray Bartolomé
de las Casas.
En tal contexto nacen los
primeros héroes del imaginario cívico centroamericano, los caciques indígenas que
habrán de pervivir 500 años después como primarios fundadores de la nacionalidad
y que resistieron a la primera oleada de la invasión castellana, desde 1525.
Nos referimos al cacique
Paris de Castilla del Oro (Panamá), a los 18 guerreros Tapaligüil
de León (Nicaragua), todos atacados por Pedrarias Dávila; al cacique Çicumba (Çoçumba, Socremba, Joamba ) de Ticamaya, que combatió
por su territorio doce años, y a Elempira, ambos de Honduras, que aglutinó a treinta
mil guerreros; y a Tecún Umán de Guatemala, al mítico Atlacatl de El Salvador y
a Garabito de Costa Rica, entre muchos otros reconocidos u olvidados por el tiempo[2].
Y aquí debemos detenernos para obtener una primera conclusión.
Cuando esos caudillos indígenas asumen su posición de capitanes para oponerse a
que su comarca sea absorbida por el dominio europeo, la tesis de los derechos humanos
aún no existía; hacían falta centurias, hasta el período de la Ilustración, para
que los filósofos concibieran la idea de que el hombre ––y no dios, la religión
o los reyes–– fuera el motor de la historia.
Aunque no teorizado ––o sea,
no sometido a reflexión crítica–– el pensamiento que conjunta a todos esos guerreros
primitivos es el de la defensa territorial, que es decir de los grupos humanos que
allí residen. La invasión militar española cae sobre ellos para secuestrarles una
posesión o derecho, el derecho de la convivencia y la paz, el de la tierra como
residencia de antepasados y espacio para las generaciones futuras, el de su fuente
de alimento, de pertenencia y de imaginación, el derecho a la dignidad como seres
humanos con raíces y sueños de porvenir…
Cuando el 26 de Agosto de 1789 la Asamblea
Constituyente de Francia emite la primera declaración de derechos conocida,
afirma:
“la
ignorancia, la negligencia o el desprecio de los derechos humanos son las
únicas causas de calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos”.
Y siglo y medio más tarde, en 1948, proclama la Organización
de Naciones Unidas:
Nadie estará sometido a esclavitud
ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas
sus formas.
(Artículo 4. Declaración Universal de Derechos Humanos).
Se puede aseverar, entonces, que un importante componente
de la filosofía de derechos humanos nace en América tras la práctica continuada
de violencia que los reinos centro europeos ––inglés, francés, portugués,
holandés y belga, no sólo el español–– cometen
en la América continental e insular, así como en el antiguo Congo de África[3].
Pinto Soria afirma al respecto:
Los traumas y fracturas que ocasionó la Conquista
en la sociedad indígena fueron, desde luego, irreversibles; numéricamente en algunos
lugares fue al final diezmada ––Honduras y Costa Rica–– y en otros como Guatemala
no logró recuperarse durante tres siglos de dominación colonial[4].
Conquista y colonización no fueron, precisamente,
“encuentro de dos mundos”
sino esclavitud y groseros vasallajes…
Tras una fatiga de 300 años de abuso colonialista el peso
de las tesis revolucionarias de Montesquieu, Descartes, Rousseau y Diderot,
entre otros, concluyen por ablandar al duro peñón imperial y en la década de 1800 se relaja el ambiente dictatorial de la monarquía española
y surgen nuevas propuestas de gobierno y democratización.
Aparecen entonces dos figuras cimeras en Centroamérica,
ideólogos de la autonomía aunque con opuesta aproximación cada cual.
Mientras que el prócer de Guatemala, Pedro Molina, y su
esposa Bedoya, piden la independencia de España absoluta y de inmediato, el representante
del racionalismo filosófico, José Cecilio del Valle, cree que antes de otorgar la
libertad al pueblo se debe educarlo, para que la administre juiciosamente.
Las diferencias entre Valle
y Molina no fueron de fondo sino tácticas: Valle era gradualista, Molina exigía
transformaciones inmediatas[5]
Valle (Honduras 1772-Guatemala 1834) es figura excepcional
no sólo en cuanto a su capacidad como pensador, literato, filósofo, científico,
naturalista, economista y político, sino también como educador. Es el primero que
pregona en la Centroamérica de 1830 el valor de una nueva ciencia titulada Estadística
y que puede procurar a los pueblos inmensas satisfacciones informativas y de comparación,
útiles para el buen manejo de gobiernos.
Inmerso en una sociedad abismalmente inculta, con analfabetismos
próximos al 99%, y con una burocracia oficial que lo único a que aspira es a complacer
a su señor ––sea ese el inmediato gobernador
o el rey en la lejana península–– del Valle
hace del objeto de la ciencia un sueño de libertad.
Para entonces (1820) el reino de Guatemala está
constituido por cinco provincias: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y
Costa Rica, siendo la primera el centro desarrollado, con las autoridades coloniales,
y las otras la periferia subdesarrollada.
Sin conocer la doctrina de derechos humanos, que aún no
existía como tal, Valle proclama la necesidad de sustentar toda decisión política
sobre una base económica beneficiosa para el ciudadano común. La independencia de
1821, dice, no fue el único propósito de los centroamericanos cuando la proclamaron,
pues
¿qué [se] habría adelantado si al gobierno español, inglés
o portugués que la regía hubiera sucedido un gobierno despótico? La América se proclamó
independiente con dos objetos: [1] tener en su mismo seno el gobierno que debía
dirigirla y [2] organizarlo de modo que fuese justo y protector de los derechos
individuales de los hombres[6].
