29 agosto, 2014

LA CLAVE 
ESTÁ EN EL NOMBRE
Helen Umaña

E
l título El Génesis en Santa Cariba implica el cronotopo[1] central alrededor del cual Julio Escoto (San Pedro Sula, 1944) estructura el planteamiento global de su novela: Santa Cariba, la isla edénica y adánica[2] que gesta las claves de su existencia con el propósito de ingresar civilización mediante a un estatus sociohistórico privilegiado que, en última instancia, colinda con la utopía.[3] Un «cronos» que se niega a sí mismo, ya que en la isla primigenia no existe el reloj (planear su construcción es un leitmotiv que atraviesa todo el texto). Un «topos» en donde la naturaleza, para ser semantizada en consonancia con su feracidad y ferocidad, demanda un aluvión verbal de refinado sibaritismo lingüístico.[4] Un espacio y un tiempo que no son entidades disociadas. Que se interpenetran y se necesitan mutuamente porque, de su relación, surge el entretejido global de la historia (el conjunto de peripecias que en ella ocurren)[5] y el relato mediante el cual la anécdota cobra vida. 

De esa fusión depende, pues, el uso lingüístico que privilegia el autor: un barroquismo exacerbado y deslumbrante en donde predomina la metáfora, vehículo formal que, en cascada, es capaz de traducir el desborde geográfico y humano que prima en el Caribe, «monstruoso zoo del planeta, magma escénico y perol de razas, cigoto (…) de la humanidad» (123), en donde se gestan nuevos pueblos y nuevas entidades culturales. Los dos puntales estructurales (tiempo y espacio) sobre los cuales descansa el planteamiento de temas, personajes, acciones, se visualizan en forma nítida:

Cariba lucía entonces un prodigioso chal de aroma a guayaba y exhalaba un penetrante aliento a infusión de anona, cuyas mónadas ingresaban a la nariz y anidaban en la cabeza volviendo a hombres y mujeres gran árbol de ramas que se buscaban, perseguían y enlazaban como si sus raíces pulpares fueran una sola congestión verbal. Pájaros de vuelos insospechados picoteaban los huertos y la imaginación haciendo del universo una maravilla inconclusa, gran tapiz, retablo feraz donde bastaba querer concebir para salir preñado. Sobre los escasos bosques dejados en pie por los contratistas de los astilleros escoceses flotaban bandadas de plumarios multicolores, garzas de parsimonia aérea, gaviotas neurálgicas, gorriones que venían y picaban los espejos y los vitrales, palomas y tijules ladrones de maíz, oropéndolas y vistosos ruiseñores útiles para nada. Carcomían mangos, frijolares y papayos, perforaban las naranjas, arruinaban los limones, desfloraban con su torpe sacudida los azahares, infestaban los aguacates y marchitaban los marañones. Era tal el ignominioso escándalo matutino que dificultaban oír, haciendo suponer la cándida concepción de que así debía sonar el paraíso (134-135; las cursivas son mías).

Vivíamos horriblemente obsesionados por el tiempo, lo tasábamos con las lluvias y las excrecencias del cuerpo pero carecíamos de tiempo calculado para existir y morir.  (87)
Era la primera vez que pronunciaba en público esa palabra [reloj], la reacción no se hizo esperar.
Todavía tuve un gesto de maldad para hinchar el puntillazo.
“Un reloj” expliqué “que dibuje al corazón del día en su calco íntimo y enseñe el momento a que vamos, no sólo en que estamos… que trace con metálica voluntad el principio de la jornada, su fin y las memorias de la sorpresa y la felicidad, un elaborado autómata que no dependa de nosotros sino nosotros de él, supremo hacedor astronómico, ya no el hombre buscando el tiempo sino este viniendo a su encuentro… Máquina sobria e inteligente será esa que anuncie si nacimos o morimos, la verdadera anécdota de la existencia, la naturaleza de nuestro interior gobernada por el gran ritmo estelar (…) (92-93).
Hacer el reloj implicaba hundir el arado en el humus de la evolución, modificar el pensamiento mágico de la gente, liberarle la servitud mental hacia las estaciones naturales. (289-290).

