12 febrero, 2014

Derechos humanos y literatura en Centroamérica.
Visión ética desde el caso Honduras.


Exposición en Trinity College, Hartford, CT, EUA., 2013.
Julio Escoto, MA.


La canoa de Yumbé debió medir 42 pies de eslora

[los primogénitos] eran invocados por los músicos, por los cantantes (…) antaño, también los pintores, los cinceladores, los invocaban. Pero se volvieron animales, fueron hechos monos porque se enorgullecían, porque maltrataban a sus hermanos menores. Así fueron aminorados sus corazones; así fueron perdidos, fueron aniquilados Maestro Mono, Maestro Simio, vueltos animales. Popol Vuh.

I.- ETAPA FORMATIVA

Pensamiento anti-colonialista
La biografía de Centroamérica comienza con un secuestro. En 1502 Cristóbal Colón arriba en su cuarto viaje a esas costas y atrapa, en el verano de Julio, a un putún, que es un comerciante indígena, cuando navegan ambos por el golfo de Honduras. Relata la crónica:

Estando el Adelantado [Cristóbal] en aquella isla [Guanaja], con deseo de saber sus secretos, quiso su buena suerte que llegara una canoa tan larga como una galera, de ocho pies de anchura, toda de un solo tronco (…) la cual venía cargada de mercancías de las partes occidentales, hacia la Nueva España. Tenía en el medio un toldo hecho de hojas de palma, no distinto del que llevan en Venecia las góndolas, el cual defendía lo que estaba debajo de tal modo que ni la lluvia ni el oleaje podían mojar nada de lo que iba dentro. Bajo aquel toldo estaban los niños, las mujeres, y todos los bagajes y mercancías[1].

Hernando Colón explica que los 25 hombres que conducían la canoa se rindieron ante los “bateles que los perseguían” y que “tomada, pues, la canoa por los nuestros sin lucha” dice, fue llevada ante Colón, quien ordenó sacaran de ella lo que hubiera de buen precio, como camisas y mantas de algodón, a cambio de “algunas cosas”, probablemente abalorios y espejos.
Y retuvo consigo a un viejo llamado Yumbé para que le mostrase la geografía de ese exótico mundo, y sus peligros, y sus rutas de agua, tras cuyo interrogatorio y cuando “llegaron a donde [Yumbé] no podía ser entendido” porque hablaban otras lenguas, el Almirante le dio “algunas cosas” y lo envió a su tierra “muy contento”. Hernando no indica dónde o cómo se libera a ese primitivo centroamericano pero es probable que lo haya abandonado en cualquier sitio de la costa.
Tras aquel suceso devino la fiera conquista y ocurrieron las verdades y exageraciones en torno a la esclavización de los indígenas, a las masacres cometidas por los capitanes conquistadores, incluso entre ellos mismos, y que dieron pábilo a la nominada “leyenda negra” del reino español, escandalizada y polemizada por los seguidores y detractores de Fray Bartolomé de las Casas.
En tal contexto nacen los primeros héroes del imaginario cívico centroamericano, los caciques indígenas que habrán de pervivir 500 años después como primarios fundadores de la nacionalidad y que resistieron a la primera oleada de la invasión castellana, desde 1525.
Nos referimos al cacique Paris de Castilla del Oro (Panamá), a los 18 guerreros Tapaligüil de León (Nicaragua), todos atacados por Pedrarias Dávila; al cacique Çicumba (Çoçumba, Socremba, Joamba ) de Ticamaya, que combatió por su territorio doce años, y a Elempira, ambos de Honduras, que aglutinó a treinta mil guerreros; y a Tecún Umán de Guatemala, al mítico Atlacatl de El Salvador y a Garabito de Costa Rica, entre muchos otros reconocidos u olvidados por el tiempo[2].
Y aquí debemos detenernos para obtener una primera conclusión. Cuando esos caudillos indígenas asumen su posición de capitanes para oponerse a que su comarca sea absorbida por el dominio europeo, la tesis de los derechos humanos aún no existía; hacían falta centurias, hasta el período de la Ilustración, para que los filósofos concibieran la idea de que el hombre ––y no dios, la religión o los reyes–– fuera el motor de la historia.
Aunque no teorizado ––o sea, no sometido a reflexión crítica–– el pensamiento que conjunta a todos esos guerreros primitivos es el de la defensa territorial, que es decir de los grupos humanos que allí residen. La invasión militar española cae sobre ellos para secuestrarles una posesión o derecho, el derecho de la convivencia y la paz, el de la tierra como residencia de antepasados y espacio para las generaciones futuras, el de su fuente de alimento, de pertenencia y de imaginación, el derecho a la dignidad como seres humanos con raíces y sueños de porvenir…
Cuando el 26 de Agosto de 1789 la Asamblea Constituyente de Francia emite la primera declaración de derechos conocida, afirma:

“la ignorancia, la negligencia o el desprecio de los derechos humanos son las únicas causas de calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos”.

Y siglo y medio más tarde, en 1948, proclama la Organización de Naciones Unidas:

Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas.
(Artículo 4. Declaración Universal de Derechos Humanos).

Se puede aseverar, entonces, que un importante componente de la filosofía de derechos humanos nace en América tras la práctica continuada de violencia que los reinos centro europeos ––inglés, francés, portugués, holandés y belga, no sólo el español–– cometen en la América continental e insular, así como en el antiguo Congo de África[3]. Pinto Soria afirma al respecto:

Los traumas y fracturas que ocasionó la Conquista en la sociedad indígena fueron, desde luego, irreversibles; numéricamente en algunos lugares fue al final diezmada ––Honduras y Costa Rica–– y en otros como Guatemala no logró recuperarse durante tres siglos de dominación colonial[4].