Al hablar de “derechos individuales”
Valle ––único centroamericano admitido a la Academia
Francesa–– aviva desde el remoto centro de América las tesis mismas de los grandes
maestros de la Ilustración, particularmente en lo que concierne a la necesidad de
un Estado que garantice el ejercicio pacífico y estable de la libertad política
y la propiedad, entre otros componentes. Y para ello, insiste Valle, se ocupan renovados
métodos de educación pública, capaces de hacer que el individuo conozca sus derechos
y pelee por ellos en plena conciencia.
Los pueblos que quieran ser libres es necesario que aprendan
a serlo; y esas lecciones sólo puede darlas un sistema nuevo de educación[7].
Va mucho más allá, incluso, y recomienda se establezca
en cada provincia escuelas de ciencias políticas “para entrenar a la nueva
clase dirigente”.
Ha habido escuelas para enseñar a manejar el cañón y esgrimir
la espada, y no se han fundado para enseñar a gobernar…[8]
Le preocupa que el despotismo encuentre asilo propicio
en América debido al analfabetismo y superstición de las gentes, y por la ausencia
de formación cívica en gobernantes y gobernados. Se interesa además porque el gobierno
se constituya sobre la base orgánica de dos poderes complementarios, Legislativo
y Ejecutivo, enmarcados forzosamente ambos en las reglas y prescripciones de una
Constitución Política moderna. “Moderna”, desde luego, con los valores de 1825.
Varios de sus discursos académicos y oficiales insisten
además en la eliminación de la pena de muerte, tan abusada por el régimen colonial,
y en que se armonice la relación entre Derecho y Economía Política, ya que esa liaison producirá leyes benéficas para el
derecho ciudadano.
En síntesis, entonces, la vida de Valle es dedicada al
cultivo de las ciencias, pero no por ellas mismas sino como sustento teórico y práctico
para defensa de los derechos comunales.
Por estas y otras motivaciones Arturo Arias ha mocionado
para que Valle sea considerado “padre de los estudios culturales” en América, ya
que antes que José Martí (1853-1895) ––hasta ahora honrado con
tal titulo–– practica en época temprana
los fundamentos de esa disciplina de hoy[9].
el pensamiento latinoamericano
se suele iniciar con el ensayo Nuestra América (1891) del poeta cubano José
Martí, publicado en Nueva York y luego en ciudad de México, y con el Ariel (1900)
del ensayista uruguayo José Enrique Rodó [pero más bien] podríamos afirmar con solidez
que los estudios culturales latinoamericanos no se inician con los ensayos
de Martí, sino que tienen a Valle como punto de partida en la década de los 1820 (…) mi objetivo no es tanto hacer panegírico
de Valle, como argumentar que, guste o no, tenemos que ubicarlo en el inicio mismo
de los estudios culturales centroamericanos y, sin duda, latinoamericanos, por ser
el primer pensador en articular discursos conceptuales en términos interdisciplinarios
y culturales desde una perspectiva epistémica continental, fenómeno que prácticamente
no se repetiría sino hasta fines del siglo diecinueve[10].
Valle
forma parte del distinguido grupo de diputados e intelectuales a quienes se convoca
para instalar la primera asamblea constituyente de Centroamérica[11],
entre cuyas delicadas tareas se encuentra definir el sistema de unión y gobierno
que van a estilar las cinco provincias de su territorio; iniciar la composición
de las leyes de la nueva república y, en globalidad, dibujar su perfil democrático.
Cuando la independencia se produce, acarrea consigo
un derrumbe de las instituciones de gobierno colonial, fuertemente centralizadas,
y se crea un vacío de poder. Y en el desmantelamiento de las viejas estructuras
administrativas y constitución de las nuevas unidades políticas, se produce también
un abandono de la vieja teoría del derecho divino de los reyes ––que
sirvió para legitimar los regímenes monárquicos–– y la adopción de las nuevas ideas liberales republicanas[12].
Imbuida
de un alto espíritu humanista, una de las primeras resoluciones de la Asamblea declara
abolida en Centroamérica la esclavitud (Abril 24, 1824), ocurriendo este fenómeno
nueve años antes que Inglaterra, 39 antes que Rusia y Estados Unidos, y 65
antes que Brasil[13].
Declara
asimismo la tolerancia a todos los cultos (Mayo 2, 1832), con lo que rompe un monopolio
extenso y secular, el de la iglesia Católica, otorgando un derecho más ––entonces llamados individuales o ciudadanos–– a la sociedad.
Pensamiento federalista
Simultáneamente surge en Centroamérica la extraordinaria
figura histórica de Francisco Morazán, Jefe de Estado en Honduras (1827-1828), en
El Salvador (1839-1840), en Costa Rica (Abril a Septiembre 1842) y Presidente de
la República Federal de Centroamérica (1829-1838).
Morazán llena miles de páginas de la historia regional,
con frecuencia más por sus acciones militares destinadas a defender el sistema federativo
que por sus propuestas cívicas ante el Congreso o por su pensamiento liberal, dentro
del que ocupa sitio de privilegio el tema del derecho ciudadano.
La bibliografía acerca de este prócer es abundante, escrita
tanto en el siglo XIX como en los subsiguientes, siendo su legado todavía polémico
en países como Guatemala y Costa Rica. Su pensamiento directo se encuentra en pocas
páginas (Memorias, Manifiesto de David, Testamento), siendo su acción política y
de gobierno las que iluminan mejor su desempeño democrático[14].