Fabricar el reloj es un acto que equivale a la invención del fuego. Antropológicamente y el recuerdo de Claude Lévi-Straus es inevitable, un dejar atrás el estado de salvajismo e ingresar a la etapa de construcción de la civilización. De ahí que la historia (la fábula, propiamente dicha), no obstante el elemento de circularidad existente, concluye cuando el reloj se hace realidad:

Fue entonces que despertó el reloj, pero ya no con tictic metálico sino con un tictac armónico y las agujas de la carátula se situaron espontáneamente arriba, una sobre otra, avivadas de magia imprevista. (…). A las doce en punto la bella máquina de nuestra más grande invención puso a cantar al cuco iluminando la esfera, trinó su tonada principal, subió un gramo la liga de contrapeso, saltó su índice mayor y señaló por vez primera la hora. “Usted debe ser dios”, rió el Praphit,[6] que aguardaba el suceso, luego chasqueó piedra y lumbre para encender el nuevo fuego ceremonial.
Maravillados salimos a buscar la lanza de la aurora que aún no nacía y todo era calmo, las aguas se distanciaban de los cielos, cuerpos celestes se colocaban arriba o depositábanse abajo, había como un orden que intentaba acojinarse, regularse, y de despejaba la niebla queriendo enseñar lejanos vástagos astronómicos. Aún así la oscuridad reinaba sobre el océano y el Praphit, deseando adelantarse a sus predicciones, llevaba la mano a la frente cual catalejo o visera, sin desde luego culminar su intención. Entonces empezamos a oír voces, asedados vítores, graves reclamos.
“¡Tierra… tierra!”, gritaba alguien o algo moviendo pendones desde carabelas invisibles, agitando banderas pintadas en cruz, pero debía ser sólo ilusión, clamores de una lengua virgen que aún no sabíamos interpretar. (399-400).

Inclusive, la invención del reloj sugiere el instante del inicio del tiempo, el minuto explosivo del big-bang, ya que, en Santa Cariba, se produce un movimiento cósmico: las esferas celestes se reacomodan. Entrelíneas, o como subtexto, tanto la mecánica cuántica como los viejos relatos míticos sobre el origen del universo. La alusión al fuego nuevo implica una conexión con el mundo indígena mesoamericano, especialmente con el pueblo maya, una de las civilizaciones que hizo del cómputo del tiempo el punto nodal de su existencia. Las resonancias bíblicas también son un aspecto presente en el título de la novela y apuntan hacia un ingrediente básico: la cultura judeocristiana insertada en el Caribe. Justamente, el nombre de uno de los personajes principales es Adán Recamier, dotado de otra característica muy significativa: su carácter bisexual que quizá aluda al ser humano primigenio que, en la mitología clásica, era hermafrodita y de quien, al partirlo, se originaron el varón y la hembra. En alguna medida, otro símbolo de la cultura europea insertada en América. Agréguese, a ello, la inclusión del célebre grito de Rodrigo de Triana, referencia al descubrimiento del Nuevo Mundo, disyunción histórica que cambió el destino de Santa Cariba; vale decir, de América Latina, horizonte geográfico y cultural que Julio Escoto nunca pierde de vista. Estamos, pues, frente a una novela que rebasa lo local hondureño para plantearse el complejo y nunca dilucidado tema de la identidad al sur del río Bravo. La novela deja atrás el reduccionismo nacionalista y pone sobre el tapete la heterogeneidad (étnica y cultural) de un territorio más amplio: caribeño, en primera instancia y latinoamericano en un sentido más abarcador.
La construcción del reloj se consigna en las dos últimas páginas de la novela. Por esta razón, se justifican las dislocaciones temporales, el aparente caos y las mezclas más dispares. La opción formal asumida está, pues, cargada de sentido. La falta de un ordenamiento cronológico y el discurso textual elegido devienen en una gran metáfora cuyo objetivo es traducir, por connotaciones, la complejidad del mundo caribeño:

Lo que sucedía en Cariba carecía de nombre, reflexionó sabiamente, (…) Pero lo importante no era la náutica sino la metáfora: el hombre únicamente se allegaba a sí mismo por la metáfora y ese gran tropo, oxímoron cuántico, era que constituíamos un tejido tal que rompiéndose uno se desbarataba el otro; halando un extremo acortábamos al anterior, toda acción de nuestra parte repercutía en la siguiente: odios, pasiones, merecimientos y negaciones debían ser cuidados porque flotaban en deuda en el espacio interior. (139-140).