Conquista y colonización no fueron, precisamente, “encuentro de dos mundos”
sino esclavitud y groseros vasallajes…

Tras una fatiga de 300 años de abuso colonialista el peso de las tesis revolucionarias de Montesquieu, Descartes, Rousseau y Diderot, entre otros, concluyen por ablandar al duro peñón imperial y en la década de 1800 se relaja el ambiente dictatorial de la monarquía española y surgen nuevas propuestas de gobierno y democratización.
Aparecen entonces dos figuras cimeras en Centroamérica, ideólogos de la autonomía aunque con opuesta aproximación cada cual.
Mientras que el prócer de Guatemala, Pedro Molina, y su esposa Bedoya, piden la independencia de España absoluta y de inmediato, el representante del racionalismo filosófico, José Cecilio del Valle, cree que antes de otorgar la libertad al pueblo se debe educarlo, para que la administre juiciosamente.

Las diferencias entre Valle y Molina no fueron de fondo sino tácticas: Valle era gradualista, Molina exigía transformaciones inmediatas[5]

Valle (Honduras 1772-Guatemala 1834) es figura excepcional no sólo en cuanto a su capacidad como pensador, literato, filósofo, científico, naturalista, economista y político, sino también como educador. Es el primero que pregona en la Centroamérica de 1830 el valor de una nueva ciencia titulada Estadística y que puede procurar a los pueblos inmensas satisfacciones informativas y de comparación, útiles para el buen manejo de gobiernos.
Inmerso en una sociedad abismalmente inculta, con analfabetismos próximos al 99%, y con una burocracia oficial que lo único a que aspira es a complacer a su señor ––sea ese el inmediato gobernador o el rey en la lejana península–– del Valle hace del objeto de la ciencia un sueño de libertad.
Para entonces (1820) el reino de Guatemala está constituido por cinco provincias: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, siendo la primera el centro desarrollado, con las autoridades coloniales, y las otras la periferia subdesarrollada.
Sin conocer la doctrina de derechos humanos, que aún no existía como tal, Valle proclama la necesidad de sustentar toda decisión política sobre una base económica beneficiosa para el ciudadano común. La independencia de 1821, dice, no fue el único propósito de los centroamericanos cuando la proclamaron, pues

¿qué [se] habría adelantado si al gobierno español, inglés o portugués que la regía hubiera sucedido un gobierno despótico? La América se proclamó independiente con dos objetos: [1] tener en su mismo seno el gobierno que debía dirigirla y [2] organizarlo de modo que fuese justo y protector de los derechos individuales de los hombres[6].

Al hablar de derechos individuales” Valle ––único centroamericano admitido a la Academia Francesa–– aviva desde el remoto centro de América las tesis mismas de los grandes maestros de la Ilustración, particularmente en lo que concierne a la necesidad de un Estado que garantice el ejercicio pacífico y estable de la libertad política y la propiedad, entre otros componentes. Y para ello, insiste Valle, se ocupan renovados métodos de educación pública, capaces de hacer que el individuo conozca sus derechos y pelee por ellos en plena conciencia.

Los pueblos que quieran ser libres es necesario que aprendan a serlo; y esas lecciones sólo puede darlas un sistema nuevo de educación[7].

Va mucho más allá, incluso, y recomienda se establezca en cada provincia escuelas de ciencias políticas para entrenar a la nueva clase dirigente.

Ha habido escuelas para enseñar a manejar el cañón y esgrimir la espada, y no se han fundado para enseñar a gobernar…[8]

Le preocupa que el despotismo encuentre asilo propicio en América debido al analfabetismo y superstición de las gentes, y por la ausencia de formación cívica en gobernantes y gobernados. Se interesa además porque el gobierno se constituya sobre la base orgánica de dos poderes complementarios, Legislativo y Ejecutivo, enmarcados forzosamente ambos en las reglas y prescripciones de una Constitución Política moderna. “Moderna”, desde luego, con los valores de 1825.
Varios de sus discursos académicos y oficiales insisten además en la eliminación de la pena de muerte, tan abusada por el régimen colonial, y en que se armonice la relación entre Derecho y Economía Política, ya que esa liaison producirá leyes benéficas para el derecho ciudadano.
En síntesis, entonces, la vida de Valle es dedicada al cultivo de las ciencias, pero no por ellas mismas sino como sustento teórico y práctico para defensa de los derechos comunales.
Por estas y otras motivaciones Arturo Arias ha mocionado para que Valle sea considerado “padre de los estudios culturales” en América, ya que antes que José Martí (1853-1895) ––hasta ahora honrado con tal titulo–– practica en época temprana los fundamentos de esa disciplina de hoy[9].

el pensamiento latinoamericano se suele iniciar con el ensayo Nuestra América (1891) del poeta cubano José Martí, publicado en Nueva York y luego en ciudad de México, y con el Ariel (1900) del ensayista uruguayo José Enrique Rodó [pero más bien] podríamos afirmar con solidez que los estudios culturales latinoamericanos no se inician con los ensayos de Martí, sino que tienen a Valle como punto de partida en la década de los 1820 (…) mi objetivo no es tanto hacer panegírico de Valle, como argumentar que, guste o no, tenemos que ubicarlo en el inicio mismo de los estudios culturales centroamericanos y, sin duda, latinoamericanos, por ser el primer pensador en articular discursos conceptuales en términos interdisciplinarios y culturales desde una perspectiva epistémica continental, fenómeno que prácticamente no se repetiría sino hasta fines del siglo diecinueve[10].