En primer lugar, Morazán se destaca por un intenso respeto
a los pueblos constitutivos de la Centroamérica de su época, sin excepciones. Al
pueblo de la zona selvática de La Mosquitia, que es aliado del reino inglés y por
tanto opuesto a la Federación centroamericana, apenas si le dirige el epíteto de
“salvaje”, pues comprende que la baja educación y nulo sentido político de esos
indígenas es lo que facilita su alienación.
En Enero de 1830 desactiva una rebelión indígena en el
actual Departamento de Olancho, en Honduras, asistiendo a conversar con sus jefes
bajo un árbol, sin armas ni guardaespaldas, antes que castigarlos y reprimirlos.
En 1838 triunfa la subversión inspirada por el caudillo mestizo Rafael Carrera en
Guatemala, a quien acompañan miles de indígenas y a quien Morazán busca convencer
para la paz en vez de lanzar sobre ellos el poder de las armas; y suscribe con la
gente de Carrera un convenio que estos pronto desconocen.
Durante once años de vida política y militar Morazán sustenta
la leyenda de que nunca maltrata a sus prisioneros de batalla y que más bien les
guarda consideración. Y llega a tal grado esa convicción entre sus enemigos que
en cierto caso el jefe opositor Aycinena le deja una nota, antes de huir, donde
le encomienda a sus propios soldados heridos[15].
Esas evidencias históricas identifican la praxis de una
ética humanista y liberal distinta de los estilos europeos tradicionales de hacer
la guerra; que es decir de construir la paz.
A pesar de su formación autodidacta Morazán fortalece,
durante los ocho años de sus dos gobiernos como Presidente, a las redes intelectuales
y unionistas articuladas en el área, a fin de asegurar la continuidad y pervivencia
de la nación federada. Esos círculos liberales requerían de vigor constante pues
debían enfrentar una lucha permanente contra viejos y nuevos opositores conservadores,
incluyendo personas, vicios y residuos del antiguo sistema colonial.
Para ello se rodea con, y articula a, simpatizantes del
pensamiento republicano (los fiebres o anarquistas), por cuanto son estos quienes
adversan al statu quo y reclaman su transformación. Contra ellos expresan oposición
los conservadores (serviles o aristócratas) integrados por el clero, la
nobleza esencialmente guatemalteca (experimentada en administración y privilegios
del gobierno español), terratenientes y una vasta población analfabeta, supersticiosa
en religión, ausente de cultura política y celosa ante la menor propuesta de cambio.
Desde el día mismo en que se instala la Asamblea Constituyente
(Junio 24, 1823), como posteriormente en el congreso regular que conoce Morazán,
se declara, aunque a soto voz, la profunda batalla ideológica que va a escenificarse
en el tablado político de Centroamérica durante la década. Por ello es importante
detenerse aquí un instante para conocer su repercusión sobre la teoría y práctica
de los derechos humanos.
a) Idea de nación
Lo primero que debe destacarse es que en tal instante,
es decir en 1823, no existe en la zona un concepto estructurado de nación. La idea
misma de “Centro América” es factualmente exótica —pues, ¿por qué y en qué nos vamos
a asemejar salvadoreños con guatemaltecos, los hondureños y nicaragüenses con los
costarricenses?—, carecía de sustancia teórica y apenas si empezaba a formularse.
Así que lo único que presta vida a ese joven cuerpo político
es, mejor que nunca, un imaginario, esto es una indefinida colección de ideas y
sentimientos en torno al modo en que deben resolverse los conflictos históricos
de toda esa región, y la forma en que deben agruparse sus igualdades y similitudes
para que de simple manifestación pública asuman expresión política. García Laguardia
recuerda cómo en el Acta de independencia de 1821 jamás se menciona la palabra “república”[16].
Era grave y difícil la tarea de los ideólogos de ese tiempo,
casi taumatúrgica: la de imaginar e inventar una nación, y durante 19 meses la Asamblea
Constituyente genésica produce 784 actas,
137 decretos y 1186 órdenes[17].
La nueva Constitución se adhiere a un gobierno republicano representativo constituido
por los tres poderes del pacto social y —que es lo
que ahora más interesa— emite una declaración de los derechos
del hombre y del ciudadano sobre la base de los principios aceptados de igualdad,
libertad, propiedad y seguridad.
Lógicamente, se recurre a modelos y el más visible, por
exitoso, es el federativo de Estados Unidos, si bien no se le copia en forma íntegra[18].
Son muchas las discusiones registradas sobre el tema en el seno de la Asamblea Constituyente,
y desde luego muy amplias las dudas.
Estados Unidos nace tras una experiencia colonial relativamente
corta, y no como la centroamericana, que dura 300 años. Proviene de un modelo económico
diferente al español, más libre en sus relaciones productivas y comerciales. Pero
particularmente —entre otros factores— la población que lo habita trae desde su
momento de ingreso mejor calidad educativa que la local centroamericana[19].
Adicional a que su actitud mental es proclive a lo rebelde, al desarrollo y la invención,
a la exploración de mundos y océanos y al mercantilismo, en tanto que Centroamérica
cuenta con una escasa —realmente escasísima— masa crítica intelectual, con una demografía
humana de pobre calidad educativa y con vicios heredados de una cultura de protocolos
despóticos, discriminatorios y asentados sobre la base del poder exclusivista, no
de la inclusión.