El oxímoron cuántico. Reunir en el mismo sintagma elementos que de hecho se excluyen pero que, al unirse, dan origen a una nueva realidad. Ni lo uno ni lo otro sino algo cualitativamente distinto. Además, el adjetivo (cuántico), en combinación con otros indicios,[7] remite a un subsuelo conceptual de vértigo: el principio de incertidumbre y la teoría de las probabilidades que, en sí mismas, conllevan las ideas del caos, de la paradoja y de la contradicción.[8] Así, en el terreno de la materia (y, por extensión, en cualquier orden de ideas), no hay nada seguro y existen aparentes sinsentidos que atentan contra el sentido común pero que están ahí, desafiando los principios de la física tradicional. Ese desorden ordenado desconcertante y plagado de contrarios que ha dejado al descubierto la cosmología gravita también en el espacio interior del ser humano[9] y, por ende, en su reflejo: la literatura. En otras palabras, a nuestro entender, la pretensión del autor llega a niveles que no se habían dado en la novelística hondureña: abarcar, atrapar, mediante la metáfora vale decir la literatura—, el secreto del cosmos, representado en Cariba.
La búsqueda de una fórmula adecuada para expresar ese probable sustrato conceptual lo condujo a las ricas posibilidades de la literatura grotesca, entendiendo esta palabra en su alto sentido estético y cuya manifestación más destacada, en el campo novelístico, la determinó, con lucidez extraordinaria, el teórico ruso Mijaíl Bajtin cuando planteó que en algunos textos medievales (vr. gr., las danzas de la muerte o el Diálogo de don Carnal y doña Endrina…) y en otras formas de la antigua literatura clásica[10] se observaba lo que llamó la «carnavalización» de los relatos, un mecanismo de expresión de la cultura popular que huía, mediante una serie de recursos ad hoc, de la norma rígida y unívoca de los patrones genéricos consagrados por la tradición.
Durante el carnaval, la gran fiesta del atracón de bajo vientre que supuestamente abre un período de austeridad carnal, todo puede suceder: disfraces y máscaras que esconden o difuminan a las personas;[11] supresión de divisiones sociales; desborde de todos los sensualismos;[12] desacralización momentánea de la vida; burlas y juegos contra cualquier autoridad establecida y despliegue sin cortapisas de la fantasía e imaginación. Trasladando ese amplio espectro de posibilidades a la novela el relato carnavalizado, el resultado puede desconcertar al lector no avezado o al que todavía se rige por patrones miméticos.
El autor, pues, carece de límites. En la obra, se invierten las situaciones (el anunciado Mesías resulta ser una mujer); se deja de lado la rigidez racional que para todo demanda una explicación (en Cariba ocurren los hechos más insólitos como Alfonsina Mucha pintando su amor en cualquier espacio vacío; existen cabinas telefónicas aunque se carezca de sistema telefónico…); los cambios y las rupturas más imprevistas «degradan» las situaciones solemnes (el cura Casto Medellín, después del inmenso placer desflorando a Selva Madura, para aplacar su complejo de culpa, con un martillo se destroza el pene que, previamente, ha colocado sobre una piedra; logradas descripciones del acto sexual en donde una frase, colocada como al desgaire, lanza la situación hacia el terreno de la risa y, con ello, destruye el efecto erótico…); se proscriben el acartonamiento y la seriedad (de ahí, la ironía, el humorismo, la parodia y lo hiperbólico); se privilegian las acciones burlescas (las sandías estibadas en la playa se confunden con municiones de reglamento); se practican las mezclas más dispares (en el mismo párrafo conviven diversos niveles de lengua, oposiciones y antítesis); se juega con las circunstancias más dispares (lo sacro y lo profano, lo solemne y la burla, lo sabio y lo estúpido, lo heroico que deriva o remata en lo prosaico); el tiempo y el espacio se liberan de la causalidad y de la linealidad (razón de los anacronismos)[13] y el color local (vr. gr., la inserción de hondureñismos y del llamado «caliche» o jerga al más bajo nivel social) va de la mano con el planteamiento universalista (las elucubraciones sobre el tiempo o el amor). Cada elemento recreado con un sentido lúdico del cual deriva el constante tono de farsa que destruye la verosimilitud mimética y provoca el distanciamiento afectivo del lector respecto de los personajes. Por esta razón no nos conmovemos con la muerte de Alfonsina Mucha; con el fracaso de Salvador Lejano o con el vacío amoroso en que se resuelve la vida de Selva Madura. Escoto evade el sinfronismo y no propicia, por parte del lector, la identificación o empatía con los personajes, a los que no se sienten «de carne y hueso» (como lo son, por ejemplo, Juan Pablo Castel o Pedro Páramo). Julio Escoto, no obstante la pasión por la palabra en sí que domina en toda la obra, enfrenta el hecho anecdótico con frialdad cerebral. Una especie de saña intelectual con la cual le juega la vuelta al lector y lo «baja» de cualquier entusiasmo erótico o ideológico que pudiese despertar el texto. En otros términos, en ningún momento, dramatizó situaciones o explotó el sentimentalismo.  De haberlo hecho así, él mismo hubiese dinamitado la intención carnavalesca.  