Valle forma parte del distinguido grupo de diputados e intelectuales a quienes se convoca para instalar la primera asamblea constituyente de Centroamérica[11], entre cuyas delicadas tareas se encuentra definir el sistema de unión y gobierno que van a estilar las cinco provincias de su territorio; iniciar la composición de las leyes de la nueva república y, en globalidad, dibujar su perfil democrático.

Cuando la independencia se produce, acarrea consigo un derrumbe de las instituciones de gobierno colonial, fuertemente centralizadas, y se crea un vacío de poder. Y en el desmantelamiento de las viejas estructuras administrativas y constitución de las nuevas unidades políticas, se produce también un abandono de la vieja teoría del derecho divino de los reyes ––que sirvió para legitimar los regímenes monárquicos–– y la adopción de las nuevas ideas liberales republicanas[12].

Imbuida de un alto espíritu humanista, una de las primeras resoluciones de la Asamblea declara abolida en Centroamérica la esclavitud (Abril 24, 1824), ocurriendo este fenómeno nueve años antes que Inglaterra, 39 antes que Rusia y Estados Unidos, y 65 antes que Brasil[13].
Declara asimismo la tolerancia a todos los cultos (Mayo 2, 1832), con lo que rompe un monopolio extenso y secular, el de la iglesia Católica, otorgando un derecho más ––entonces llamados individuales o ciudadanos–– a la sociedad.

Pensamiento federalista
Simultáneamente surge en Centroamérica la extraordinaria figura histórica de Francisco Morazán, Jefe de Estado en Honduras (1827-1828), en El Salvador (1839-1840), en Costa Rica (Abril a Septiembre 1842) y Presidente de la República Federal de Centroamérica (1829-1838).
Morazán llena miles de páginas de la historia regional, con frecuencia más por sus acciones militares destinadas a defender el sistema federativo que por sus propuestas cívicas ante el Congreso o por su pensamiento liberal, dentro del que ocupa sitio de privilegio el tema del derecho ciudadano.
La bibliografía acerca de este prócer es abundante, escrita tanto en el siglo XIX como en los subsiguientes, siendo su legado todavía polémico en países como Guatemala y Costa Rica. Su pensamiento directo se encuentra en pocas páginas (Memorias, Manifiesto de David, Testamento), siendo su acción política y de gobierno las que iluminan mejor su desempeño democrático[14].
En primer lugar, Morazán se destaca por un intenso respeto a los pueblos constitutivos de la Centroamérica de su época, sin excepciones. Al pueblo de la zona selvática de La Mosquitia, que es aliado del reino inglés y por tanto opuesto a la Federación centroamericana, apenas si le dirige el epíteto de “salvaje”, pues comprende que la baja educación y nulo sentido político de esos indígenas es lo que facilita su alienación.
En Enero de 1830 desactiva una rebelión indígena en el actual Departamento de Olancho, en Honduras, asistiendo a conversar con sus jefes bajo un árbol, sin armas ni guardaespaldas, antes que castigarlos y reprimirlos. En 1838 triunfa la subversión inspirada por el caudillo mestizo Rafael Carrera en Guatemala, a quien acompañan miles de indígenas y a quien Morazán busca convencer para la paz en vez de lanzar sobre ellos el poder de las armas; y suscribe con la gente de Carrera un convenio que estos pronto desconocen.
Durante once años de vida política y militar Morazán sustenta la leyenda de que nunca maltrata a sus prisioneros de batalla y que más bien les guarda consideración. Y llega a tal grado esa convicción entre sus enemigos que en cierto caso el jefe opositor Aycinena le deja una nota, antes de huir, donde le encomienda a sus propios soldados heridos[15].
Esas evidencias históricas identifican la praxis de una ética humanista y liberal distinta de los estilos europeos tradicionales de hacer la guerra; que es decir de construir la paz.
A pesar de su formación autodidacta Morazán fortalece, durante los ocho años de sus dos gobiernos como Presidente, a las redes intelectuales y unionistas articuladas en el área, a fin de asegurar la continuidad y pervivencia de la nación federada. Esos círculos liberales requerían de vigor constante pues debían enfrentar una lucha permanente contra viejos y nuevos opositores conservadores, incluyendo personas, vicios y residuos del antiguo sistema colonial.
Para ello se rodea con, y articula a, simpatizantes del pensamiento republicano (los fiebres o anarquistas), por cuanto son estos quienes adversan al statu quo y reclaman su transformación. Contra ellos expresan oposición los conservadores (serviles o aristócratas) integrados por el clero, la nobleza esencialmente guatemalteca (experimentada en administración y privilegios del gobierno español), terratenientes y una vasta población analfabeta, supersticiosa en religión, ausente de cultura política y celosa ante la menor propuesta de cambio.
Desde el día mismo en que se instala la Asamblea Constituyente (Junio 24, 1823), como posteriormente en el congreso regular que conoce Morazán, se declara, aunque a soto voz, la profunda batalla ideológica que va a escenificarse en el tablado político de Centroamérica durante la década. Por ello es importante detenerse aquí un instante para conocer su repercusión sobre la teoría y práctica de los derechos humanos.