Los legisladores de la Asamblea de 1824 reconocen con exactitud
la compleja tarea:
Crear un
nuevo orden político sobre las ruinas del despotismo ––dicen–– sin el gran cúmulo de conocimientos teóricos y locales que exigen las instituciones
modernas: acomodarlas a pueblos heterogéneos, incultos y absolutamente diversos
de aquellos de donde vinieron esos principios, sin un plano estadístico ni topográfico,
sin tener siquiera un censo de la capital, sin suficientes datos históricos de las
costumbres y carácter de sus habitantes, y de su fuerza y capacidad para ser libres,
fue para la Comisión un empeño arduo y fatigante excepto porque la estimulaba el
victorioso deseo de dar un principio vital a la patria [texto sintácticamente
ajustado][20]
La plataforma ética en que se apoya esta Comisión para
configurar la Constitución federal centroamericana proviene de la Declaración
de Derechos del Hombre y del Ciudadano[21]
decretada por la Constituyente francesa en Agosto de 1789, no sólo por ser el documento cívico
más avanzado a la fecha sino porque la mayoría de legisladores centroamericanos
deriva intelectualmente de la Ilustración y el Enciclopedismo ––como Valle––, pues
son liberales republicanos, devotos de Francia y Estados Unidos[22].
Son documentos políticos y teóricos que en principio
nacen también del espíritu de la declaración de derechos individuales formulada
en Virginia (Estados Unidos) en época temprana y luego en Francia[23].
Nuestro propósito es narrativo y no podemos entrar
ahora en esos aspectos. Pero sí debe destacarse que los legisladores de
Centroamérica, tanto en la Constituyente de 1824 como en las sucesivas sesiones
del Congreso Federal, se inspiraron en la filosofía ética de los derechos
humanos nacida en Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Hay escasa referencia al
pensamiento de oriente o de India, mientras que el latino americano todavía no
existe aglutinado como tal, término este que no nace sino hasta 1856, cuando la
lucha contra el filibustero William Walker[24].
Guerra contra la
esclavitud
Y
es precisamente en este período de la década de 1850 cuando América Central
libra su batalla histórica contra el más horrible abuso humano, que es la
esclavitud. El abogado, médico y periodista de Memphis, William Walker, arriba
a Centroamérica contratado como mercenario por la facción Demócrata de
Nicaragua para combatir al partido Legitimista, pero tras ciertos desarrollos
políticos acaba convirtiéndose en presidente de ese país.
Entre
sus intenciones declaradas figura restablecer el trabajo forzado en Nicaragua y
posteriormente en Centroamérica, si consigue ampliar su dominio a otros países
del istmo[25].
Como
consecuencia esos otros Estados organizaron un ejército asociado que avanzó sobre
Nicaragua y venció a Walker, quien huyó de retorno a Estados Unidos vía Panamá,
de donde volvió en 1860 con otra fuerza expedicionaria y filibustera.
Esta
fue derrotada y Walker fusilado en Trujillo, el mismo sitio Atlántico donde Cristóbal
Colón había celebrado su primera misa continental casi cuatro siglos antes.
Mucho
antes de que Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) acuñara
su grito libertario de “civilización o barbarie” los Estados centroamericanos
se enfrentaban a un dilema trascendental: permitir que un nuevo colonialismo se
impusiera en sus tierras o combatirlo.
Ese
joven imperialismo amparado en la doctrina del Destino Manifiesto, y que fuera encarnado
por William Walker y otras fuerzas dominantes de Estados Unidos, agredía
directamente al débil equilibrio de los derechos ciudadanos en la región. No es
que los gobiernos locales fueran modelo de respeto a la condición humana, sino
que ahora el asunto dejaba de ser un juego político interno para convertirse en
un intento de dominación por fuerzas externas.
Quiero
decir que la acción de Walker pone en peligro la existencia misma de las
naciones centroamericanas del momento, situando en riesgo, con ello, al frágil
edificio de justicia, equidad, paz y convivencia que el sistema jurídico post-federal
venía construyendo lentamente en cada república.
La
Gaceta de Guatemala advertía a los
nicaragüenses tener cuidado con Walker pues era seguro que con él:
They would soon lose
their language, religion, social customs, and Spanish-American traditions. They
would be humiliated, scorned, and driven into a miserable corner of Nicaragua,
prisoners of foreign exploiters[26].
Esta
fue, probablemente, la mayor amenaza que los países centroamericanos hayan
enfrentado en torno a su identidad y a la vigencia constante de los derechos
ciudadanos establecidos en sus cartas constitucionales.
II.- LA MODERNIDAD
Un
viento matutino, pletórico de efluvios,
Sobre
todas las frentes de la América avanza.
Juan
Ramón Molina. “Águilas y cóndores”.
Existen
discusiones en torno a la época en que la región centroamericana ingresa a la
modernidad. Para algunos es desde la épica colectiva contra Walker, para otros hasta
ya avanzado el siglo XX.
No interesa tanto definir ese proceso sino
destacar cómo tras la disolución del gobierno federal, a fines de la década de
1830, y luego del nacimiento de los Estados nacionales centroamericanos en la
década de 1840, siguió una larga lucha entre liberales y conservadores con el
propósito de restaurar la Federación los primeros, o mantener el statu quo
colonial los segundos.
Al
entrar esos jóvenes Estados a la modernidad, la naciente libertad de
pensamiento y lecturas, así como el nuevo orden económico y comercial
establecido, alientan a que surjan artes hasta entonces sólo instrumentales
(utilitarias para la religión), como la literatura.
