16 junio, 2014

NOSOTROS GARÍNAGU
Texto introductorio de JE para
Concierto anual de NOCTURNAL.
Teatro “Francisco Saybe”, San Pedro Sula, Junio 2012

Venimos del tiempo, del mar y la noche.


En las Antillas caribeñas libramos las batallas de la guerra; en Honduras vinimos a pelear las todavía más duras batallas de la paz.
Los ingleses nos tiraron en Roatán, convencidos de que les era imposible vencernos militarmente, seguros de que en San Vicente nuestra rebeldía jamás iba a terminar. Por ello nos hacinaron en varios buques y a oscuras nos abandonaron en la isla solitaria donde imaginaron debíamos morir pronto.
La historia demostró que los imperios siempre se equivocan…
Pues más bien, la feracidad de estas tierras, la lujuriosa vegetación, la abundancia de aguas, el aire de sus bosques inmensos y ricamente vegetales, la libertad que aquí se respiraba, fortalecieron nuestra raza y nos convirtieron en una de las siete cuerdas de la trenza de la identidad nacional.
Nos sumamos, así, a los otros pueblos originarios de Honduras: lenca, chortí, pech, misquito, tolupán, tawaka, y cuando la república nació, en 1821, pasamos a pertenecer a la nación y a construirla.
Un día hemos de encontrar quiénes de nosotros acompañaron a los próceres en sus aventuras cívicas y particularmente a la gesta revolucionaria de Francisco Morazán, pues es imposible que un pueblo como el nuestro, que había luchado tanto y ferozmente por su independencia, no se sintiera contagiado por el ideal noble de la federación unionista y no lo defendiera.
En algún espacio del largo istmo centroamericano ha de descansar el numen de aquellos de nuestros antepasados que ofrendaron su vida por la libertad.
Así como ahora ofrendamos nuestro músculo, nuestra voluntad y nuestro afán por convertir a Honduras en uno de los sitios más representativos y brillantes de la cultura americana.
Pues nuestros ritmos, nuestros ritos y nuestros bailes son mucho más que ejecuciones artísticas: son nuestra contribución a la identidad comunal.

Con ellos convocamos al pasado para revelar las raíces que hermanan a los hombres del mundo, pues África, América, Asia son categorías geográficas a las que se ha impuesto convenciones culturales. El planeta es uno solo, la tierra es una íntegra, al ser humano lo que lo diferencia es la inteligencia, el talento y la voluntad, no la blancura ni la negritud de la piel. El día en que finalice el racismo acabará la maldad.
Con nuestros ritmos y ritos convocamos al presente y hacemos saber a las mujeres y los hombres que si bien en la vida cargamos unas mochilas de sufrimiento y dolor, lo importante no es pensar en las mochilas sino en la vida. Y refrescar sus razones con la alegría. Y vitalizar a los infantes, los adultos y los ancianos con la música. Y hacer que el orbe baile y se enfrente a la adversidad con fuerza y valor. Para nosotros la sonrisa es más poderosa que el silencio funeral.
Con nuestros ritmos y ritos convocamos también al futuro y lo emplazamos a desterrar para siempre la violencia; a romper las cadenas de la discriminación, a superar la injusticia y la pobreza, a edificar un mundo mejor. Por eso jamás le cantamos a los agresivos, a los rudos y a los hipócritas, porque concebimos que el arte existe sólo para el bien.
Tampoco es que seamos perfectos y nos creamos modelos de dios. Nos falta educación pero reconocemos desde ya esa ausencia y luchamos contra ella. Por veces nos sobra humildad, si bien esa no hace mal. Por ratos somos arrogantes y habrá que labrar y devastar ese duro palo del Guanacaste de nuestro carácter. Por ratos nos deprimimos o indignamos pero rara vez insultamos con groseras palabras, ni portamos fusiles, ni escondemos puñales, ni lanzamos gases lacrimógenos, ni llevamos sogas para amarrar nada que no sea la felicidad, que deseamos para todos.

El día que tú ––blanco, amarillo, trigueño, negro, mestizo––reconozcas que somos la otra parte tuya que falta ensamblar a la personalidad hondureña, habremos concluido la misión para la que vinimos a la tierra, y particularmente a esta Honduras en 1797, hace más de dos siglos ya.

Bienvenido, entonces, a nosotros mismos.

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