a) Idea de nación
Lo primero que debe destacarse es que en tal instante, es decir en 1823, no existe en la zona un concepto estructurado de nación. La idea misma de “Centro América” es factualmente exótica —pues, ¿por qué y en qué nos vamos a asemejar salvadoreños con guatemaltecos, los hondureños y nicaragüenses con los costarricenses?—, carecía de sustancia teórica y apenas si empezaba a formularse.
Así que lo único que presta vida a ese joven cuerpo político es, mejor que nunca, un imaginario, esto es una indefinida colección de ideas y sentimientos en torno al modo en que deben resolverse los conflictos históricos de toda esa región, y la forma en que deben agruparse sus igualdades y similitudes para que de simple manifestación pública asuman expresión política. García Laguardia recuerda cómo en el Acta de independencia de 1821 jamás se menciona la palabra “república”[16].
Era grave y difícil la tarea de los ideólogos de ese tiempo, casi taumatúrgica: la de imaginar e inventar una nación, y durante 19 meses la Asamblea Constituyente genésica produce 784 actas, 137 decretos y 1186 órdenes[17]. La nueva Constitución se adhiere a un gobierno republicano representativo constituido por los tres poderes del pacto social y que es lo que ahora más interesa emite una declaración de los derechos del hombre y del ciudadano sobre la base de los principios aceptados de igualdad, libertad, propiedad y seguridad.
Lógicamente, se recurre a modelos y el más visible, por exitoso, es el federativo de Estados Unidos, si bien no se le copia en forma íntegra[18]. Son muchas las discusiones registradas sobre el tema en el seno de la Asamblea Constituyente, y desde luego muy amplias las dudas.
Estados Unidos nace tras una experiencia colonial relativamente corta, y no como la centroamericana, que dura 300 años. Proviene de un modelo económico diferente al español, más libre en sus relaciones productivas y comerciales. Pero particularmente —entre otros factores— la población que lo habita trae desde su momento de ingreso mejor calidad educativa que la local centroamericana[19]. Adicional a que su actitud mental es proclive a lo rebelde, al desarrollo y la invención, a la exploración de mundos y océanos y al mercantilismo, en tanto que Centroamérica cuenta con una escasa —realmente escasísima— masa crítica intelectual, con una demografía humana de pobre calidad educativa y con vicios heredados de una cultura de protocolos despóticos, discriminatorios y asentados sobre la base del poder exclusivista, no de la inclusión.
Los legisladores de la Asamblea de 1824 reconocen con exactitud la compleja tarea:

Crear un nuevo orden político sobre las ruinas del despotismo ––dicen–– sin el gran cúmulo de conocimientos teóricos y locales que exigen las instituciones modernas: acomodarlas a pueblos heterogéneos, incultos y absolutamente diversos de aquellos de donde vinieron esos principios, sin un plano estadístico ni topográfico, sin tener siquiera un censo de la capital, sin suficientes datos históricos de las costumbres y carácter de sus habitantes, y de su fuerza y capacidad para ser libres, fue para la Comisión un empeño arduo y fatigante excepto porque la estimulaba el victorioso deseo de dar un principio vital a la patria [texto sintácticamente ajustado][20]

La plataforma ética en que se apoya esta Comisión para configurar la Constitución federal centroamericana proviene de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano[21] decretada por la Constituyente francesa en Agosto de 1789, no sólo por ser el documento cívico más avanzado a la fecha sino porque la mayoría de legisladores centroamericanos deriva intelectualmente de la Ilustración y el Enciclopedismo ––como Valle––, pues son liberales republicanos, devotos de Francia y Estados Unidos[22].
Son documentos políticos y teóricos que en principio nacen también del espíritu de la declaración de derechos individuales formulada en Virginia (Estados Unidos) en época temprana y luego en Francia[23].
Nuestro propósito es narrativo y no podemos entrar ahora en esos aspectos. Pero sí debe destacarse que los legisladores de Centroamérica, tanto en la Constituyente de 1824 como en las sucesivas sesiones del Congreso Federal, se inspiraron en la filosofía ética de los derechos humanos nacida en Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Hay escasa referencia al pensamiento de oriente o de India, mientras que el latino americano todavía no existe aglutinado como tal, término este que no nace sino hasta 1856, cuando la lucha contra el filibustero William Walker[24].

Guerra contra la esclavitud
Y es precisamente en este período de la década de 1850 cuando América Central libra su batalla histórica contra el más horrible abuso humano, que es la esclavitud. El abogado, médico y periodista de Memphis, William Walker, arriba a Centroamérica contratado como mercenario por la facción Demócrata de Nicaragua para combatir al partido Legitimista, pero tras ciertos desarrollos políticos acaba convirtiéndose en presidente de ese país.
Entre sus intenciones declaradas figura restablecer el trabajo forzado en Nicaragua y posteriormente en Centroamérica, si consigue ampliar su dominio a otros países del istmo[25].
Como consecuencia esos otros Estados organizaron un ejército asociado que avanzó sobre Nicaragua y venció a Walker, quien huyó de retorno a Estados Unidos vía Panamá, de donde volvió en 1860 con otra fuerza expedicionaria y filibustera.
Esta fue derrotada y Walker fusilado en Trujillo, el mismo sitio Atlántico donde Cristóbal Colón había celebrado su primera misa continental casi cuatro siglos antes.
Mucho antes de que Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) acuñara su grito libertario de “civilización o barbarie” los Estados centroamericanos se enfrentaban a un dilema trascendental: permitir que un nuevo colonialismo se impusiera en sus tierras o combatirlo.
Ese joven imperialismo amparado en la doctrina del Destino Manifiesto, y que fuera encarnado por William Walker y otras fuerzas dominantes de Estados Unidos, agredía directamente al débil equilibrio de los derechos ciudadanos en la región. No es que los gobiernos locales fueran modelo de respeto a la condición humana, sino que ahora el asunto dejaba de ser un juego político interno para convertirse en un intento de dominación por fuerzas externas.
Quiero decir que la acción de Walker pone en peligro la existencia misma de las naciones centroamericanas del momento, situando en riesgo, con ello, al frágil edificio de justicia, equidad, paz y convivencia que el sistema jurídico post-federal venía construyendo lentamente en cada república.
La Gaceta de Guatemala advertía a los nicaragüenses tener cuidado con Walker pues era seguro que con él:

They would soon lose their language, religion, social customs, and Spanish-American traditions. They would be humiliated, scorned, and driven into a miserable corner of Nicaragua, prisoners of foreign exploiters[26].