En el
caso de Honduras es interesante conocer cómo los llamados gobiernos de la
Reforma Liberal (1876-1890) socializan la oferta cultural mediante la creación
de archivos y bibliotecas nacionales, diarios y gacetas, la constitución de
bandas y orquestas clásicas y populares, la erección de estatuas y monumentos conmemorativos,
la convocatoria a certámenes literarios y la publicación de libros, entre otras
acciones de proyección intelectual[27].
La
aplicación del método sociológico a algunas producciones artísticas nacidas
entre 1900 y el presente ofrece un rico depósito de manifestaciones
relacionadas con los derechos humanos. Muchas de ellas son retrato de la
vibración de su época y en alguna forma captan la conmoción social de entonces permitiendo
lecturas no sólo estéticas sino también políticas, económicas y antropológicas.
Se
puede leer The grapes of wrath, de John
Steinbeck, por ejemplo, tanto desde el ángulo exquisitamente literario como de
otras disciplinas, y lo mismo se puede hacer con Leaves of grass, de Whitman o aplicar una red psicoanalítica para
estudiar el Hamlet.
En el
caso de Centroamérica, y específicamente de Honduras, las leyes entonces
emitidas facilitan conocer los avances oficiales logrados en torno a derechos
humanos, pero la literatura escrita es la que permite comprender la demanda
colectiva y el grito social de cada momento. La literatura actúa entonces como
barómetro de las circunstancias y particularmente de la demanda histórica.
Castañeda
Batres advierte cómo a inicios del siglo XX los escritores fueron, además de
poetas
hombres
públicos, ligados estrechamente a la política y a las luchas civiles de su
pueblo[28].
A fines
del siglo XIX y principios del XX los intelectuales se convierten entonces en
agentes motivadores del cambio político y su primer reclamo es por el respeto a
la democracia. Este comprende el derecho de elegir y ser elegido pero
igualmente el de la alternancia en el poder y el rechazo a la dictadura.
El
registro de la producción romántica primero, y modernista después, efectuado
por la crítica Helen Umaña revela cómo entre poemas al amor y la naturaleza los
autores producen escritos artísticos que demandan la vigencia del derecho político
a vivir en democracia.
En el
soneto “La musa heroica” José Antonio Domínguez (1869-1903)[29]
redacta un como manifiesto militante al pedir a los poetas que se comprometan
en la pelea social y que en vez de metáforas conciban pensamientos:
Lanza
las flechas de oro de la idea;
depón
el culto de Eros y proclama
otro
mejor; la lucha te reclama:
yérguete
altivo en la social pelea.
A la
vez, y con el propósito de vigorizar el sentido de identidad nacional, poetas,
narradores y periodistas publican obras que exaltan la acción de próceres y fundadores,
mayormente en torno a las figuras cívicas de Francisco Morazán, del honrado
José Trinidad Cabañas y del sabio José Cecilio del Valle[30],
de quienes destacan las virtudes de honor, honestidad, solidaridad, fraternidad
y amor patrio. Estos modelos humanos son propuestos a la sociedad como emblemas
de los mejores valores humanistas, y por ende de la práctica más justa y equilibrada
del derecho individual y colectivo.
El
poeta Juan Ramón Molina (1875-1908) supera al discurso abstracto hasta entonces
imperante y cuando parte al exilio, en 1892, se queja, concretamente, del
sufrimiento real de su sociedad, dominada por un dictador. Una estrofa de
“Adios a Honduras” expresa que el pueblo es como un cóndor que extiende sus
alas a la libertad, pero que
al
remontarse a coronar su anhelo
un
audaz tiranuelo
se las
ha cercenado con las balas.
El
poema es pródigo en adjetivos duros, tales como “mandatarios estúpidos y
abyectos”, “despotismo”, “guerras intestinas” e “infamia”, y revela un temprano
nacimiento de la poesía de protesta, distinta de la previa romántica o
modernista en donde la palabra era escasamente de denuncia y mayormente
dedicada a la práctica lúdica.
Similar
actitud adopta su contemporáneo Froylán Turcios contra las guerras civiles
––que son concretas transgresiones al derecho de la convivencia y la paz––, y
de quien asevera el poeta José Antonio Funes:
nunca
estuvo alejado de las luchas políticas de su país[31].
a) Angelina
La
primera novela reconocida como tal en Honduras, el libro “Angelina”, de Carlos
F. Gutiérrez (1861-1888), es en sí una ancha metáfora sobre el sufrimiento del
pueblo a manos de gobernantes que vulneran los derechos humanos. La obra relata
la existencia de una bella joven aldeana nombrada Angelina, a la que un
fortachón, que adicionalmente es retrasado mental, rapta, domina y viola en una
cueva de montaña.
Gutiérrez,
que es romántico, concibe en Angelina a la patria: hermosa e inocente, por lo
cual ella se aproxima sin malicia ni temor a los riesgos, pues no teme le hagan
daño. Pero el mudo Julián tiene otras intenciones sensuales, cuales son las de posesión
y lascivia.
Y de allí
que, como hacen los tiranos, tras huir del dominio a que lo sujeta la
democracia, captura a Angelina y la encierra sin derechos a pensamiento,
expresión, movilidad o independencia, menos a escoger su determinación
intelectual o de género. Hasta que los ciudadanos de la villa ––que representan
a lo educado y la civilización–– se juntan para rescatar a la muchacha pero
llegan tarde para ello. Ante el ultraje Angelina se lanza a un abismo y al
loco, es decir a Julián, lo amarra el pueblo a un poste, de donde se espera que
nunca escape.