El Génesis en Santa Cariba  es un mundo cerrado en sí mismo. Coherente desde los parámetros que ella misma como idiolecto que es establece. Una novela de difícil clasificación pero que camina a la par de las mejores muestras de la novelística centroamericana actual y que, a la ligera, no se puede encasillar dentro del realismo mágico al modo garcíamarquiano.[14] Pensamos, sí, en el apoyo en algunos aspectos de la concepción carpenteriana  de lo real maravilloso (lo extraordinario es parte constitutiva de una realidad cotidiana que la literatura sólo recoge), enriquecido con elementos de cuño contemporáneo como los señalados en párrafos precedentes. Los fragmentos siguientes avalan los aspectos planteados en párrafos precedentes:

Les inquietaba mi noción del tiempo, que en la isla era loco y errático. En Cariba las circunstancias ocurrían todas a la vez y se resistían a dejarse medir. Las noticias llegaban a veces disparatadas pero lo considerábamos un procedimiento normal de los espejismos del arcano del universo. Hoy moría el hijo de Vincenzo Galileo en Arcetri pero un verano después nos enterábamos de que el santo oficio lo juzgaba y obligaba a retractarse. Mañana los babilonios desvelaban inventando la manera de escribir los números y ayer los misiles de algún imperio estaban cayendo sobre Iraq. (37)
Vivíamos entre los alientos de la realidad y la fantasía, que eran lo mismo, y sólo estaba en nosotros gobernarnos por una u otra. Usualmente lo hacíamos con las dos. (42)
En el momento de mayor suspenso anímico se dormecía exhausto por la abstinencia y el desvelo, le daba hambre, recordaba la turgencia de un pecho de mujer o se le atravesaba un pedo. (99)
Entre sus recomendaciones se ofrecía varias heterodoxas: asociar vudú y rabinismo, desmanear las raíces conexas existentes entre la Biblia y el Popol Vuh (…) desposar a Changó con Jehová y Mahoma en una receta teomística potable, juntar la misa con el candombe ritual, escribir pentagramas para alinear la marimba con el armonio medieval, combinar el pretzel y la tortilla, globalizar en una sola tranca el cayado y la vara municipal indígena. (177)
Ciertas cláusulas de sus discursos se hicieron célebres por lo osado, como en las honras funerarias a Lawrence, en que se atrevió a asegurar que la simbiosis cívico mística de su relación con el destino de Cariba era insoslayable. (…) “Soy un presidente de primera en una república de segunda para un pueblo de tercera”, se le achaca haber murmurado (…) (279)[15]
Amar era suceso de magia, hacer el amor un acto de prestidigitación. [Salvador] Lejano sospechaba que Lyta esperaba lo mismo, que no se interrumpiera, no acabara y la mantuviera en vilo de trapecios por el saldo de la noche hasta consumirse de inanición, pequeña muerte que clamaba a la vida y vida que, según palpaba la mano de ella, de pequeña si que no tenía nada. (329)
Selva Madura ansiaba que un cronista narrara estos momentos para gozar luego los detalles pues el turbión de sensaciones no se dejaba administrar: este era el Salvador bífido de succiones accidentadas, el Salvador de garra trincada en sus posaderas exuberantes, Salvador de pelvis dúctil y marea infinita, gran prolongador o timbalero de pausas marcadas en el pentagrama, Salvador que llamaba a la puerta sin ingresar como consultando el enigma y sus divagaciones seculares, Salvador cercano mientras la repasaba por detrás y la invadía por delante con suave elegancia, su mano izquierda en la vanguardia y la derecha en la posteridad, y así anduvieron buen rato sin arribar a ninguna parte, compañeros de viaje, hasta que Lyta percibió que Salvador le peinaba las oscuridades y se llevaba los dedos a la boca para sorber con engolosinamiento perturbador, robándole la savia, tanta perversión era demasiado. (330)