Esta fue, probablemente, la mayor amenaza que los países centroamericanos hayan enfrentado en torno a su identidad y a la vigencia constante de los derechos ciudadanos establecidos en sus cartas constitucionales.

II.- LA MODERNIDAD

Un viento matutino, pletórico de efluvios,
Sobre todas las frentes de la América avanza.
Juan Ramón Molina. “Águilas y cóndores”.

Existen discusiones en torno a la época en que la región centroamericana ingresa a la modernidad. Para algunos es desde la épica colectiva contra Walker, para otros hasta ya avanzado el siglo XX.
No interesa tanto definir ese proceso sino destacar cómo tras la disolución del gobierno federal, a fines de la década de 1830, y luego del nacimiento de los Estados nacionales centroamericanos en la década de 1840, siguió una larga lucha entre liberales y conservadores con el propósito de restaurar la Federación los primeros, o mantener el statu quo colonial los segundos.
Al entrar esos jóvenes Estados a la modernidad, la naciente libertad de pensamiento y lecturas, así como el nuevo orden económico y comercial establecido, alientan a que surjan artes hasta entonces sólo instrumentales (utilitarias para la religión), como la literatura.
En el caso de Honduras es interesante conocer cómo los llamados gobiernos de la Reforma Liberal (1876-1890) socializan la oferta cultural mediante la creación de archivos y bibliotecas nacionales, diarios y gacetas, la constitución de bandas y orquestas clásicas y populares, la erección de estatuas y monumentos conmemorativos, la convocatoria a certámenes literarios y la publicación de libros, entre otras acciones de proyección intelectual[27].
La aplicación del método sociológico a algunas producciones artísticas nacidas entre 1900 y el presente ofrece un rico depósito de manifestaciones relacionadas con los derechos humanos. Muchas de ellas son retrato de la vibración de su época y en alguna forma captan la conmoción social de entonces permitiendo lecturas no sólo estéticas sino también políticas, económicas y antropológicas.
Se puede leer The grapes of wrath, de John Steinbeck, por ejemplo, tanto desde el ángulo exquisitamente literario como de otras disciplinas, y lo mismo se puede hacer con Leaves of grass, de Whitman o aplicar una red psicoanalítica para estudiar el Hamlet.
En el caso de Centroamérica, y específicamente de Honduras, las leyes entonces emitidas facilitan conocer los avances oficiales logrados en torno a derechos humanos, pero la literatura escrita es la que permite comprender la demanda colectiva y el grito social de cada momento. La literatura actúa entonces como barómetro de las circunstancias y particularmente de la demanda histórica.
Castañeda Batres advierte cómo a inicios del siglo XX los escritores fueron, además de poetas

hombres públicos, ligados estrechamente a la política y a las luchas civiles de su pueblo[28].

A fines del siglo XIX y principios del XX los intelectuales se convierten entonces en agentes motivadores del cambio político y su primer reclamo es por el respeto a la democracia. Este comprende el derecho de elegir y ser elegido pero igualmente el de la alternancia en el poder y el rechazo a la dictadura.
El registro de la producción romántica primero, y modernista después, efectuado por la crítica Helen Umaña revela cómo entre poemas al amor y la naturaleza los autores producen escritos artísticos que demandan la vigencia del derecho político a vivir en democracia.
En el soneto “La musa heroica” José Antonio Domínguez (1869-1903)[29] redacta un como manifiesto militante al pedir a los poetas que se comprometan en la pelea social y que en vez de metáforas conciban pensamientos:

Lanza las flechas de oro de la idea;
depón el culto de Eros y proclama
otro mejor; la lucha te reclama:
yérguete altivo en la social pelea.

A la vez, y con el propósito de vigorizar el sentido de identidad nacional, poetas, narradores y periodistas publican obras que exaltan la acción de próceres y fundadores, mayormente en torno a las figuras cívicas de Francisco Morazán, del honrado José Trinidad Cabañas y del sabio José Cecilio del Valle[30], de quienes destacan las virtudes de honor, honestidad, solidaridad, fraternidad y amor patrio. Estos modelos humanos son propuestos a la sociedad como emblemas de los mejores valores humanistas, y por ende de la práctica más justa y equilibrada del derecho individual y colectivo.
El poeta Juan Ramón Molina (1875-1908) supera al discurso abstracto hasta entonces imperante y cuando parte al exilio, en 1892, se queja, concretamente, del sufrimiento real de su sociedad, dominada por un dictador. Una estrofa de “Adios a Honduras” expresa que el pueblo es como un cóndor que extiende sus alas a la libertad, pero que

al remontarse a coronar su anhelo
un audaz tiranuelo
se las ha cercenado con las balas.