El
maestro Arturo Alvarado ve en “Angelina” a la eterna lucha entre naturaleza y
cultura[32].
b) La época sandinista
Un caso
aún más interesante se da en la relación del poeta hondureño Froylán Turcios (1874-1943) con el
líder rebelde nicaragüense Augusto C. Sandino, ya que en este caso el literato
se sale de la ficción para defender el derecho real a la soberanía que tienen
los pueblos.
Como se
conoce, la Infantería de Marina norteamericana desembarca en Nicaragua para
estabilizar al país tras las luchas internas, pero permanecen allí, contra la
voluntad nacional, hasta 1933. Debido a que Nicaragua había sufrido previamente
(1855) la presencia de filibusteros como William Walker, esta intervención de
los Marines genera temor y desconfianza de que pueda convertirse en una
ocupación general.
Sandino,
que entonces es un dirigente menor, se alza en armas y durante seis años (1927-1933)
conduce una lucha permanente de guerrillas contra la presencia militar
norteamericana hasta que consigue expulsarla del país.
En
cierto momento (Septiembre de 1927) Sandino y Turcios establecen comunicación y
desde entonces hasta 1929 Turcios se convierte en vocero internacional del
movimiento rebelde nicaragüense[33],
contribuyendo de tal forma a que las libertades cívicas se restablezcan en
Nicaragua, que es decir las prácticas y derechos democráticos de los
ciudadanos.
Para
tal fin Turcios escribió cartas a intelectuales y políticos famosos del mundo,
ante quienes elogió la hazaña de Sandino, así como redactó artículos, ensayos,
poemas, y dirigió revistas donde reproducía los partes de guerra de aquel y
exaltaba su gesta. Poco más tarde ambos romperían, alegando Turcios que Sandino
se había convertido en un político más de los tradicionales en Centroamérica y
dejado de ser el héroe que había conocido.
III.- Hacia el presente
La
región ha producido escasa teoría sobre el tema de derechos humanos y se ha
concentrado, más bien, en ratificar todas las convenciones internacionales acerca
de la materia. Ha sido muy rica, en cambio, en expresiones colaterales sobre la
vigencia y violaciones al derecho humano, y su literatura imaginativa (novelas,
cuentos, poemas) está plagada con manifestaciones directas o metafóricas al
respecto.
Una
ancha veta para ese tipo de literatura nació cuando los escritores decidieron
trasladar a sus libros las historias de los obreros de las empresas bananeras.
Estas compañías arriban a Honduras a fines del siglo XIX y durante los
siguientes 60 años crecen en forma poderosa hasta adquirir la capacidad de
cambiar gobiernos, imponer ministros y diputados, iniciar o detener
revoluciones, así como ejercer enorme influencia económica y política sobre la
sociedad[34].
Pero
así como generaron muchos beneficios tecnológicos y de empleo, igual cometieron
graves faltas y abusos, los cuales han sido dramatizados en varias obras
literarias. En Opalinaria, por
ejemplo, Juan Alger ficciona la forma en que ––como se supone ocurrió en la
realidad–– los directivos de la Cuyamel Fruit Company sobornan a un presidente
de la república. En la novela Barro
la escritora Paca Navas de Miralda reconstruye las artimañas empleadas por los
funcionarios de Standard Fruit Company (antes Vaccaro Bros. Co.) para
apoderarse de terrenos rurales y urbanos de la ciudad La Ceiba, y los artificios
mediante los cuales evaden impuestos, exceden las concesiones otorgadas por el
Estado y someten a la región a su dominio económico. En Prisión Verde el laureado autor Ramón Amaya Amador detalla con
minuciosidad casi científica la serie de violaciones que la United Fruit
Company realiza contra los derechos laborales e incluso cívicos de sus
empleados.
Aunque
compuestas por inspiración literaria, estas y otras obras similares del período
son denuncias puntuales contra los abusos que el poder transnacional practica
en Honduras y en los cuales cuenta, frecuentemente, con el aval o complicidad
de las autoridades nacionales.
Los
abusos presentados en esta literatura de denuncia se refieren mayormente a la
explotación del obrero “campeño” de la región Atlántica de Honduras: salarios
injustos o discriminatorios, racismo, represión económica e incluso política y
policial, manipulación del pago laboral al hacerlo con vales o tokens en vez de dinero, y los cuales
sólo pueden ser cambiados en tiendas de la empresa (comisariatos),
subvaloración de la mujer, otros.
Tras la
represión militar contra un movimiento campesino que reclama mejores
condiciones de vida y trabajo, observa Navas de Miralda en Barro:
La
forma como terminara la huelga en conato (…) hubo de de ser para el
proletariado costeño la negación absoluta de sus Derechos Humanos (p. 164).
Para conocer
en forma íntegra el conflicto por estos derechos en la época bananera, la
literatura de ficción gestada durante el período es muy ilustrativa.
Casi
simultáneamente se da otra línea de protesta en la literatura, provocada por la
dictadura de Tiburcio Carías Andino (1876-1969), quien fue electo a la
presidencia en 1932 pero que extendió ilegalmente su mando por 16 años, hasta
1948. Su largo gobierno produjo estabilidad y normalidad económica a Honduras
según algunos autores[35]
pero desencadenó a la vez un sistema tan bien organizado de delación, persecución
y represión que la historia lo identifica bajo tres terribles palabras:
encierro, destierro y entierro. Su policía secreta fue modelo para otras
tiranías[36].