Elemento constante es la intertextualidad. Un diálogo con otros textos o con el pensamiento de autores emblemáticos de América: José Vasconcelos («la raza cósmica»); Juan Ramón Molina («la fanfarria de roncos olifantes»); José Martí («aire de pato quemado con que la rosa blanca de Chepito Martí se incineraba y despedía el ánima»); Antonio Machado («este que hacía caminos al andar»); José Asunción Silva («en una sola sombra larga»); Pablo Neruda («mascarones nerudianos»); Silvio Rodríguez («rabo de nube»); Froylán Turcios («mágica rima de bronce»); Carlos Fuentes (los novelistas: «trujamanos carlofuénticos de la realidad»).[16] Generalmente, referencias como las indicadas funcionan con intención paródica. En este sentido, el objetivo lúdico o humorístico opera si el lector tiene presente el discurso evocado. El autor se ha trasladado, pues, al campo de la metaliteratura.
Una de las parodias más importantes es el episodio de Crista Meléndez, revolucionaria que lucha por la libertad de Santa Cariba. Traicionada por Iscario, después de morir en forma ignominiosa, resucita al tercer día: evocación de lo bíblico como elemento constitutivo de América y/o probable referencia al trasfondo cristiano en la entrega desinteresada de miles de revolucionarios que, inspirados o guiados por la teología de la liberación, murieron en las luchas insurgentes. Piénsese en la imagen del Ché Guevara que, en mensajes icónicos, se ha representado cargando la cruz de América Latina.
Por otra parte, el tono lúdico, el humorismo permanente o el aluvión verbal (imágenes, metáforas, largas series enumerativas, hipérboles, antítesis, juegos de palabras, neologismos de creación personal, vulgarismos, etc.), en ningún momento pueden ser calificados de escapistas. Julio Escoto sigue fiel a una línea de trabajo de indudable raíz ética que ha mantenido incólume a lo largo de su amplia trayectoria literaria: considerar a la literatura como mecanismo de conocimiento y de dilucidación del mundo. Ningún aspecto esencial de la problemática general de tipo humano (el amor, la muerte, el tiempo…) o específicamente latinoamericana (explotación humana, saqueo de la riqueza por parte de las grandes corporaciones multinacionales, tiranías, represión, intolerancia, luchas insurgentes; aparente fracaso de las mismas; identidad nacional, etc.) escapa a su incisiva mirada. Y lo hace con mecanismos relativamente novedosos. Abrevando en la rica fuente de la mejor literatura del siglo XX, le adiciona técnicas o recursos que encontró o consolidó la novelística de las últimas generaciones: la destrucción o relativización del discurso histórico oficial; el empleo de la metaliteratura y la carnavalización del relato.

***

El Génesis en Santa Cariba representa un salto de calidad en la novelística de Julio Escoto.
Rotas las trabas miméticas, el autor dejó que el lenguaje lo invadiera. Permitió que la imaginación careciese de cortapisas y se enrumbara por los más intrincados laberintos del idioma para elaborar una novela que, aunque desconcierte por no acomodarse a patrones racionales y de contención lingüística, trasciende la problemática hondureña y se planta, con soltura y pleno dominio del arte narrativo, en un mundo tan amplio como el Caribe: cruce de mundos, confluencia de culturas. Hervidero humano en construcción constante, en definición siempre inacabada de las líneas básicas de su propia Historia. Y, nadando contra corriente más allá de tendencias de última generación que proscriben el asedio de la realidad por parte del escritor, reivindica la pervivencia y necesidad de la confrontación constante con la matriz social a la cual se pertenece.
Único camino para la ininterrumpida construcción de la nunca derrotada utopía.  