El poema es pródigo en adjetivos duros, tales como “mandatarios estúpidos y abyectos”, “despotismo”, “guerras intestinas” e “infamia”, y revela un temprano nacimiento de la poesía de protesta, distinta de la previa romántica o modernista en donde la palabra era escasamente de denuncia y mayormente dedicada a la práctica lúdica.
Similar actitud adopta su contemporáneo Froylán Turcios contra las guerras civiles ––que son concretas transgresiones al derecho de la convivencia y la paz––, y de quien asevera el poeta José Antonio Funes:

nunca estuvo alejado de las luchas políticas de su país[31].

a) Angelina
La primera novela reconocida como tal en Honduras, el libro “Angelina”, de Carlos F. Gutiérrez (1861-1888), es en sí una ancha metáfora sobre el sufrimiento del pueblo a manos de gobernantes que vulneran los derechos humanos. La obra relata la existencia de una bella joven aldeana nombrada Angelina, a la que un fortachón, que adicionalmente es retrasado mental, rapta, domina y viola en una cueva de montaña.
Gutiérrez, que es romántico, concibe en Angelina a la patria: hermosa e inocente, por lo cual ella se aproxima sin malicia ni temor a los riesgos, pues no teme le hagan daño. Pero el mudo Julián tiene otras intenciones sensuales, cuales son las de posesión y lascivia.
Y de allí que, como hacen los tiranos, tras huir del dominio a que lo sujeta la democracia, captura a Angelina y la encierra sin derechos a pensamiento, expresión, movilidad o independencia, menos a escoger su determinación intelectual o de género. Hasta que los ciudadanos de la villa ––que representan a lo educado y la civilización–– se juntan para rescatar a la muchacha pero llegan tarde para ello. Ante el ultraje Angelina se lanza a un abismo y al loco, es decir a Julián, lo amarra el pueblo a un poste, de donde se espera que nunca escape.
El maestro Arturo Alvarado ve en “Angelina” a la eterna lucha entre naturaleza y cultura[32].

b) La época sandinista
Un caso aún más interesante se da en la relación del poeta hondureño Froylán Turcios (1874-1943) con el líder rebelde nicaragüense Augusto C. Sandino, ya que en este caso el literato se sale de la ficción para defender el derecho real a la soberanía que tienen los pueblos.
Como se conoce, la Infantería de Marina norteamericana desembarca en Nicaragua para estabilizar al país tras las luchas internas, pero permanecen allí, contra la voluntad nacional, hasta 1933. Debido a que Nicaragua había sufrido previamente (1855) la presencia de filibusteros como William Walker, esta intervención de los Marines genera temor y desconfianza de que pueda convertirse en una ocupación general.
Sandino, que entonces es un dirigente menor, se alza en armas y durante seis años (1927-1933) conduce una lucha permanente de guerrillas contra la presencia militar norteamericana hasta que consigue expulsarla del país.
En cierto momento (Septiembre de 1927) Sandino y Turcios establecen comunicación y desde entonces hasta 1929 Turcios se convierte en vocero internacional del movimiento rebelde nicaragüense[33], contribuyendo de tal forma a que las libertades cívicas se restablezcan en Nicaragua, que es decir las prácticas y derechos democráticos de los ciudadanos.
Para tal fin Turcios escribió cartas a intelectuales y políticos famosos del mundo, ante quienes elogió la hazaña de Sandino, así como redactó artículos, ensayos, poemas, y dirigió revistas donde reproducía los partes de guerra de aquel y exaltaba su gesta. Poco más tarde ambos romperían, alegando Turcios que Sandino se había convertido en un político más de los tradicionales en Centroamérica y dejado de ser el héroe que había conocido.

III.- Hacia el presente
La región ha producido escasa teoría sobre el tema de derechos humanos y se ha concentrado, más bien, en ratificar todas las convenciones internacionales acerca de la materia. Ha sido muy rica, en cambio, en expresiones colaterales sobre la vigencia y violaciones al derecho humano, y su literatura imaginativa (novelas, cuentos, poemas) está plagada con manifestaciones directas o metafóricas al respecto.
Una ancha veta para ese tipo de literatura nació cuando los escritores decidieron trasladar a sus libros las historias de los obreros de las empresas bananeras. Estas compañías arriban a Honduras a fines del siglo XIX y durante los siguientes 60 años crecen en forma poderosa hasta adquirir la capacidad de cambiar gobiernos, imponer ministros y diputados, iniciar o detener revoluciones, así como ejercer enorme influencia económica y política sobre la sociedad[34].
Pero así como generaron muchos beneficios tecnológicos y de empleo, igual cometieron graves faltas y abusos, los cuales han sido dramatizados en varias obras literarias. En Opalinaria, por ejemplo, Juan Alger ficciona la forma en que ––como se supone ocurrió en la realidad–– los directivos de la Cuyamel Fruit Company sobornan a un presidente de la república. En la novela Barro la escritora Paca Navas de Miralda reconstruye las artimañas empleadas por los funcionarios de Standard Fruit Company (antes Vaccaro Bros. Co.) para apoderarse de terrenos rurales y urbanos de la ciudad La Ceiba, y los artificios mediante los cuales evaden impuestos, exceden las concesiones otorgadas por el Estado y someten a la región a su dominio económico. En Prisión Verde el laureado autor Ramón Amaya Amador detalla con minuciosidad casi científica la serie de violaciones que la United Fruit Company realiza contra los derechos laborales e incluso cívicos de sus empleados.
Aunque compuestas por inspiración literaria, estas y otras obras similares del período son denuncias puntuales contra los abusos que el poder transnacional practica en Honduras y en los cuales cuenta, frecuentemente, con el aval o complicidad de las autoridades nacionales.
Los abusos presentados en esta literatura de denuncia se refieren mayormente a la explotación del obrero “campeño” de la región Atlántica de Honduras: salarios injustos o discriminatorios, racismo, represión económica e incluso política y policial, manipulación del pago laboral al hacerlo con vales o tokens en vez de dinero, y los cuales sólo pueden ser cambiados en tiendas de la empresa (comisariatos), subvaloración de la mujer, otros.
Tras la represión militar contra un movimiento campesino que reclama mejores condiciones de vida y trabajo, observa Navas de Miralda en Barro:

La forma como terminara la huelga en conato (…) hubo de de ser para el proletariado costeño la negación absoluta de sus Derechos Humanos (p. 164).