Bajo el
reino de Carías fueron transgredidas todas las expresiones del derecho humano[37].
Violó los básicos derechos democráticos al quedarse en el poder sin sufragio
popular; los de género pues durante su gobierno fueron escasos los adelantos
oficiales en favor de la mujer, a la que negó el voto; los de los seis pueblos
indígenas originarios ya que con excepción de los Mayas, que escasamente
ocuparon territorio de Honduras, los desconoció; los del sindicalismo, al que
reprimió; del derecho político al hacer que su Congreso burlara lo estatuido en
la Constitución; del derecho económico al privilegiar a élites amigas, y
especialmente a las empresas fruteras, con exenciones y dispensas aduanales,
dejando al pueblo sin la menor oportunidad de beneficiarse con tales negocios; del
derecho de comunicación pues impuso censura férrea y, en fin, de todas las
formas humanistas y democráticas de la modernidad, que Carías reiteradamente
vulneró.
Es la
dictadura más extensa ocurrida en Honduras pero, como si el pueblo perdonara
sus acciones, fue muy llorado tras fallecer tranquilo en su lecho familiar en
Julio de 1969. Posiblemente porque, a pesar de todas las violaciones que produjo
a los derechos ciudadanos, respetó uno: el enorme hastío popular que ya no lo soportaba
en 1948.
Un contemporáneo exilado por Carías en México,
el poeta Jacobo Cárcamo (1916-1959), con flamas de ira política apostrofa[38]:
Desde
oscuros sepulcros
mil
dedos te señalan,
indispensable
sátrapa
recostado
en un lecho de bayoneta y sangre,
estiércol
de la historia de mi Patria.
Hirohito
mestizo,
Mussolini
de lata.
Cuando se analiza este tipo de procesos
sociales queda la sensación de que el desprecio y la violación a los derechos
humanos ha sido la constante más grande de la historia, pero no es verdad. La
constante más extensa y permanente ha sido la resistencia a esa violación.
En la biografía de los pueblos encontramos
siempre figuras y organizaciones que lucharon por devolver el respecto a la
condición humana y que incluso se sacrificaron por ello. Y de la misma forma,
como resonancia, como registro desde el ángulo estético, existen también
múltiples formas artísticas que exhiben y representan la vibración ética de su
momento, incluyendo la evolución social de los derechos humanos.
La pintura, la escultura, la música y desde
luego la literatura, entre otras artes, muestran, sabiendo leerlas, la
temperatura de este tema entre los individuos y las comunidades, pues advierten
del grito de alarma y queja de los oprimidos e irrespetados en sus derechos, de
los avances y los retrocesos, del concepto e ideas predominantes, pero sobre
todo de la dinámica con que las sociedades se mueven en búsqueda de un estadio
superior de desarrollo donde el derecho del individuo sea visto como algo prácticamente
sagrado.
En los siguientes cincuenta años después del
gobierno de Carías, y que concluye a medio siglo XX, ha habido muchos más
autores literarios en Honduras que, en forma directa o alusiva, han hecho de la
defensa de los derechos humanos un objetivo principal.
Pero esa es otra historia que, ojalá, podamos
conversar en una próxima ocasión.
Muchas gracias.
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[1] No le era
raro tal procedimiento. En A people´s history, Zinn dice: “This was
to have enormous consequences: it led Columbus to take some of them aboard ship
as prisoners because he insisted that they guide him to the source of the gold”.
And: “he took more Indian prisoners and put them aboard his two remaining ships”.
p. 3.
[2] Pastor Fasquelle. Biografía de San Pedro Sula: 1536-1954. San Pedro Sula, Honduras,
Centro Editorial, 1989.
[3] Ver la terrible novela de Mario Vargas Llosa,
El sueño del Celta, y su complemento historicista:
Williams et al. La tragedia del Congo.
[4] Pinto Soria, Ed. “El régimen colonial (1524-1750)”.
Historia General de Centroamérica. p.
12.
[6] García
Laguardia. “José del Valle. Ilustración y Liberalismo”. p. xxvii. Opuesto a esa
visión es el libro de López Jiménez. Valle.
Fouché de Centro América… Leer por equilibrio: Oquelí, Ramón, Ed. Antología
de José Cecilio del Valle, y, Leiva Vivas. Vigencia.
[7] Del Valle.
Plan de la Constitución política de la nación
Mexicana. Cit., en García Laguardia, p. LIII.
[8] Idem.
[10] Idem.
[11] Sus
figuras fueron Mariano Gálvez, Francisco Barrundia, José Simeón Cañas entre
otros. Ver: Pinto Soria. “La independencia y la Federación” en Historia General de Centroamérica,
pp-73-136.
[12] García
Laguardia. De Bayona a.
[14]
Ortega. Morazán, laurel sin ocaso.
Para endosos literarios sobre su vida, aunque históricamente correctos, ver mi
libro: El General Morazán marcha a
batallar desde la muerte (novela), 2012.
Griffith amplía el conocimiento de los escritos del héroe en: The personal archive of Francisco Morazán.
[15] Ver
Rosa. Historia del Benemérito. pp.
123-139.