[1] El cronotopo es una categoría formal y de contenido en donde el tiempo y el espacio funcionan como un todo coherente. A través de él se representan y revelan los parámetros significativos. Para Mijaíl Bajtin los cronotopos constituyen el centro organizador de los eventos fundamentales de una novela.
[2] La Edad de Oro, por así decirlo, se define magistralmente: “Cariba era por entonces una isla de farallones redondos y con paisajes tan lúbricos que sólo provocaban echarse a la hamaca para hacer el amor o meditar. (…) El mundo se detenía, es decir, convocaba al reposo del séptimo instante de la creación y era costumbre desviarse del camino para hacerse con ramos de moras, bananos (…) Tan reciente era que le faltaban señas de nacimiento, acta de fundación y bandera, menos efemérides y aniversarios, no los necesitaba” (40).
[3] Véanse estas tres importantes notas: “Fue un accidentado tránsito hacia la otra Cariba que añorábamos, la sin hierros, carimbos y tatuajes, liberada de su sirviente navegación”; “Veníamos para procrear una raza cósmica digna del universo, (…) Para eso había que recorrer tránsitos, abusivos e infames a veces pero no exentos de sus propios gramos de felicidad, escogidos quizás antes de chapotear en la sanguaza del vientre materno”; “la utopía pues, si así se deseaba, por la utopía había que vivir y morir o se corrompía la razón”; “adivinaba [el Praphit, cabecilla de la revolución] que el futuro de Cariba no se encontraba atrás, en sus raíces polimorfas, sino en otra raza que ya venía subiendo las salinas del levante, hundida en las cavernas nutricias de la mar. (Escoto, 2006: 77, 302, 369, 308). Todas las citas pertenecen a esta edición y el número de la página se indica después de las mismas.
[4] Este último aspecto lo ha destacado Héctor Leyva en “Verdad tropical, verdad kitsch en El génesis en Santa Cariba de Julio Escoto”, en Revista de la Academia Hondureña de la Lengua, Núm. 15, julio-diciembre de 2006, pp. 149-163.
[5] El ciclo histórico de Santa Cariba es completo: de un estado de gracia inicial, a la invasión de los ingleses que inaugura una etapa colonial, hasta que se produce la lucha por la independencia; luego, frente a la degradación política, la guerra de liberación que establece un gobierno revolucionario al que también alcanza el descalabro.
[6] Praphit es el máximo líder revolucionario; probable alusión al «prapit», sukia dotado de poderes superiores en la cosmogonía de los pueblos misquitos. Aspecto que, de nuevo, alude a la interculturalidad del Caribe.
[7] Adviértanse las implicaciones de fragmentos como éstos: ““Santa es un espacio inusual” ilustró “algo falló aquí, uno de esos incidentes cósmicos rarísimos (…) “nacen antes de tiempo como si rotaran contra la galaxia, igual que si siguieran inmersos en el hoyo negro…”;  “La pérdida de materia liberaba energía y las mediciones de los observatorios indicaban que el universo se expandía precipitadamente y que estaba, precisamente ahora, arribando a su límite de…”; “El libro que citas [el Apocalipsis] no ha cumplido ninguna de sus promesas porque fue concebido con una falacia de dios, la humana. No hay tal fil del mundo, el orbe físico no se va a acabar sino el equilibrio establecido, a menos que destrocemos la fábrica de la naturaleza…”169, 38, 303.       
[8] “El principio de incertidumbre marcó el final del sueño de Laplace de una teoría de la ciencia, un modelo del universo que sería totalmente determinista: ciertamente, ¡no se pueden predecir los acontecimientos futuros con exactitud si ni siquiera se puede medir el estado presente del universo en forma precisa!”. Stephen W. Hawking, Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros, México: Editorial Grijalbo, 1988, p. 83.
[9] Al respecto, George Steiner nos dice: «     ».
[10] Este aspecto ha sido señalado con lucidez por S. Rolla. “El Caribe, territorio abierto para el carnaval”, El Heraldo, Tegucigalpa, 2 de setiembre de 2007.
[11] En la novela, probable razón de la dualidad y reiteración de los nombres de los personajes que, en mayor o menor medida, siempre son esperpénticos: Santa Cariba- Cariba; Selva Madura-Lyta; Salvador Lejano-Salvador De Vita-Salvador Peluquero… Por otra parte, el rasgo esperpéntico (recuérdese la gran gordura de Selva Madura o la locura pictórica de Alfonsina Mucha) impide que el lector los vea como personajes “de carne y hueso”. Lo esperpéntico implica, en cierta forma, un distanciamiento afectivo de los mismos.
[12] En la novela, clave es el desborde erótico y sexual, según ha destacado H. Leyva en el estudio citado.
[13] En todos los casos, las alusiones o indicaciones de todo tipo carecen de secuencia temporal.
[14] En las novelas del realismo mágico se observa un tratamiento mágico de la realidad; lo mágico irrumpe sorpresivamente dentro del discurso realista y se asume como natural. Lo mágico es parte de lo cotidiano, hilo que, en cierta forma, sigue las líneas de la “normalidad”. Esta perspectiva está ausente en Génesis… en donde el relato, de cabo a rabo, es inverosímil ya que el tono de farsa es constante. Disentimos, pues, del cuestionamiento que, al respecto, realiza Giovanni Rodríguez en: “Julio Escoto La reinvención mítica, cuarenta años después de Macondo”, La Prensa, San Pedro Sula, 12 de agosto de 2007, p. 9.
[15] Parodia de un discurso del ex presidente Ramón Villeda Morales.
[16] Pags. 302, 209, 259, 230, 234, 311, 205

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