Para conocer en forma íntegra el conflicto por estos derechos en la época bananera, la literatura de ficción gestada durante el período es muy ilustrativa.
Casi simultáneamente se da otra línea de protesta en la literatura, provocada por la dictadura de Tiburcio Carías Andino (1876-1969), quien fue electo a la presidencia en 1932 pero que extendió ilegalmente su mando por 16 años, hasta 1948. Su largo gobierno produjo estabilidad y normalidad económica a Honduras según algunos autores[35] pero desencadenó a la vez un sistema tan bien organizado de delación, persecución y represión que la historia lo identifica bajo tres terribles palabras: encierro, destierro y entierro. Su policía secreta fue modelo para otras tiranías[36].
Bajo el reino de Carías fueron transgredidas todas las expresiones del derecho humano[37]. Violó los básicos derechos democráticos al quedarse en el poder sin sufragio popular; los de género pues durante su gobierno fueron escasos los adelantos oficiales en favor de la mujer, a la que negó el voto; los de los seis pueblos indígenas originarios ya que con excepción de los Mayas, que escasamente ocuparon territorio de Honduras, los desconoció; los del sindicalismo, al que reprimió; del derecho político al hacer que su Congreso burlara lo estatuido en la Constitución; del derecho económico al privilegiar a élites amigas, y especialmente a las empresas fruteras, con exenciones y dispensas aduanales, dejando al pueblo sin la menor oportunidad de beneficiarse con tales negocios; del derecho de comunicación pues impuso censura férrea y, en fin, de todas las formas humanistas y democráticas de la modernidad, que Carías reiteradamente vulneró.
Es la dictadura más extensa ocurrida en Honduras pero, como si el pueblo perdonara sus acciones, fue muy llorado tras fallecer tranquilo en su lecho familiar en Julio de 1969. Posiblemente porque, a pesar de todas las violaciones que produjo a los derechos ciudadanos, respetó uno: el enorme hastío popular que ya no lo soportaba en 1948.
Un contemporáneo exilado por Carías en México, el poeta Jacobo Cárcamo (1916-1959), con flamas de ira política apostrofa[38]:

Desde oscuros sepulcros
mil dedos te señalan,
indispensable sátrapa
recostado en un lecho de bayoneta y sangre,
estiércol de la historia de mi Patria.
Hirohito mestizo,
Mussolini de lata.

Cuando se analiza este tipo de procesos sociales queda la sensación de que el desprecio y la violación a los derechos humanos ha sido la constante más grande de la historia, pero no es verdad. La constante más extensa y permanente ha sido la resistencia a esa violación.
En la biografía de los pueblos encontramos siempre figuras y organizaciones que lucharon por devolver el respecto a la condición humana y que incluso se sacrificaron por ello. Y de la misma forma, como resonancia, como registro desde el ángulo estético, existen también múltiples formas artísticas que exhiben y representan la vibración ética de su momento, incluyendo la evolución social de los derechos humanos.
La pintura, la escultura, la música y desde luego la literatura, entre otras artes, muestran, sabiendo leerlas, la temperatura de este tema entre los individuos y las comunidades, pues advierten del grito de alarma y queja de los oprimidos e irrespetados en sus derechos, de los avances y los retrocesos, del concepto e ideas predominantes, pero sobre todo de la dinámica con que las sociedades se mueven en búsqueda de un estadio superior de desarrollo donde el derecho del individuo sea visto como algo prácticamente sagrado.
En los siguientes cincuenta años después del gobierno de Carías, y que concluye a medio siglo XX, ha habido muchos más autores literarios en Honduras que, en forma directa o alusiva, han hecho de la defensa de los derechos humanos un objetivo principal.
Pero esa es otra historia que, ojalá, podamos conversar en una próxima ocasión.
Muchas gracias.