[16] García
Laguardia. De Bayona…
[17] Ese corpus jurídico “se orientó a constituir el
nuevo país: formuló las nuevas denominaciones al darle el nombre de Provincias Unidas
del Centro de América; organizó un ejecutivo colegiado de tres miembros; declaró
religión oficial la Católica; garantizó la inmunidad parlamentaria; se prometió
a reconocer la deuda pública; declaró la igualdad ante la ley; confirmó a las autoridades
existentes; creó la primera biblioteca pública ya que las existentes, algunas importantes,
eran privadas y de acceso limitado; abolió tratamientos [los de excelencia, señoría,
don, otros similares]; derogó disposiciones discriminatorias para hijos ilegítimos;
dictó regulaciones migratorias favorables a los extranjeros; creó los emblemas nacionales;
abolió la esclavitud; reconoció el derecho de asilo; aplicó inquisición revolucionaria
contra empleados adversos al nuevo régimen; excitó a las asambleas americanas para
realizar un Congreso continental, antecedente del proyecto de Bolívar, idea precursora
en la que Valle tiene papel protagónico, y con gran interés siguió los pasos del
Congreso de Panamá y designó los representantes guatemaltecos”. Idem. Ver asimismo: Luján. La recepción del constitucionalismo moderno.
[18] “Al trazar
nuestro plan, nosotros hemos adoptado en la mayor parte, el de los Estados Unidos,
ejemplo digno de los pueblos nuevos independientes, mas hemos creído hacer alteraciones
bien notables y crear, por decirlo así, todo lo que debe acomodarse a nuestras circunstancias
o ajustarse a los más luminosos principios que desde la época de aquella nación
han adelantado en mucha parte la ciencia legislativa. Tuvimos, sobre todo, presentes
las Constituciones de España y Portugal, la federativa y la central de Colombia
y toda la legislación constitucional de Francia ... nosotros hemos aprovechado alguna
parte de las máximas establecidas en todas estas instituciones y combinándolo todo
con nuestras ideas, nos propusimos una Constitución peculiarmente nuestra y singularmente
ajustada a los principios”. Informe de la
Comisión, cit., por García Laguardia en
De Bayona…
[20] Informe de la Comisión, Op. Cit.
[21] Cuya primera traducción americana al castellano, producto de Antonio Nariño y publicada en Bogotá en 1793, debió
ser perfectamente conocida y circulada entre los legisladores de Centro América.
[22] La Déclaration des droits de l'homme et du citoyen (1789) fue prefacio a la Constitución de 1791. Una segunda
versión ampliada conocida como Declaración de los Derechos del
Hombre, de 1793, fue aprobada posteriormente en la Constitución francesa de ese año, ambas brevemente aplicadas, y seguida por la Declaración de Derechos y Deberes del
Hombre y del Ciudadano, de 1795 (Constitución de 1795), decretada por el Directorio.
[23] El primer
manifiesto de derechos del hombre en la época moderna es la Declaración
de Derechos de Virginia, de George
Mason y proclamada por la Convención de Virginia en Junio 12 1776. Influyó a T. Jefferson para la definición de derechos humanos contenida en la Declaración
de Independencia de EUA, de Julio 04, 1776. Este, fundamentado en el
iusnaturalismo racionalista, supone la conversión del derecho subjetivo en
centro del orden jurídico. Wikipedia.
[24] Paul Estrade asevera que
la expresión América Latina “se inventó en 1856 en son de reivindicación
identitaria y de manifiesto político (…) el 22 de Junio de 1856, en París,
delante de más de treinta ciudadanos de casi todas las repúblicas del Sur, en
acto de repudio a la agresión a Nicaragua, el chileno Francisco Bilbao calificó
de ‘latina’ a la América que defendía y promovía y evocó a ‘la raza
latino-americana’, oponiéndola a Estados Unidos de América y al yanqui”. El 26
de Septiembre de 1856 y motivado por la misma agresión, el poema “Las dos
Américas” del colombiano, exilado en París, José María Torres Caicedo, vuelve a
emplear el término.
[25] Passim.
Roche. Historia de los filibusteros;
Morán. Potencias en conflicto.
[26]
Rosengarten. Freebooters must die!,
p. 211.
[27] Passim.
Escoto. Imágenes de Tegucigalpa.
[28] Cit.,
por Umaña. La palabra iluminada, p.
46.
[29] Umaña
considera que el texto “Himno s la materia” de Domínguez es probablemente “el
primer gran poema de la lírica hondureña”. Op. Cit., p. 86.
[30]
Escritos sobre estas figuras y temas se encuentran, entre muchos otros, en José
Antonio Domínguez, Rómulo E. Durón, Jeremías Cisneros, Esteban Guardiola, Juan
Ramón Molina, Froylán Turcios.
[31] Funes.
Froylán Turcios. p. 200; Ver:
Turcios. Memorias.
[32]
Alvarado. Por otra lectura de Angelina.
p. 33.
[33] Passim.
Wünderich. Sandino, una biografía
política; Sélser, Sandino, general.
p. 189
[34]
Existen muchos estudios sobre el momentum
bananero, pero baste citar dos para profundizar en la materia: McCann. Una empresa norteamericana, y, Posas.
“La plantación bananera en Centroamérica. 1870-1929”.
[35] Ver Cáceres
y Zelaya. “Honduras. Seguridad productiva y crecimiento económico”…
[36] Inestroza.
Documentos clasificados.
[37] Es
abundante la literatura en torno a Carías. Básicamente se recomienda: Dodd.
Tiburcio Carías. Retrato; Argueta. Anatomía; Krehm. Democracia y tiranías.
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