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[1] No le era raro tal procedimiento. En A people´s history, Zinn dice: “This was to have enormous consequences: it led Columbus to take some of them aboard ship as prisoners because he insisted that they guide him to the source of the gold”. And: “he took more Indian prisoners and put them aboard his two remaining ships”. p. 3.
[2] Pastor Fasquelle. Biografía de San Pedro Sula: 1536-1954. San Pedro Sula, Honduras, Centro Editorial, 1989.
[3] Ver la terrible novela de Mario Vargas Llosa, El sueño del Celta, y su complemento historicista: Williams et al. La tragedia del Congo.
[4] Pinto Soria, Ed. “El régimen colonial (1524-1750)”. Historia General de Centroamérica. p. 12.
[5] Arias. Configurando los estudios culturales centroamericanos.
[6] García Laguardia. “José del Valle. Ilustración y Liberalismo”. p. xxvii. Opuesto a esa visión es el libro de López Jiménez. Valle. Fouché de Centro América… Leer por equilibrio: Oquelí, Ramón, Ed. Antología de José Cecilio del Valle, y, Leiva Vivas. Vigencia.
[7] Del Valle. Plan de la Constitución política de la nación Mexicana. Cit., en García Laguardia, p. LIII.
[8] Idem.
[9] Arias. Op. Cit.
[10] Idem.
[11] Sus figuras fueron Mariano Gálvez, Francisco Barrundia, José Simeón Cañas entre otros. Ver: Pinto Soria. “La independencia y la Federación” en Historia General de Centroamérica, pp-73-136.
[12] García Laguardia. De Bayona a.
[13] Ídem
[14] Ortega. Morazán, laurel sin ocaso. Para endosos literarios sobre su vida, aunque históricamente correctos, ver mi libro: El General Morazán marcha a batallar desde la muerte (novela), 2012. Griffith amplía el conocimiento de los escritos del héroe en: The personal archive of Francisco Morazán.
[15] Ver Rosa. Historia del Benemérito. pp. 123-139.
[16] García Laguardia. De Bayona
[17] Ese corpus jurídico “se orientó a constituir el nuevo país: formuló las nuevas denominaciones al darle el nombre de Provincias Unidas del Centro de América; organizó un ejecutivo colegiado de tres miembros; declaró religión oficial la Católica; garantizó la inmunidad parlamentaria; se prometió a reconocer la deuda pública; declaró la igualdad ante la ley; confirmó a las autoridades existentes; creó la primera biblioteca pública ya que las existentes, algunas importantes, eran privadas y de acceso limitado; abolió tratamientos [los de excelencia, señoría, don, otros similares]; derogó disposiciones discriminatorias para hijos ilegítimos; dictó regulaciones migratorias favorables a los extranjeros; creó los emblemas nacionales; abolió la esclavitud; reconoció el derecho de asilo; aplicó inquisición revolucionaria contra empleados adversos al nuevo régimen; excitó a las asambleas americanas para realizar un Congreso continental, antecedente del proyecto de Bolívar, idea precursora en la que Valle tiene papel protagónico, y con gran interés siguió los pasos del Congreso de Panamá y designó los representantes guatemaltecos”. Idem. Ver asimismo: Luján. La recepción del constitucionalismo moderno.
[18] “Al trazar nuestro plan, nosotros hemos adoptado en la mayor parte, el de los Estados Unidos, ejemplo digno de los pueblos nuevos independientes, mas hemos creído hacer alteraciones bien notables y crear, por decirlo así, todo lo que debe acomodarse a nuestras circunstancias o ajustarse a los más luminosos principios que desde la época de aquella nación han adelantado en mucha parte la ciencia legislativa. Tuvimos, sobre todo, presentes las Constituciones de España y Portugal, la federativa y la central de Colombia y toda la legislación constitucional de Francia ... nosotros hemos aprovechado alguna parte de las máximas establecidas en todas estas instituciones y combinándolo todo con nuestras ideas, nos propusimos una Constitución peculiarmente nuestra y singularmente ajustada a los principios”. Informe de la Comisión, cit., por García Laguardia en De Bayona…
[19] Passim. Zinn. A people´s history.
[20] Informe de la Comisión, Op. Cit.
[21] Cuya primera traducción americana al castellano, producto de Antonio Nariño y publicada en Bogotá en 1793, debió ser perfectamente conocida y circulada entre los legisladores de Centro América.
[22] La Déclaration des droits de l'homme et du citoyen (1789) fue prefacio a la Constitución de 1791. Una segunda versión ampliada conocida como Declaración de los Derechos del Hombre, de 1793, fue aprobada posteriormente en la Constitución francesa de ese año, ambas brevemente aplicadas, y seguida por la Declaración de Derechos y Deberes del Hombre y del Ciudadano, de 1795 (Constitución de 1795), decretada por el Directorio.
[23] El primer manifiesto de derechos del hombre en la época moderna es la Declaración de Derechos de Virginia, de George Mason y proclamada por la Convención de Virginia en Junio 12 1776. Influyó a T. Jefferson para la definición de derechos humanos contenida en la Declaración de Independencia de EUA, de Julio 04, 1776. Este, fundamentado en el iusnaturalismo racionalista, supone la conversión del derecho subjetivo en centro del orden jurídico. Wikipedia.
[24] Paul Estrade asevera que la expresión América Latina “se inventó en 1856 en son de reivindicación identitaria y de manifiesto político (…) el 22 de Junio de 1856, en París, delante de más de treinta ciudadanos de casi todas las repúblicas del Sur, en acto de repudio a la agresión a Nicaragua, el chileno Francisco Bilbao calificó de ‘latina’ a la América que defendía y promovía y evocó a ‘la raza latino-americana’, oponiéndola a Estados Unidos de América y al yanqui”. El 26 de Septiembre de 1856 y motivado por la misma agresión, el poema “Las dos Américas” del colombiano, exilado en París, José María Torres Caicedo, vuelve a emplear el término.
[25] Passim. Roche. Historia de los filibusteros; Morán. Potencias en conflicto.
[26] Rosengarten. Freebooters must die!, p. 211.
[27] Passim. Escoto. Imágenes de Tegucigalpa.
[28] Cit., por Umaña. La palabra iluminada, p. 46.
[29] Umaña considera que el texto “Himno s la materia” de Domínguez es probablemente “el primer gran poema de la lírica hondureña”. Op. Cit., p. 86.
[30] Escritos sobre estas figuras y temas se encuentran, entre muchos otros, en José Antonio Domínguez, Rómulo E. Durón, Jeremías Cisneros, Esteban Guardiola, Juan Ramón Molina, Froylán Turcios.
[31] Funes. Froylán Turcios. p. 200; Ver: Turcios. Memorias.
[32] Alvarado. Por otra lectura de Angelina. p. 33.
[33] Passim. Wünderich. Sandino, una biografía política; Sélser, Sandino, general. p. 189
[34] Existen muchos estudios sobre el momentum bananero, pero baste citar dos para profundizar en la materia: McCann. Una empresa norteamericana, y, Posas. “La plantación bananera en Centroamérica. 1870-1929”.
[35] Ver Cáceres y Zelaya. “Honduras. Seguridad productiva y crecimiento económico”…
[36] Inestroza. Documentos clasificados.
[37] Es abundante la literatura en torno a Carías. Básicamente se recomienda: Dodd. Tiburcio Carías. Retrato; Argueta. Anatomía; Krehm. Democracia y tiranías.
[38] Sosa. Poesía política.




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